Navidad: ¿celebración cristiana, fiesta pagana o atraco comercial?

La opinión de…

 

J. Enrique Cáceres-Arrieta

Cada año el mundo occidental celebra Navidad o el nacimiento del niño Jesús, según el cristianismo neotestamentario, el Hijo de Dios.

¿Nació Jesús un 25 de diciembre?   No. Nació en el mes de Etanim o Tishri. Entre septiembre y octubre del siglo I de nuestra era.   Lo extraordinario no es en qué mes nació el Señor, sino que nació y hay ¡39! fuentes extrabíblicas que lo reafirman. (También existen innumerables e irrefutables evidencias de la confiabilidad de los 66 libros canónicos de la Biblia)    Esto es, no solo los testigos oculares y los que consultaron fuentes de primera mano (testigos presenciales) para escribir el Nuevo Testamento lo registran, sino que también ¡39! fuentes seculares confirman la historicidad del Señor Jesucristo. Hoy, ningún historiador serio niega tal hecho histórico.

¿Se originó la Navidad en fiestas paganas? Mucho indica que sí. Sin embargo, la valía de la Navidad está en que el niño Dios nazca, desarrolle y crezca en mí y el prójimo lo vea a él en mi estilo de vida y palabras.    Sin eso, ¿qué cristiano soy y qué Navidad celebro?    No veo inconveniente en un arbolito, pesebre, villancicos. Observo con preocupación a Papá Noel por usurpar el lugar del hijo de Dios. Y percibo falsedad y materialismo en celebrar el cumpleaños del Señor Jesús olvidándose del cumpleañero y siguiéndoles el juego a los comerciantes ansiosos por estafar.

Dado que el nacimiento de un Niño es razón esencial de la Navidad, ¿es veraz la narración del nacimiento virginal de ese Niño? ¿Hablamos de un mito registrado en otras religiones o de un hecho histórico que está más allá de mente y laboratorio naturalistas? C. S. Lewis sostiene: “Si él [el crítico] me dice que algo en el Evangelio es leyenda o romance, quiero saber cuántas leyendas y romances ha leído, cuán bien está su paladar entrenado en detectarlos por su labor; no cuántos años se ha pasado en el Evangelio”. Añade: “He estado dedicado a leer poemas, romances, literatura visionaria, leyendas y mitos toda mi vida. Sé cómo son. Sé que ninguna de ellas [narraciones evangélicas] es así”.

Sin pasar por alto que cada rama de la ciencia tiene su campo de estudio y límites en el vasto conocimiento humano para su comprensión y así evitar sesgos y disparates, es interesante notar que la teoría de la relatividad de Einstein no descarta los milagros, sino que el universo está abierto a todas las posibilidades.   Ya no hay absolutos y todo intento por establecer una ley universal de causalidad (causa y efecto) está condenado al fracaso. Además, hasta ahora, los descubrimientos de la física cuántica no obstaculizan en absoluto la fe trascendente, sino que está abierta a posibilidades metafísicas.   Dios y los milagros son posibles en un sistema abierto.   Expresar lo contrario es filosófica y científicamente irresponsable.

Humanamente es improbable que una mujer conciba sin la intervención del espermatozoide del varón. Pero… ¿quién dijo que Dios es humano?   Es sobrehumano. Vive en lo sobrenatural, mas interviene en lo natural y hace milagros (hechos sobrenaturales), porque tiene tal facultad y sus leyes son superiores a las naturales. Un milagro está sobre leyes naturales. Si no lo creo, es mi problema y decisión.

Pero ello no invalida que Dios hace milagros, interviene en la vida de las personas y si tiene que pasar por encima de leyes humanas y naturales, lo hace por tener leyes superiores. Si Dios no pudiese moverse por arriba de las leyes que utilizó para crear el universo y la vida, ¿qué clase de dios sería? No fuese Dios sino –como creen algunos– “invención”, “espejismo”, “ilusión” o “producto de neurosis humanas”.   Si no trascendiéramos leyes naturales, no podríamos volar en avión, cohete y transbordador ni combatido enfermedades. Si el humano ha conseguido trascender leyes naturales, ¿qué hay de raro que el sobrehumano Dios traspase límites naturales o humanos para auxiliarnos porque nos ama?

Ante el interrogante cómo quedar embarazada si “aún no conozco varón”, Gabriel responde a María:   “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual el santo ser [engendrado] será llamado Hijo de Dios”. (San Lucas 1:35)

María sabía que la “Shekiná” del Altísimo se había manifestado como nube al posarse sobre el Tabernáculo, el Templo y los servidores de Dios. Cada vez que Dios se presentaba había manifestación ilimitada de su poder. Hoy sabemos que dicho poder provocó el Big Bang, que confirma que alguien activó el gatillo que dio origen al cosmos. Desde entonces, tal energía sustenta al universo y la vida. (Hebreos 1:3) Ahora, ese ser de infinito poder descendería sobre María para engendrar en ella un niño que era y es el Hijo de Dios y puede salvarnos y liberarnos de nuestra naturaleza pecaminosa.

La conclusión lógico-filosófica debe ser: si ese ser con poder omnipotente e inmensurable fue capaz de crear el cosmos y la vida, teniendo leyes superiores a las de la naturaleza, ¿le sería imposible engendrar a su hijo en el vientre de una virgen sin los elementos naturales esperma y óvulo? ¡En ninguna manera!   La imposibilidad no está en el Supremo sino en la incapacidad de la finita mente humana para captar los actos del omnipotente.

Los límites no los tiene Dios. Están en las ciencias naturales que no han podido ni podrán crear vida humana genuina sin el espermatozoide y el óvulo. Sospechoso es que se considere normal y científico que el humano descubra leyes que trascienden leyes naturales. Pero se rechace que Dios tenga leyes superiores a las naturales. “Es más fácil destruir un átomo que un prejuicio”, escribió Einstein.

Los avances naturalistas sobre creación de vida en laboratorio parten todos de vida preexistente porque la vida, el nacimiento virginal del niño Jesús y la celebración auténtica de la Navidad tienen un autor: el Dios de la Biblia.

¡Feliz Navidad y próspero año 2011!

<> Este artículo se publicó el 23 de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Entre la libertad de expresión y la calumnia e injuria

La opinión del Periodista…

J. Enrique Cáceres-Arrieta

Mi asesor de tesis de periodismo manifestaba que “los médicos entierran sus errores, pero los periodistas publicamos los nuestros”. Dificulto que todo error médico sea causal de muerte. Mas, es indiscutible que el periodista publica sus meteduras de pata, y el efecto inmediato suele ser denuncias por calumnia e injuria del afectado y la mofa de la competencia.

Ha habido innumerables casos en los cuales el periodista y el medio han tenido que disculparse por el manejo irresponsable de la información. No vivimos de rumores, creencias o suposiciones, sino de hechos reales, y es un irresponsable quien se adelanta a los hechos por “tener” la primicia.

A periodistas y medios nos perjudican en demasía las meteduras de pata porque erosionan nuestra confiabilidad. Y la negligencia en la utilización de la información ha provocado la pérdida de credibilidad de la prensa. La credibilidad construida a lo largo de toda la vida puede colapsar en cuestión de segundos y nunca reconstruirse.

