Los nobles fines del liberalismo y sus enemigos

La opinión de…

 

George Youkhadar Allis

El liberalismo, como una corriente de pensamiento económico y político, ha sido objeto de un amplio abanico de ataques procedentes tanto del mundo académico como político; muchos de los cuestionamientos que se le han hecho al liberalismo carecen de una seria fundamentación académica y política.

Los factores que han motivado estos ataques son múltiples y complejos, pues los supuestos básicos del esquema de pensamiento económico, filosófico, político y social del liberalismo ha puesto en entredicho, a lo largo de su historia, toda forma de organización política que contravenga primero a la libertad, como un derecho natural e inviolable a todo ser humano, la cual ha precedido cualquier forma de organización–gubernamental que el hombre haya creado.

En segundo lugar, el principio inalienable de la igualdad de todos los hombres, independientemente de su raza, credo político, condición social y económica, ante la ley y el Estado y, por último, el derecho a la propiedad e iniciativa privada, como el principal motor de la generación de riqueza y progreso económico que el hombre haya creado a lo largo de la historia.

Todas las doctrinas políticas que han cuestionado al liberalismo a lo largo de la historia, a través de diferentes formas de gobierno –sean absolutistas, comunistas–totalitarias, fascistas–dictatoriales– y demás regímenes democráticos o seudo democráticos, por medio de políticas económicas mercantilistas, keynesianas y estatistas que se han sustentando en la intervención y regulación estatal de la actividad económica, como su motor de desarrollo económico, han terminado generando desde sus entrañas más miseria, desigualdad económica y violencia dentro y fuera de sus respectivas sociedades.

Esta concentración de poder histórico ha comenzado con los gobiernos con formas monárquicas absolutistas, continuando por la extrema izquierda totalitaria, sustentada en los principios de la dictadura del proletariado y del colectivismo marxista y los regímenes fascitas–totalitarios y, por último, pasando por los Estados socialdemócratas y demás variantes de sistemas dictatoriales autoritarios sean de tendencia izquierdista y derechista que surgieron a lo largo del siglo XX. Estos regímenes terminaron conllevando a la limitación o eliminación de los derechos políticos, sociales y económicos que el liberalismo, como doctrina de pensamiento, ha defendido a lo largo de su historia.

He aquí la principal razón por la cual a los liberales en el mundo entero se les ha atacado constantemente desde diferentes ángulos del espectro político–ideológico. La doctrina económica liberal nunca ha defendido intereses económicos oligopólicos, sean privados o estatales, pues ha puesto de manifiesto hasta la saciedad que el libre mercado tiene como fin noble, la libre competencia de miles de oferentes, generadores de riqueza y bienestar económico, que puedan ofrecer los mejores servicios y bienes a los consumidores, con el objetivo de que estos puedan mejorar su calidad de vida económica.

Y no, como los incapaces detractores del liberalismo económico le han hecho creer a los incautos, que por desconocimiento de los verdaderos fundamentos económicos del liberalismo, que las políticas económicas liberales van dirigidas a beneficiar a un pequeño grupo de burgueses privados en detrimento de las grandes mayorías sociales. Cuando la realidad histórica ha demostrado que los grandes logros de bienestar económico que ha experimentado la humanidad en los últimos siglos, y a pesar de ciertas crisis, ha sido el producto de esa iniciativa de la burguesía en producir esa riqueza que ha permeado hasta los sectores más pobres y marginados de las sociedades contemporáneas.

Esa pobreza que aún persiste en gran parte de los países en vías de desarrollo ha sido más el producto de las formas de gobierno antes descritas, que de las políticas liberales, pues la corriente de pensamiento liberal persistentemente ha abogado por el ascenso social de los más necesitados, a través de las mejoras de sus condiciones de vida, ha defendido las libertades políticas, como la libertad de expresión, la tolerancia política, la libertad de culto, la libertad de organización, y demás derechos sociales y económicos, a través del amparo del estado de derecho, sustentado en la división de poderes. Estos han sido los principios más nobles que el liberalismo como doctrina de pensamiento político, social y económico ha sustentado desde su aparición en la historia de la humanidad.

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Este artículo se publicó el 3  de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

El fracaso del sentido común

La opinión de…

George Youkhadar Allis

El libro A Colossal Failure of Common Sense ha generado desde su publicación, en julio de 2009, una ola de controvertidas revelaciones inéditas e inusuales, por la simple peculiaridad de provenir de una figura que estuvo en carácter de vicepresidente de una de las instituciones más legendarias del mundo financiero, no sólo de Estados Unidos, sino del mundo entero como lo fue Lehman Brothers. El colapso de Lehman Brothers, acaecido en el año 2008, fue el epicentro de la crisis financiera mundial que generó la mayor recesión económica dealcance global desde el gran crac económico de los años 30.

Comentar sobre el libro en cuestión es una tarea muy delicada, más cuando hemos tenido nuestro propio criterio sobre los principales factores que conllevaron de forma conjunta el estallido de la crisis financiera de 2008. No obstante, nunca obviamos el papel que jugó en la crisis financiera y, de manera obvia, las fallas que tuvieron no sólo a nivel ético y moral, sino técnico–financiero, los responsables del manejo financiero de las principales instituciones, tanto privadas como públicas, que se vieron envueltas en la generación de esta crisis.

