De la inspiración de…..
Juan Ramón Morales
Dedico estos versos al hombre que a sus Noventa años sigue siendo un roble gigantesco. A Don Ramón Guerra, a quien en vida mi a padre dispensó grandes reconocimientos. Por: Juan Ramón Morales Juramor777@hotmail.com. Mayo de 2005.
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DIOS SE DECLARÓ CHIRICANO
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¡Oh Valle! nostálgico de mis amores,
Como ciento en mi alma la tristeza,
De sentirme lejos de tus flores,
Do tus campiñas ofrecen su belleza.
Tus montañas bellas y soñadoras,
Que cautiva y retiene para siempre,
En estas tierras gratas y acogedoras,
Al transeúnte de enero a diciembre.
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Como han quedado hechizados,
Bajo el sortilegio de este valle hermoso,
Hombres y mujeres que han llegado,
Y han formado en él hogar frondoso.
Las riveras de tus ríos, la cúspide del Barú,
La tierra negra y fructífera de la Concepción,
La alegría inmensa de nuestra juventud,
Y el trabajo agreste del vaquero en Boquerón.
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Ese frío tan saludable del Boquete y del Volcán,
Tienen el magnetismo que solo al paraíso,
Lo podremos con modestia y alegría comparar,
Porque es para vivir, el lugar siempre preciso
Do volcamos nuestras energías al trabajar.
Como lucen en las laderas los cafetales,
Que vierten sus frutos para la mesa en las mañanas
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Olor fragante de cafetos bañados por manantiales,
Que nacen y corren cristalinos en las montañas.
La indiada cuando cosecha los cafetales,
Alegre cantan y bailan felices danzas,
También los niños que no se cansan,
Sirven de gran soporte, en trabajos tales.
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Por las mañanas el campesino toma su rula,
Y se marcha al campo para cortar,
Toda la caña y regresa a casa porque su fula,
Le sirve el desayuno que se puso a cocinar.
Lleva cargada la caña para iniciar la molienda,
Así toda la faena, el vaquero ya tiene lista,
Sus hijos mayores arremeten en la pista,
Y el primer guarapo, que se libra en la contienda,
Se lo beben los pequeños en la hora de merienda.
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Cuando ya el guarapo está listo, se inicia la batición,
Aquí no hay distingo, porque los chicuelos todos,
A trabajar se disponen, y piden a Dios su bendición,
Para que la panela y la miel, de todos modos,
Sea sabrosa, muy rubia y con mucha distinción.
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Empaquetadas la miel y la panela en el bijao,
Marchan todos con el producto de su sudor,
Hasta el mercado, muy de mañana donde el vaho,
Y el frío muy tempranero enfrenta con gran valor.
Son respetuosos de los domingos,
Y van a rendir tributo a nuestro Señor,
Visten sus mejores galas y sin distingo,
Ofrecen su diezmo sin dilación.
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No dejan pasar las horas y así corre a raudal,
La chicha fuerte, nuestro seco chiricano,
Y dedicándose a beber, el viento primaveral,
Los conducen a su casa para dormirse de plano.
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Los cangilones de Gualaca, como tallados,
Con la precisión de un gigantesco compás,
Tiene en su reivera esculpidos y labrados,
Diferentes niveles para poderse bañar,
Cangilones misteriosos que los siglos han legado.
Los corrales de terneros y de vacas, llenos,
Y sus vaqueros que al cinto llevan la soga,
Para enlazar los animales siempre tan buenos .
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Lleva el vaquero sus herramientas, también la toga,
Trajinan mucho llevando bestias por el terreno
Y terminan la jornada y corren prestos
Para departir en su casa con su prole y su mujer
Y alegre llega y siempre dispuesto,
Lo reciben con ricas viandas para comer.
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Como derrocha los tantos productos la agricultura,
Plátano, arroz, hortalizas y sin duda grandes maderos,
Que de la tierra arrancamos y que es gran ventura,
Que se presenta siempre para todos los cosecheros.
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¡Oh Chiriquí! De mis amores, de mis hermosos sueños,
te canté de niño, de hombre y como poeta,
y al cantarte quedo absorto en mis ensueños,
porque estás inmerso en mi alma cual saeta,
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¡Oh Chiriquí!, estás en mi corazón y te amo con empeño.
Adorarte desde antaño, cuando en tus retretas,
A raudales la música corría y la cultura reinaba,
Siempre esplendente con timbre de orgullo chiricano,
Cómo podría olvidarte si nos dabas,
Tus conciertos, aquellos, jueves con agrado soberano.
¡Cómo he de olvidar el aporte que sin lugar a dudas,
constituye la palabra de Don Chago, Ramón Guerra
y de Juan B., a quienes mi corazón con cariño saluda,
son timbre de orgullo que nuestra historia encierra.
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Es preciso que en mis versos también rinda tributo,
A esa figura cuya chispa siempre picaresca y sana,
Dejó una obra de picantes epigramas, cuyo fruto,
Le granjeó respeto, admiración de ayer y de mañana,
Porqué no decirlo, es a mi Abuelo Ramón a quien tributo.
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La belleza exquisita de la mujer chiricana,
No tienen en forma alguna comparación,
Su belleza, su donaire es ritmo y es canción,
Mis bellas sobrinas tienen un toque de filigrana.
Representan con elocuencia la belleza chiricana.
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Quiero agregar con infinito orgullo,
Que de toda la belleza que tiene Chiriquí
Esplendente y majestuosa, como luces de cocuyo,
Nacieron mis bellas nietas y se posaron en mí.
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Chiriquí tiene tantas y primorosas bondades,
Porque mi Dios derramó sobre esta tierra,
Lo mejor que hubo en tantas edades,
Y lo enclavó en lo bello de sus sierras.
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El Señor, volcó todo lo grande de su arcano,
Sobre esta tierra bella, y se declaró su dueño,
Y al hacerlo confirmó sin ambages ser panameño,
Pero, más que todo ello, se declaró chiricano.
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Poema enviado a Panaletras, el 5 de diciembre de 2009 por el autor, a quien damos todo el crédito que le corresponde.
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