El periodista debe ser autocrítico. Investigador en pos de la verdad para transmitirla sin limitarse a una fuente, por muy “garganta profunda” que parezca. Deberá escudriñar otras fuentes, dependiendo de la gravedad de lo descubierto. No hacerlo es irresponsable porque la prensa es el cuarto poder en el engranaje socio-político y económico de un país, y el daño causado por noticias falsas, inexactas o manipuladas jamás es completamente subsanado.

En la libertad de expresión subyace la responsabilidad que protege tal libertad. Esto es, la responsabilidad es una precondición de la libertad. El periodista responsable no tiene por qué preocuparse por demandas o réplicas serias. Por otra parte, el derecho de la reserva de la fuente es para proteger fuentes fidedignas, no para encubrir calumniadores y demagogos. Tal prerrogativa no disculpa informaciones irresponsables ni exime al periodista de constatar los hechos.

Nadie tiene derecho a calumniar e injuriar. Quien lo haga y se demuestre (muchas veces no se evidencia y se viola el principio de presunción de inocencia del periodista) que lo hizo, debe atenerse a consecuencias legales. No se puede jugar con la honra de las personas y salir inmune.

“El periodismo es el oficio más bello del mundo”, afirma García Márquez. Pero debe estar sujeto a leyes no para amordazarlo, sino para que haya una atmósfera de respeto a la dignidad de las personas y a la verdad periodística. La sabia ley de prensa no censura al periodista, sino que le garantiza el ejercicio de la profesión y salvaguarda a terceros de irresponsables escondidos detrás del periodismo para calumniar e injuriar, e incluso para lucrar al vender su conciencia y su pluma.

A ello se debe que la ética periodística lleve al medio y al periodista a tomar conciencia del poder de la página impresa, la pluma y la palabra. Como toda profesión, el periodismo se rige por ética, respeto y amor al prójimo, aunque ciertos prójimos se porten mal con los dineros del pueblo y/o el poder. El que no la debe no la teme, mas buena parte de los políticos teme porque la deben. De ahí su afán por crear leyes mordaza.

¿Te has preguntado la razón del aborrecimiento de los dictadores o pichones de dictadores a la prensa libre? Al sentirse acorralados por la crítica inteligente (constructiva) solo atinan acabar con el periodista o cerrar el medio. Por ello el interés de silenciar o comprar conciencias. Si no se venden, serán blanco de persecuciones e historietas gubernamentales. Recuérdese, el primer fruto agusanado del dictador de derecha o de izquierda es la intolerancia a las críticas. En Panamá, los tiempos de calumnia e injuria quedaron atrás con los terroristas de la pluma y del verbo de la dictadura militar.

No obstante, me preocupa la comunicación sensacionalista y utilitaria vestida de sangre, novelas, chistes y programas propios de cantinas, violencia, excesos religiosos y superchería astrológica en televisión. Asimismo la prensa amarillista, crónica roja y pornografía. Me inquietan programas de opinión donde panelistas se irrespetan y casi se lían a bofetadas. Me alarma el estilo brusco, desafiante e irrespetuoso del intolerante con las creencias religiosas del prójimo. Al ejercer su derecho de expresarse, el crítico conculca derechos ajenos, cayendo en intolerancia y dogmatismo criticados. La razón para comunicar su verdad le nubla el entendimiento. Para las gentes, sus creencias son sagradas. Más las religiosas. Para denunciar fanatismos hay maneras y maneras. Insensato es arrojar piedras al avispero y no esperar picaduras.

Ahora bien, el periodismo está entre las profesiones más sacrificadas y mal remuneradas. Un apóstol del periodismo es digno de respeto y admiración. ¿Qué otro profesional arriesga como el periodista? Pocos. El periodista compromete su vida, familia, carrera, buen nombre y credibilidad. Cada año periodistas y comunicadores son asesinados, perseguidos, expatriados, y la mayor parte de los casos queda impune, para complacencia de los enemigos de la libertad de expresión.

¿Nace o se hace uno periodista? El periodista no solo se hace sino que además nace. Si no hay vocación, si no corre por mis venas amor y respeto a la verdad y a la ética periodística, mejor es que cambie de profesión.

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<> Este artículo se publicó el 13  de noviembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor  en: https://panaletras.wordpress.com/category/caceres-arrieta-j-enrique/

Pollito, una anécdota familiar

La opinión de….

J. Enrique Cáceres-Arrieta

El Día del Niño de 2007, mientras los niños celebraban su día en las escuelas, mi hijo Jonatán ganaba un pollito en una tómbola escolar.

No era la primera vez que los mellizos regresaban con pollos de la escuela. Hacía un par de años me habían preguntado si podían llevar unos pollitos al apartamento. No objeté y su madre tampoco lo hizo. De manera que varios pollos fueron acogidos en la familia.

El pollito ganado por Jonatán era diferente. Pasaron semanas, y Pollito (así lo llamaba su dueño) creció; y junto con un conejo, unos pececillos y una perrita contribuían a la alegría del hogar.

Una noche, me informaron que Jonatán y David (los mellizos) lloraban porque Pollito estaba moribundo al ser golpeado por la puerta de la cocina. Mientras iba para ver qué pasaba, un zarpazo de sentimientos y emociones encontrados trajo a mi memoria una escena en la cual lloraba ante las plumas de mis periquitos que un gato había devorado. El dolor fue indecible. De modo que sabía muy bien lo que sentían los mellizos, especialmente Jonatán, dueño del pollito. Quizá para alguien sea tontada escribir sobre un pollo, y hasta pensará que el problema se habría resuelto comprando otro.

Uno de los errores más recurrentes de los padres es invalidar las emociones de sus hijos y abandonarles física y afectivamente, criándose sus hijos como niños huérfanos de padres vivos. No se trata de consentir o ser indiferentes, sino validar apropiadamente las emociones de nuestros hijos.

Al llegar al apartamento, encontré a Jonatán llorando a lágrima viva y a Pablo (mi hijo mayor) abanicando al pollo. Abracé a Jonatán y le pregunté qué sucedía. Entre sollozos contó lo sabido. Quería que al expresarlo fuese terapia para él y sintiera que papá estaba interesado en sus cosas.

El pollo se veía muy mal.  Supuse que moriría, y me dispuse preparar a mis hijos para lo peor.   Me equivoqué.   Mientras consolaba a Jonatán, David salió llorando del cuarto donde oraba por el pollo.   De repente Pablo exclamó que el pollo estaba vivo.

Contra mi diagnóstico, el pollo sobrevivió; los mellizos lo atribuyeron a un milagro. Decían que Dios había escuchado sus plegarias.   Cierto o no, el pollo se recuperó gracias al cuidado de los niños.

El 20 de agosto, Jonatán por accidente atropelló a Pollito con un carrito que montan los niños pequeños. Pollito estaba muerto y Jonatán lloraba a cántaros. Traté que el chico no se sintiera culpable, y en medio de todo sintiera mi consuelo, amor y empatía.   En ningún momento insinué reprimir el llanto sino que convalidé sus emociones y le animé a expresar su dolor.

La tarde del 20, fuimos aenterrar a Pollito. Camino al entierro, Jonatán advirtió: “De ahora en adelante no tendré más mascotas tan frágiles”. Me partió el alma al externalizar Jonatán el profundo cariño que tenía al pollo, al preguntar: “Papá, ¿los pollos van al cielo?”. Respondí no recordar si la Biblia decía algo al respecto. Además, aseveré a mis hijos que la muerte de Pollito era una lección para que viéramos la brevedad, unicidad y fragilidad de la vida.   A solas con mis pensamientos y meditando en la pregunta de mi hijo, recordé que la Biblia revela que en la Nueva Jerusalén habrá animales pero las bestias salvajes no harán daño ni al niño de pecho,   y “morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará”.

A propósito del cielo, ¿es “perversa” la creencia del cielo?  Perverso es adulterar (para confundir) la esperanza del cristiano con fanatismo religioso que ve al cielo como recompensa por dañar al prójimo.    Si el cielo fuese una creencia falsa (según el cientificismo, toda verdad para ser verdad debe pasar por el filtro de las ciencias naturales, creyéndolas omnímodas e infalibles), prefiero ser soñador que un matador de sueños.

A pesar de las muy merecidas críticas al fanatismo religioso, Ravi Zacharias sostiene que “solo la religión permanece como bastión de esperanza frente a la muerte, tanto para el difunto como para su dolorida familia”.   Luego de acariciar el suicidio y desistir, León Tolstoi escribió en su autobiografía: “La mayoría de las personas tiene una vida más difícil que la mía y, sin embargo, la encuentran maravillosa.   ¿Cómo lo logran?   No con explicaciones, sino con fe”.

Cada uno cree lo que quiere y lo que le conviene, pero ¡qué cómodo es decir ser ateo cuando estamos sanos y no hay enfermos en la familia cercana, hay buenas finanzas, profesión y empleo prometedores! La puerca tuerce el rabo en situaciones extremas o toques de fondo. Ahí se sabe en realidad qué creo y cuáles son mis convicciones; y, para frustración y rabia de algunos, en esos momentos los resentimientos y odios irreligiosos suelen esfumarse.

Pues bien, al ver la tristeza y el amor de mis hijos por su muerto y sepultado pollo, las lágrimas brotaron y quedamos llorando todos por Pollito, el pollo que el Día del Niño vino a formar parte de la familia y del corazón de tres niños.

<> Este artículo se publicó el 16  de octubre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/caceres-arrieta-j-enrique/

Sobre la atención al cliente

La opinión de…

Enrique Cáceres–Arrieta

La atención al cliente suele ser tan mala que el extranjero y el nacional jurarían ser familia del hombre invisible porque pareciera que no los vieran.    Llegas a un almacén y te cansas de esperar que te atiendan, hasta que te das cuenta de que los empleados están somnolientos o charlando sobre el extraño andar del cangrejo.

“Diga”, es la clásica palabrita con la cual “atienden” muchos. Distinta a “buenos días”, “buenas tardes”, “¿en qué le puedo servir?”, “a la orden”, expresados en otros países.

Innumerables vendedores de tiendas tienen solo educación media o proceden de capas sociales bajas. Igual en otros países. Mas, la atención allá es muy diferente. Es cuestión de cultura.

La mala atención al cliente no está presente solo en tiendas sino también en oficinas públicas y privadas y consultorios de toda índole. Hay corporaciones (sobre todo bancarias) que de tanto cuidarse más allá de lo razonable y lógico se les obnubila el entendimiento en lo más simple.

O no les da la gana ayudarte porque representas poco para su lucro.   No les importas como individuo sino como dólares y propiedades.   Ignoran que ante su gran tamaño y el sinnúmero de sus servicios y planillas el cliente promedio tiene la impresión de ser pequeño e insignificante. De ahí que deberían hacerte sentir importante.

En efecto, eres importante pues sin clientes no hay utilidades. Y por muy pequeño que sea un cliente aporta ganancias a una empresa. Por consiguiente, es falso que “la casa pierde y se ríe”. Ríe debido a que es raro que la empresa pierda en una transacción con un cliente. Y sin importar los millones de dividendos obtenidos, la insensibilidad humana es pobreza espiritual.  Al fin y al cabo, la riqueza espiritual es fortuna que ni la polilla ni el moho destruyen, los ladrones no hurtan y cuya “bolsa” no cae. No se trata de que las empresas sean organizaciones benéficas sino que no hagan acepción de clientes.

¿Qué pasa con la atención al cliente en Panamá? ¿Por qué ese personal en compañías transnacionales en otros países atiende de maravillas y aquí la atención es frecuentemente fatal? Es cuestión de cultura. Aquí, llegas, coges un número, haces cola, saludas con un “buenas” (si alguien responde, date por oído). Después de 45 ó 60 minutos, la persona del otro lado del escritorio te mira con cara de escopeta recortada como si fueras a pedir limosnas o asaltarle. Es urgente subsanar la atención al cliente porque de ella depende el progreso del país, el crecimiento empresarial y el tener existencial de empleados y empresarios. ¿Será que algo tan lógico se sabe? Si se sabe, ¿por qué se hace lo opuesto?

Al querer pagar un servicio público hallas una fila inmensa con uno o dos cajeros. Si reclamas, la contestación consabida es que “no hay más personal” o “están almorzando”. (¿Será que tú no almuerzas?) Debes esperar no menos de una hora para que te atiendan. (Es excelente terapia si eres impaciente;   te sugiero que lleves un buen libro para redimir el tiempo y relajarte). A las mil y 50 te atienden no como un cliente importante, sino como un limosnero.

¡Urgente! ¡Urgente! ¡La atención al cliente en Panamá está herida de muerte! Los empresarios deben capacitar a su personal pues más que un gasto es una inversión. El servicio al cliente en Panamá necesita oxígeno, un trasplante de corazón y transfusión de sangre porque, como está, extranjeros y turistas se llevan una distorsionada creencia del país. Y por ahí aseguran que la primera impresiónes la que vale.

Una vivencia ilustra mejor la desatención al cliente: estando en una tienda en diciembre, vi un amplificador de audio y decidí abonar uno.    Mucho antes de que se venciera el plazo del abono, fui a retirarlo. ¡Lo habían vendido!

Luego de varias horas de espera, me dijeron que traerían uno de otra tienda. ¡Dos días después me lo entregaron!; al intentar prender el aparato en casa no encendía.  Al día siguiente lo llevé a cambiar y después de aguardar más de una hora me dijeron que no había más.   Quedé con una nota de crédito, rabia y frustración.

¡Tres días después! volví a la tienda y no había nada; tuve que ir a otra a buscar un segundo aparato que tampoco funcionó.    Regresé a casa sin el amplificador pero con mi plata. No seas mal pensado… estaba comprando un amplificador de marca, no era “gallito”. En este caso, no era ni “pollito”.

Moraleja: aunque quieras algo, lo abones y vayas a retirarlo a tiempo, es probable que no lo tengas por la horrible atención al cliente que frecuentemente dispensan en Panamá.   Tampoco esperes una excusa del gerente o encargado del negocio. Esa palabra es inexistente en su vocabulario. Es cuestión de cultura. Pero después hay quejas de que los extranjeros “quitan” el pan a los panameños.   Si los migrantes tienen papeles en regla, no usan gafas “juega vivo”, laboran mejor que nosotros y vienen a enseñarnos a atender al cliente, son… ¡bienvenidos!

<> Este artículo se publicó el 17 de septiembre de 2010 en el diario La Prensa,  a quienes damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Desde Salomón y Maquiavelo hasta Panamá

La opinión de…

J. Enrique Cáceres-Arrieta

Tengo el hábito de poner fecha y mi nombre en la primera página de mis libros leídos; subrayo y coloco apostillas a lo interesante, atinado o absurdo. La cuestión es que al ver tanto descontento en calles, medios y foros, recordé lo resaltado en lecturas de Salomón y Maquiavelo. El primero puede leerse esencialmente en Proverbios y Eclesiastés; el segundo en El Príncipe, su obra principal. Salomón casi siempre es visto como religioso y mítico, pero era mucho más que un político religioso; fue el hombre más sabio de su época, un estadista. Maquiavelo fue un asesor que sugería al gobernante astucia, doblez y perfidia con el fin de atornillarse en el poder. Con todo, daba buenos consejos.

¿Será posible que en medio de tanta crítica, frustración y oposición    el Gobierno no se dé cuenta de que las cosas no se han hecho como se prometieron?

¿Tocará a los medios desempolvar entrevistas para que recuerde lo que con tanto ímpetu propagandístico prometió en campaña?

Más pesan las meteduras de pata, las intromisiones en los otros poderes del Estado y la soberbia que los cambios a favor de unos pocos.   No se puede quedar bien con todo el mundo y es ingenuo esperar el aplauso de todos, pero sobre intereses partidistas y deseos del ego de sobresalir e imponerse, los gobiernos democráticos son deudores de la voluntad del pueblo que los eligió.   Los partidos políticos son situacionales; los países, de larga duración, y el ego inflado e inflamado es pésimo consejero.

Hacer las cosas porque me da la gana o tengo el poder no es democracia; es prepotencia y autoritarismo.    Conforme a nuestra Constitución, el Estado panameño es unitario, republicano y representativo, democrático. Democracia imperfecta e injusta con el menesteroso, el indígena y la niñez; una democracia donde los panameños tenemos el derecho de disentir, pensar y creer diferente, con las responsabilidades legales cuando se atente “contra la reputación o la honra de las personas o contra la seguridad social o el orden público”.

El Gobierno con demasiada frecuencia interpreta la Constitución y las leyes para beneficio propio. Arremeter contra los medios, hostigar y perseguir periodistas, sindicalistas, docentes y miembros de la sociedad civil porque critican o no piensan igual que el Gobierno es intolerancia estatal.   Primer fruto agusanado del gobernante tirano de derecha o de izquierda. “Por sus frutos los conoceréis”, enseña el Maestro.

Es inconstitucional meter la mano en otros Órganos del Estado.  Reprimir manifestaciones volándoles los sesos y los ojos a los manifestantes, es brutalidad estatal.   Aprobar leyes a tambor batiente sin consultar a los posibles afectados y porfiar en ello, es soberbia e imposición por muy “necesarios” que sean los cambios.   De humanos es errar; de sabios es reconocer el yerro y meter reversa si es preciso. ¡Humildad y sensatez, cuánto las necesitamos!

Panamá no es propiedad privada de nadie.   Fuimos colonia de España, nos unimos voluntariamente a Colombia, nos ocupó el Ejército estadounidense por cuestiones canaleras y después fuimos invadidos por ese mismo ejército.    Pero desde hace años somos una nación soberana e independiente, habitada por un poco más de 3 millones de seres humanos dignos de respeto y procedentes de familias que luchan; cada uno de los miembros de esas familias es libre de pensar, decidir y creer lo que considere de su interés sin dañar al prójimo.

Pretender imponer voluntades y políticas al país (formado por familias) es ir en contra de los intereses de la nación y de incontables voluntades. El gobierno que pulsea con su pueblo es crónica de un fracaso anunciado, y el tirano permanece en el poder gracias a las armas, los cómplices y al pueblo temeroso.

Una de las amonestaciones de Salomón y Maquiavelo que vi resaltadas en mis lecturas es que los gobernantes no deben hacerse odiar de su pueblo.   Salomón afirma que “el gobernante que juzga con verdad a los desvalidos afianza su trono”; pues “en la multitud del pueblo está la gloria del rey; y en la ausencia del pueblo, la debilidad del príncipe”. Políticos: ojo con las encuestas. Maquiavelo dice que “… un príncipe debe tener poco temor a las conjuras cuando goza del favor del pueblo; pero si es enemigo suyo y lo odia, debe temer de cualquier cosa y de todos”.

He notado que -entre otras chifladuras- el gobernante dictatorial padece manía persecutoria. Cree que el mundo conspira contra él; en el más sencillo ciudadano, ve un potencial enemigo; en el más pequeño grupo, una conjura.   Tan arraigada es la manía que cree ser burlado por su eco y perseguido por su sombra.    Siguiendo a Maquiavelo, diríamos que aunque el buen político nunca estará de paños y manteles con todos, debe evitar “ser odiado por el pueblo” porque los pueblos suelen explosionar -cual olla a presión- cuando se les toca el bolsillo o el estómago.

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Este artículo se publicó el 12 de agosto de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

De niños maltratados ….

La opinión de…

J. Enrique Cáceres–Arrieta

El maltrato al menor es un grave problema. Mientras escribo y tú lees, no pocos pequeños son maltratados o asesinados por sus padres o tutores. El maltrato infantil es tan abarcador y sutil, que es probable que tú y yo hayamos caído en eso sin darnos cuenta. De ahí la preocupación de los tribunales de familia y organismos internacionales dedicados a salvaguardar la integridad del menor.

¿Qué empuja a un padre a maltratar a su hijo? ¿Qué lleva a un padrastro a golpear a su hijastro? Creo que la razón principal es la ira. No saber controlar el temperamento colérico y carácter volátil que tienen. Permitir que la ira controle lo que dicen y hacen. Quien tiene un hijo con déficit atencional e hiperactividad debe saber y entender que es un niño difícil de tratar. Su inquietud no es conductual, sino cerebral. Saberlo y tener paciencia y mucho amor son fundamentales para no estallar en ira. Esa información está a la mano de nosotros que leemos mucho o poco. Pero, ¿quién la transmite o educa al grueso de la población?

Por naturaleza, el menor es necio, curioso e inquieto. En verdad, eso es síntoma de salud, pues el niño quieto a lo mejor está enfermo o tiene problemas. Estar consciente de ello es importante para estar claro qué tipo de niño o jovencito tenemos en casa. Algunos sicólogos infantiles sugieren que los padres estudiemos el temperamento de nuestros hijos, a fin de conocerles y orientarles mejor.

Hay innumerables casos de niños quemados, marcados, encadenados, violados, abofeteados, encerrados, golpeados… por sus tutores. Razón por la cual los juzgados de familia se preocupan por proteger al menor. ¡Enhorabuena por ello! Sin embargo, se les va la mano al considerar que la más mínima corrección es maltrato. Debemos evitar el maltrato, pero también la permisividad. Esto es, los extremos.

De la indefensión del menor ante la brutalidad parental se ha pasado a la sobreprotección, de tal manera que ahora los niños y jovencitos amenazan a sus padres con denunciarlos si les pegan. Sabido es que hay hijos que han denunciado y testificado contra sus papás porque les corrigieron o les impidieron hacer lo que querían. Otro motivo del maltrato al menor es la frustración parental de no conseguir empleo o su pérdida. El papá responsable siente impotencia y rabia ante necesidades existenciales insatisfechas, y revienta con el niño y lo golpea; o se irrita y explota por todo. Patea al gato (exterioriza la ira), maltratando al menor.

El padre alcohólico o drogadicto es otra causal de violencia intrafamiliar. Si no hay violencia física, el menor vive bajo un régimen de terror. Buena parte de los que no saben (y no pueden) controlar el alcohol o utilizan drogas (por negar el problema no buscan ayuda) golpea a los hijos y a su mujer. Ahí todos son culpables, salvo él.

Ser padre no es para cobardes, y pocos saben cómo tratar con los hijos. Yo aprendí y aún estoy aprendiendo mediante tropiezos y chichones. Me parece genial la idea de formar escuelas para padres porque a nadie le enseñan a ser padre, a pesar de ser una de las tareas más preeminentes e intrincadas de la vida.

En la relación con los hijos, insisto, hay extremos que evitar: no a los gritos, golpes e insultos. Pero tampoco permitir que nuestros hijos hagan lo que les da la gana, como creen algunos equivocadamente que propusiera Benjamín Spock. “No hay un método más ineficaz para controlar a los hijos que el control, la irritación y la ira”, sostiene James C. Dobson. Por otro lado, la permisividad no toma en cuenta que el niño por su naturaleza rebelde necesita límites claros y definidos. Un pequeño que se siente amado por sus progenitores no se resiente por nalgadas merecidas. En cambio, el que no es amado o recibe un trato de indiferencia y desamor detesta cualquier disciplina.

No todo amerita corrección física, pero de vez en cuando es saludable una nalgada de padres amorosos para que el chico sepa que hay una autoridad a la cual debe respeto y obediencia. A medida que crecen los críos, el contacto físico debe desaparecer, pues los hijos deben haber asimilado la disciplina con amor. Si un niño no aprende obediencia en sus primeros años, es mentira que obedecerá y respetará autoridades fuera de casa. Al final de sus días, Spock confesó: “He llegado a la conclusión de que muchos de nuestros problemas se deben a la carencia de valores espirituales”. Con esas palabras, para algunos tardías, el que fuera el más influyente pediatra estadounidense reconoció que su devota madre cristiana tenía razón.

En cuanto a creencias y valores, ¿por qué son importantes las creencias en la familia? Porque ellas forjan valores y estos determinan conductas. Dicho de otro modo, nuestro estilo de vida es fiel copia de nuestras creencias. Somos lo que creemos. Actuamos conforme a nuestras creencias ciertas o falsas. A ello se debe la importancia de que nuestras creencias familiares sean ciertas. Y nadie tiene el monopolio de la verdad y el conocimiento. ¿Es cierto o falso el sistema operativo de creencias que tenemos en casa? De eso depende la conducta de nuestros hijos y nuestro trato con ellos.

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Este artículo se publico el 5 de julio de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

¡Cuidado, ‘niño’ al volante de un ‘carrito loco’!

La opinión de….

J. Enrique Cáceres-Arrieta

Cuando era niño, me gustaba ir al parque de diversiones a manejar “carritos locos”, así los llamaban en Barranquilla. Al llegar a Panamá, seguí el placer de montar los “carritos chocones”.  La vivencia viene a cuento porque es raro el conductor que no crea que su medio de transporte o de trabajo sea un “carrito loco” o un “carrito chocón”.

“Carrito loco” debido a que calles y carreteras son “autopistas” para correr como loco. Como un niño. Y las aceras, líneas de seguridad, entradas de garajes e isletas son para montarse, destruir e impedir el paso de peatones y autos.   Por ello la sugerencia a la ATTT que retome el eslogan que en los 70 veíamos en sus patrullas, motos y oficinas: “Controle sus emociones”.

Obvio, cuando niño la adrenalina repudiaba restricciones al manejar el “carrito loco”, y conducirlo no representaba mayor peligro. Hoy, manejar como si condujera un “carrito loco” sería vivir en el estado del yo niño. Llamado así en el Análisis Transaccional de Eric Berne, porque el niño interior suele gozar la vida y ver todo como diversión sin responsabilidad. Toca guiar el automóvil con el estado del yo adulto, que capta la información del padre (primer estado del yo, según Berne), la organiza y toma lo que cree conveniente. Es decir, es un deber conducir el auto con inteligencia emocional, no con las emociones en ebullición de un niño.

El carro es una bendición. También una potente arma para suicidarse, matar o dañar. Correr es el negocio de los corredores de autos. Por consiguiente, controlar las emociones es vital si no quiero perder el control del auto. ¿Acaso tenemos idea de las estadísticas de muertes y gente lisiada por accidentes automovilísticos que pudieron evitarse? Rompe el alma saber de niños muertos o postrados en cama o silla de ruedas por la estupidez de un conductor irresponsable. Apoyarnos en exceso de confianza para correr o conducir ebrios o drogados es una burrada. Muchos hoy están tres metros bajo tierra, creyendo que se las sabían todas.

Un sinnúmero de adultos y jóvenes (niños emocionales) entiende que su vehículo de transporte o de trabajo es el juguete que no tuvieron en la niñez. De ahí el perenne afán, el manejo infantil y los insanos deseos de esconderse detrás de vidrios polarizados y autos sin placa o papelillos “excusas”.

Por ser “dueños” de las calles, ¡pobre peatón, motociclista o ciclista que se “atraviese” en su “autopista”! El conductor informado y con tres dedos de frente sabe que la velocidad promedio en la ciudad es 40 ó 60 km/h. Al entrar o pasar por pueblos y barriadas debe disminuir la velocidad, ser precavido y no sobrepasar los 40 km/h. Cerca de hospitales, parques, escuelas y colegios debe reducir la velocidad y no superar los 40 km/h ni tocar bocina como un desaforado. La sensatez es infaltable aun en autopistas. (En Panamá solo hay tres, pero para los Schumacher locales cualquier callecilla es “autopista”) Hay lugares prohibidos para estacionarse. La luz amarilla es señal de aminorar la velocidad, no para acelerar. Al salir o entrar de edificios o casas toca hacerlo con cuidado. Ante niños, embarazadas y ancianos, la prudencia y cortesía son invaluables… Si lo sabe, ¿por qué hace lo opuesto y se justifica? Porque necesita al guardia de tránsito para obedecer.

A diario ocurren atropellos, muertes, choques, vuelcos y estrellados. Temo que más del 90% de las desgracias sea por exceso de velocidad. Esas ganas de que las llantas traseras rebasen las delanteras son insania pura. Persiste la inmadurez emocional colectiva en el manejo. Por tanto, precisamos guardias de tránsito que nos cuiden y sean honestos y firmes ante una licencia “caliente” (billete en mano) y las amenazas de los que “están” sobre las leyes.

Para otros que milagrosamente no se chocan, vuelcan o atropellan al prójimo (algunos chocan o atropellan y se dan a la fuga), también todo es corredera y pito ensordecedor. Pareciera que tuviesen afecciones estomacales. La premura trae cansancio y suele matar del corazón. Pero el conductor suicida o asesino en potencia lo pasa por alto.

Insisto, las emociones controladas son ineludibles si no queremos matarnos, matar al prójimo o quedar en silla de ruedas. Verdad es que el peatón irresponsable o despistado cruza calles como si caminara por un parque, cree que hay que cederle el paso cuando no lo tiene, arriesga su vida en vías de fluido rápido y por pereza pasa por debajo del paso elevado peatonal. No obstante, el exceso de velocidad, la sangre alcoholizada o drogada, el desorden y descuido en el manejo y la descortesía son las mayores causas de tragedias y desgracias en avenidas, calles y carreteras.

Los tiempos de los “carritos locos” o “chocones” pasaron y ya no somos niños. Cuidemos no enlutar a nuestra familia ni al prójimo. ¡Así sea!

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Este artículo se publico el 14 de junio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a l autor,  todo el crédito que les corresponde.

Familia, nación, violencia y políticos

La opinión de…..

J. Enrique Cáceres-Arrieta

La familia es piedra fundacional de la nación. Si la familia enferma, sufre el pueblo. Si se atenta contra la familia, se daña a la patria. Si sucumbe la familia, el país se desmiembra y desaparece. Esos son secretos a voces. Entonces, ¿por qué se ataca a la familia con creencias distorsionadas y antivalores? ¿Por qué pretender resolver la violencia yendo por las ramas? Porque la familia no está entre los valores de los que temen se les tache de cursis, débiles, idealistas o religiosos. Prefieren remiendos, pomaditas e imagen.

¿De dónde salen los políticos? ¿De dónde provenimos tú y yo? ¿De dónde surgen los maleantes y mafiosos? ¡De familias! ¿Por qué hay corrupción política? ¿Por qué tanta violencia y gente con gafas “juega vivo”? Porque cosas chuecas han estado pasando en las familias.

Innumerables familias viven de apariencias. Son fábricas de cera, máscaras y cosméticos. Se esconden detrás de cera, cosméticos y máscaras. Una cara más. La gente menuda lo ve y repite las conductas de los adultos.

Claro, hay niños criados y educados por sus padres en ambiente sano y genuino. Pero, al crecer, la mayoría suele entrar a la moda de las gafas “juega vivo” que impera en la nación.

Por consiguiente, mamá debe quedarse en el hogar o regresar para criar bien sus hijos pequeños o adolescentes. Los antivalores aumentan gracias al abandono de mamá y a la paternidad irresponsable.

La inequidad obliga a mamá a salir del núcleo familiar, pero ello no justifica una madre abandonante. Ella es la mayor influencia sobre los pequeños. Por eso debe sacrificar más en las etapas formativas de ellos. Mas con la colaboración y amor de su marido.

J. J. Bachofen y Lewis H. Morgan descubrieron algunas fases de la sociedad moderna, no el inicio de la familia como creen Engels y otros. Ella surgió del corazón de Dios, y él sabe qué le conviene. Dios estipuló orden y función para cada miembro de la familia: Esposo, cabeza de la esposa y autoridad primaria de los hijos. Esposa, ayuda idónea del esposo y autoridad secundaria de los hijos. Hijos, deben obediencia y respeto a sus padres. Hemos hecho lo que nos ha dado la gana y ahí están los frutos. No se trata de fanatismo religioso, sino de redefinir el propósito original de la familia. Ella debe ser sal y luz de la sociedad y el país para acallar las voces que vaticinan la desaparición del matrimonio y familia primitivos.

El niño “posmoderno” es criado por la empleada doméstica, abuelita, televisor e internet. Riquezas y/o confort sin amor y respeto de los hijos son vacuos. Ellos son de la vida y de Dios. Pero mandarlos al mundo sin instrucción es arrojarles a la cueva antivalores. Si en casa no los corregimos con amor, en la calle lo harán con rabia.

El dinero puede perderse y recuperarse, mas el tiempo en el que estuve ausente física y emocionalmente no volverá a pesar del remordimiento y lágrimas por recuperarlo. El común de nosotros ha sufrido abandono físico y/o emocional parental. De ahí buena parte de nuestros sentimientos de abandono, frustración, rabia, baja autoestima. Por tanto, disfrutaré mis hijos hoy para no llorar mañana. Si fuesen ingratos, me dolería pero tendría la satisfacción de que les di mi amor, orientación y tiempo mejor.

Cuando papá cumpla, mamá retorne al hogar, el Gobierno sea firme con los explotadores, la justicia no sea selectiva, haya amor y temor reverencial a Dios y amor y respeto al prójimo, renacerá Panamá.    Es decir, la violencia disminuirá.   La corrupción política no será la regla sino la excepción.   La población carcelaria menguará. La madre soltera y los papás irresponsables prácticamente desaparecerán. ¿Imposible? ¡No! “Sueña, porque el que no sueña es como el pájaro con las alas rotas que no puede volar”, escribió Langston Hughes.

Sin paternalismo y con la colaboración de la empresa privada, iglesias, clubes cívicos, gentes de buena voluntad y ayuda financiera desinteresada de países amigos, el Gobierno debe crear fondos de asistencia social para las madres solteras, ancianos y niños pobres.

El ex presidente Fernando Henrique Cardoso expresó de su país: “Brasil no es un país pobre, sino un país injusto”. Igual sucede en Panamá. Paz no es ausencia de guerra sino paz en el corazón y justicia social para todos.

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Este artículo se publicó el  31 de mayo de 2010 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

El ladrón que se roba a sí mismo

La opinión de…..

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J. Enrique Cáceres-Arrieta

Arthur Barry era un ladrón de joyas conocedor de las artes. Vivió en los años 20 y adquirió fama internacional como el ladrón de joyas más famoso de todos los tiempos por robar solo a personajes ricos y de la alta sociedad.

Una noche, Barry fue atrapado y recibió tres balazos mientras robaba; en medio del dolor hizo una declaración inesperada: “No lo haré más”.   Escapó milagrosamente, y se ajuició durante tres años.   Fue denunciado, capturado y sentenciado a 18 años de prisión.   Después de cumplir su pena, tuvo una vida ejemplar, mas no pasó inadvertido porque la prensa estadounidense se enteró de que residía en Nueva Inglaterra, y muchos reporteros fueron a entrevistarlo.

Entre los comunicadores había un joven que formuló la mejor pregunta: “Señor Barry, usted robó a muchos ricos durante sus años de ladrón, pero tengo curiosidad por saber si recuerda a quién robó más”.   Sin dudar ni un segundo, Barry respondió: “Es fácil. El hombre a quien más le robé fue Arthur Barry.    Pude haber sido un empresario exitoso, un barón en Wall Street y un contribuyente a la sociedad; sin embargo, escogí la vida de ladrón y desperdicié dos tercios de mi vida tras los barrotes de una prisión”.

Esa historia la leí hace años en Nos veremos en la cumbre, de Zig Ziglar. La confirmé en internet hace unos días.

Como Barry, muchos se han estado robando a sí mismos por no usar inteligencia y talentos para el bien, sino para robar, engañar y dañar al prójimo.    Sabido es que detrás de grupos terroristas y bandas de la delincuencia común hay profesiones, talentos e inteligencia inutilizados.

La mayor parte de delincuentes y mafiosos ha sido o es gente talentosa y con coeficiente intelectual elevado. Pero, igual que Arthur Barry, ha elegido robarse a sí misma, creyendo en los castillos en el aire del dinero exprés.

Lo insano está en los barrotes emocionales.   En la imagen que tienen esas personas de sí.   La sociedad suele ser cruel con quien delinque o cae, y nos han vendido la creencia de que somos animales. “Evolucionados”, pero animales.   Si nos creemos animales, ¿cómo pretendemos que nos traten como seres humanos?   Lo determinante es qué creo que soy.   ¿Cómo me veo? ¿Qué creencias tengo sobre mí?   ¿Me percibo digno de lo mejor que la vida me pueda ofrecer o me considero una “víctima”?

Las creencias forjan valores y estos determinan la conducta. “Como es su pensamiento [creencias] es su corazón, tal es el hombre”, escribió el sabio. “No se adapten a los valores [determinantes de conductas] de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente […]”, exhorta san Pablo.   En términos computacionales, debo cambiar el disco duro, o formatearlo e instalar un nuevo sistema operativo de creencias.

Aun cuando el pasado, el ambiente, el temperamento (herencia genética) y el carácter (producto del entorno) tienen injerencia en nosotros, no nos determinan. Eso, según Viktor E. Frankl, nos corresponde. Y soy responsable de encontrar sentido a mi vida y reconciliarme con la vida. Frankl añade: “El hombre no está totalmente condicionado [conductismo] y determinado [determinismo];  él determina si ha de entregarse a las situaciones o enfrentarlas.   No se limita a existir, sino que siempre decide cuál será su existencia y lo que será al minuto siguiente”.

La mayoría de delincuentes comunes (entre ellos los menores de edad) no tiene una razón trascendente para vivir.   No sabe porqué vive.   Les da lo mismo vivir o morir.   Y el peor sufrimiento que un humano puede experimentar es el aniquilamiento de las ganas de vivir.   De ahí a una conducta antisocial, autodestructiva o el suicidio hay solo un paso.

En una cultura materialista, los únicos valores reconocidos son: dinero, poder y éxito.   Por ello hay gentes que aunque no son delincuentes comunes ni mafiosos, no solo usan su inteligencia para cubrir necesidades existenciales, sino también para enriquecerse ilícitamente y aprovecharse del prójimo. Son iguales o peores que el delincuente común.

¿Será que me estoy robando como Arthur Barry?   Puede ser.   Si así es, es tiempo de quitarme las gafas “juega vivo” y renunciar al rol de Arthur Barry, porque al final de cuentas quien más se perjudica  soy yo.

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Este artículo se publicó el  13  de mayo de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Gafas ‘juega vivo’

La opinión de…..

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J. Enrique Cáceres-Arrieta


No sé si te has dado cuenta de que desde que somos niños están de moda las gafas “juega vivo”.  Son lentes que muchísimos en Panamá y otros países –latinos sobre todo– han estado utilizando desde que tienen uso de razón. Es muy “normal” y consciente usarlas.   En realidad, esa marca de gafas es la más vieja y conocida de todas. Puede decirse –sin temor a equivocarse– que las gafas “juega vivo” existen desde la mismísima fundación de la República. Solo que ahora son muchos más los que las usan y muy pocos los que se las quitan.

Esas gafas no son para corregir una afección visual ni para estar despierto e impedir que abusen de tu buena fe, sino que es una mentalidad antisocial para dañar y aprovecharse del prójimo. Es un problema de cosmovisión.   De cómo percibimos la vida y a los demás. ¿Sabías que el cerebro tiene un mecanismo de defensa que inventa excusas para justificar el uso de las gafas “juega vivo”?   El autoengaño es algo terrible. El usuario de las gafas “juega vivo” no solo perjudica al prójimo, sino que además se menoscaba a sí mismo, pues “si me engañas una vez, es culpa tuya; si me engañas dos veces, es culpa mía”, asegura Anaxágoras.

Las gafas “juega vivo” suelen ser usadas por papá al interactuar con sus hijos, mamá con su marido, el esposo con su mujer, ambos con los vecinos. Los hijos han empezado a usarlas por ver que sus papás se las ponen todo el tiempo y porque según mucha gente esas gafas te hacen ver chévere. “Estás a la moda”.   Un sinnúmero de familias usa las gafas “juega vivo” porque son gratuitas y nunca pasan de moda. Uno de los lugares donde más son utilizadas es en las empresas cuando sus dueños no pagan lo justo a sus empleados, violando la ley sobre el salario mínimo.

De los usuarios de las gafas “juega vivo” escribió Hobbes al expresar que “el hombre es el lobo del hombre”. Por ver gentes con gafas “juega vivo”, Marx y otros pensadores postularon acerca de la libertad del proletariado y de un Estado donde no hubiese clases sociales… ni personas con gafas “juega vivo”.   El proyecto fracasó y seguirá fracasando porque también en ese Estado sus dirigentes y los que los apoyan entran a la moda de las gafas “juega vivo”.

Ves sujetos con gafas “juega vivo” al notar que otros conductores se cuelan para pasar la luz del semáforo primero que tú. También hay grupos religiosos con gafas “juega vivo” al abusar de un derecho bíblico para enriquecerse ilícitamente.   Si allí llueve, en otras áreas no escampa porque incontables profesionales han convertido su profesión no en una fuente para cubrir necesidades existenciales, servir al prójimo y ayudar a la niñez, sino comogeneradora de ganancias deshonestas y constructora del ego.

¿Y los políticos? Es raro el político que no use las gafas “juega vivo”. “Muchos entran limpios y salen millonarios”, decía una propaganda por ahí.   A sabiendas, las autoridades de turno no se atreven a quitar las gafas “juega vivo” a los políticos del presente y del pasado, como quien dice: “hoy por ti, mañana por mí”.

Las gafas “juega vivo” son usadas en las calles y avenidas del país, y debes cuidarte hasta en tu casa porque pueden “visitarte” unos adultos y menores de edad armados hasta los dientes y con gafas “juega vivo”. No vacilarán en atentar contra tu vida y tu familia si intentas quitarles las gafas “juega vivo”. Ya varias familias han sido víctimas de grupitos organizados empeñados en sumir a la población en el terror.

Para acabar con la moda de las gafas “juega vivo” debemos quitárnoslas, porque las creencias -cualesquiera que sean- forman valores y estos determinan la conducta. El cambio de gafas debe principiar por mí, mi familia, el Gobierno, los políticos, empresarios, industriales, profesionales y ciudadanos comunes y corrientes.

Toca cambiar las gafas “juega vivo”” por las gafas “amor”. Amor y respeto a uno mismo y al prójimo; amor y temor reverencial a Dios o a tus creencias (todos las tenemos), si eres irreligioso o ateo.  Solo así podremos vivir en paz y justicia social.

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Este artículo se publicó el  26  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

La tensión emocional y el estrés enferman al cuerpo

La opinión de….

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J. Enrique Cáceres-Arrieta

Desde hace años se ha descubierto que la tensión emocional daña de manera paulatina e inexorable al cuerpo porque revienta o se manifiesta como enfermedades psicosomáticas. Tal es el daño del aparato psicoemocional al cuerpo, que se considera entre 70% u 80% las enfermedades de origen psicosomático. Una de las investigaciones más interesantes en psicología es referente a la injerencia que tiene el estrés en la salud. El asesino del humano moderno.

Muchos tendemos a convertir el estrés sicológico y social en una enfermedad corporal. En dicho mecanismo de conversión la persona inconscientemente transmuta un conflicto psicológico en un síntoma físico. La mente enferma al cuerpo.

Antes se creía que no había trastornos físicos originados exclusivamente por factores psicológicos. Se pensaba que un trastorno somático tenía necesariamente un componente biológico que combinado con factores ambientales, sociales y psicológicos desarrollaban una enfermedad psicosomática.

Se ha evidenciado que la mente puede enfermar al cuerpo debido a que se comunica con las células de la sangre llevadas por todo el cuerpo a través del flujo sanguíneo, los vasos linfáticos y los nervios. La urticaria puede provocarla una alergia física o una reacción psicológica. La depresión puede predisponer a ciertas infecciones, como las causadas por los virus de la gripa, impidiendo que el sistema inmune proteja.

La tensión emocional y el estrés mal tratados o encauzados de manera incorrecta pueden desencadenar momentos trágicos, causando incluso la muerte.

Según el Manual Merck, tanto el estrés social como el psicológico pueden activar o agravar un amplio abanico de enfermedades como la diabetes mellitus, el lupus, la leucemia y la esclerosis múltiple. Mas la importancia de los factores psicológicos varía mucho entre diferentes personas con el mismo trastorno.

Aunque sabemos que para que el estrés interno lleve a la depresión depende de la predisposición genética, este incide en el sistema nervioso vegetativo, el sistema simpático y la glándula hipófisis.

Un famoso psicólogo lo ha resumido de esta manera: “Dios perdona nuestros pecados; la gente también a veces los perdona. Pero el sistema nervioso no los perdona nunca”. ¡Cuidado! Las preocupaciones, estrés, tensión emocional, odios, resentimientos, ira y otras emociones suicidas reprimidas o mal canalizadas tarde o temprano pasan factura.

¿Cuál es entonces el medicamento apropiado para curar una enfermedad psicosomática? ¿Será la medicina convencional? ¿O la alternativa? ¡Ninguna de las dos! Lo correcto es resolver el conflicto emocional y aprender a reaccionar a los estímulos endógenos y exógenos a fin de que la “enfermedad” desaparezca; es decir, un cambio de actitud ante el conflicto interno y la presión externa.

No es sencillo, pero tampoco imposible practicar. Si soy consciente de que conducir el automóvil o un choque emocional con alguien me afecta con un insoportable dolor de cabeza, lo indicado es externalizar (no reprimir) o permitirme sentir la emoción apretando una pelota de hule, escribiendo lo sentido, contando del uno al 10 o escuchando música cristiana o clásica, hasta que el malestar desaparezca. El displacer debe ser resuelto y liberado para que el dolor físico se esfume. Poco ayudará la ingesta de medicamentos, pues el displacer es producido por emociones mal canalizadas. Lo físico pierde peso y se va si resuelvo lo emocional.

La feliz resolución de un conflicto emocional debe tratarse con un especialista en emociones que no tienda “curar” todo con drogas ni vea al paciente como cliente. De lo contrario, el tratamiento errará el blanco por seguir la moda médica de recetar y las únicas beneficiadas serán las finanzas del terapeuta. El paciente vivirá “aliviado” mientras esté drogado, pero apenas pase el efecto del medicamento vuelve el problema. Somos propensos a dar importancia a los achaques corporales o a lo que por intolerable impide accionar, mas como los trastornos psicológicos y los conflictos emocionales suelen agazaparse no les damos la trascendencia debida.

¡Cuidado con la tensión emotiva y el estrés… enferman y matan!

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Artículo publicado el 18 de marzo de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

El amor no hace mal al prójimo

La opinión de…..

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J. Enrique Cáceres–Arrieta

Si intentara definir el amor, hallaría serias dificultades. No caeré en la tentación. Lo importante no es definirlo, sino entender que el amor no hace mal al prójimo. Que si me amo y acepto tampoco atentaré contra mí. Amarme y amar es vital.   El amor es un valor universal objetivo. Religiones, filosofías, morales y éticas lo consideran un bien fundamental. De la ley moral (adherida en nosotros sin importar que seamos teístas o ateístas) del universo moral en que existimos, el amor es preeminente.

Amar es lo único trascendental. Lo más potente en el universo. Creencias religiosas, filosóficas, ideológicas, morales, éticas y naturalistas suelen pasar y quedar en el olvido porque sus postulados y paradigmas son remplazados o renovados por otros más ajustados a la verdad, mas el amor permanece. “Las muchas aguas no podrán apagarlo ni lo ahogarán los ríos”, escribió el sabio. El amor vence resentimiento, rencor, odio, desamor. Nunca el desamor ha vencido al amor. Jamás resentimiento, rencor, odio prevalecerán sobre el amor. Nadie en el goce de sus facultades psicoemocionales se opone al amor. Repudiamos religiones, filosofías e ideologías porque abrazamos creencias e intereses y arrastramos emociones y criterios cargados. Pero nunca objetamos al amor pues nuestra búsqueda primaria y más apremiante necesidad natural es el amor.

La religión y filosofía pretendidas como verdaderas deben girar sobre tres puntos eje. En religión, amor a Dios sobre todas las cosas, temor reverencial a Él y amor al prójimo como a uno mismo. En filosofía, amor al prójimo como a uno mismo. El amor repite por ser un valor universal objetivo reconocido por religiones y filosofías. Pero frecuentemente está ausente en religiosos y filósofos. Por ello conflictos y barbaries, en religiones e ideologías. Y la retórica intolerante e incendiaria, en filosofías.

Verdad sin amor es legalismo y fanatismo. Amor sin verdad es sentimentalismo empalagoso e indulgente. Franqueza sin amor es impiedad. ¿De qué vale religión sin amor y temor a Dios y sin amor al prójimo? ¿De qué sirven filosofía, ética y ciencia sin esos ingredientes? O si soy ateo y/o practico una religión sin Dios, ¿sin amor al prójimo como a uno mismo? Sin amor, eso es heno, hojarasca y madera que el fuego quema.

Si practicáramos la mitad de lo bueno que sabemos, la convivencia sería mejor. Si guardáramos la ley moral escrita en la conciencia, el mundo fuese diferente. El inconveniente no estriba en falta de moral, ética y ley, sino en el nulo temor a Dios y casi generalizado desamor a Dios y al prójimo.

El desafío es amarme y amar al prójimo como a mí mismo. La religiosidad no justifica la omisión porque sin amor al prójimo como a uno mismo la religión es hueca. Si soy ateísta, el ateísmo tampoco exime pues el amor es el valor universal objetivo por excelencia.

¿Seremos capaces de observar tal mandato siendo meros religiosos o viviendo sin Dios? No. Con esfuerzos humanos es imposible amar al prójimo como a uno mismo. Si hacemos honesta introspección, notaremos ausencia de amor al prójimo. En nuestra naturaleza no hay amor ni perdón para quien lesiona honor e intereses o daña a la familia. Vivir sin Dios y asegurar amar al prójimo como a uno mismo es autoengaño. Y para vivir como si Dios no existiera no es menester ser ateo.

La vida es breve, una sola y muy frágil; por tanto, haré todo lo posible para vivir en paz con la mayor cantidad de personas, permitiendo que sea el amor (sobre creencias religiosas, filosóficas, ideológicas o naturalistas) el vínculo que al prójimo me una, pues “si no tengo amor, nada soy”; y si lo que hago lo hago sin amor, “de nada me sirve”, escribió el ex perseguidor que camino a Damasco tuvo un encontronazo con el amor encarnado.

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Publicado el 25 de enero de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.