Entre uno de los aspectos que Lawrence McDonald, autor del libro, analiza y devela como la causa de la caída de Lehman Brothers se encuentran los pormenores de las políticas financieras que la plana mayor de dicha empresa, conformada por un staff de altos gerentes y expertos financieros–contables, llevaron a cabo. Y donde la arrogancia, el talento, la ambición y la codicia terminaron convirtiéndose en una potente mezcolanza que en algunas ocasiones generó mucha riqueza, pero que al final de la historia término siendo paradójicamente uno de los principales factores que conllevaron a la caída estrepitosa de la legendaria empresa financiera.

Para Larry McDonald, la caída de Lehman Brothers no fue una sorpresa, pero se pudo haber evitado si el sentido común hubiese prevalecido, pues dentro de las importantes revelaciones que el citado autor realiza en su libro, destacan las advertencias que desde 2005   habían recibido el presidente de Lehman Brothers y el delegado consejero; el autor menciona que ya se habían realizado fuertes advertencias sobre la eventual implosión de la burbuja del mercado inmobiliario y el colapso que este forzosamente iba a enfrentar. La negativa de estos dos altos ejecutivos en escuchar las advertencias, que emanaban del mismo seno de Lehman Brothers, reflejó esa combinación explosiva, esos rasgos que caracterizaron la conducta de la plana mayor de esta institución financiera.

Ese fracaso colosal del sentido común, que conllevó al aislamiento del jefe ejecutivo de Lehman Brothers y de sus más cercanos colaboradores, y su consiguiente desaparición, debe ser, según Lawrence G. McDonald, una lección importante, no sólo para prevenir futuros desastres como estos sino servir de faro aleccionador para los responsables del manejo de las políticas financieras, tanto públicas como privadas en Estados Unidos y en el mundo entero.

Siguiendo esta línea de reflexiones, consideramos que las mismas deberían servir para apuntalar la necesidad de mantener el espíritu de los principales lineamientos del pensamiento liberal económico, como lo ha sido, el libre mercado y la iniciativa privada; los cuales fueron cuestionados por sus sempiternos enemigos globales, aprovechando las fallas que aciagamente un grupo de inescrupulosos gerentes cometieron y que han pretendido ser presentadas como el común accionar del resto de los demás entes, tanto privados como públicos, de las diferentes latitudes mundiales que han defendido la libre empresa y el capitalismo liberal como el principal motor del progreso económico y material que ha tenido el mundo contemporáneo.

La Fundación Libertad y la Bolsa de Valores de Panamá le invitan a un desayuno con Lawrence G. McDonald este viernes 19 de noviembre. Para más información llame al 399-1466.

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<> Este artículo se publicó el 16  de noviembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor  en: https://panaletras.wordpress.com/category/youkhadar-allis-george/

Políticas públicas y competitivad

La opinión del Abogado Especialista en Negociaciones Económicas Internacionales….

George Youkhadar Allis

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POLITICAS PÚBLICAS Y COMPETITIVIDAD 

La competitividad se ha transformado en un factor de vital importancia para las economías de las  naciones desarrolladas, como las que están en vías de desarrollo,  como la panameña.   La acepción competitividad  ha sido utilizada para hacer referencia a la capacidad de una organización económica  sea  privada  o pública,  en conservar y mejorar sistemáticamente sus ventajas comparativas, permitiéndole así sostener y optimizar su posición en su entorno socioeconómico nacional o global.

No obstante a esto, la capacidad de las organizaciones económicas en mantener sus niveles de competitividad económica, no dependen únicamente de éstas. Pues elementos como la productividad horas hombres de trabajo, inversión en nuevas tecnologías, adquisición de  nuevos bienes de capital y las ventajas comparativas que pueda ofrecer un país determinado. No garantizan el sostenimiento de los niveles de competitividad, a mediano y largo plazo de las mismas. Pues la compleja interrelación de las variables tanto endógenas como exógenas, que circunscriben las estructuras empresariales, dentro del complejo mundo de la globalización económica,  envuelven ciertos aspectos que inciden en los niveles de competitividad de una nación, que sólo pueden ser garantizados y sustentados por un marco de políticas públicas eficientes, que estimulen constantemente la competitividad en una nación determinada.

En el caso de las economías latinoamericanas nos encontramos con que las mismas,  se han caracterizado por desarrollarse en un marco socioeconómico e institucional, con  altos niveles de intervención estatal, y de discrecionalidad político-administrativa, en las actividades económicas de sus respectivos países. Lo que las ha conllevado  a la conformación de estructuras económicas, que en  mayor o menor grado han basado su dinámica en la relación  político-clientelar, y no en los principios de eficiencia que deberían sustentar a una economía. Generando esto el desarrollo de economías rentistas, y  de «mercados» imperfectas. Donde  sectores productivos  monopólicos y oligopólicos, han terminado creando estructuras económicas ineficientes y excluyentes, incapaces de generar suficiente riqueza y oportunidades de desarrollo para los sectores más pobres de sus respectivas sociedades.

Si a esto se le suma,  el círculo  vicioso de, pobreza económica, y bajos niveles educativos,  variable ésta indispensable dentro de la ecuación de las ventajas competitivas,  que han estado estructuralmente presentes en las sociedades latinoamericanas. Nos encontramos con un escenario, en el cual, los factores antes señalados, han actuado como inhibidores,  no sólo de las potencialidades económicas que en términos de ventajas comparativas, puedan poseer estas naciones, sino por  la incapacidad misma que  estos países,  históricamente, han demostrado a la hora  de aprovechar de manera eficiente, las propias oportunidades que el proceso de la globalización económica les ha brindado,  en las últimas décadas, al no haber sabido explotar  económicamente,  la apertura que los mercados globales les han  ofrecido.  

 Frente a ese complejo escenario, de errores históricos, de vicios políticos bien arraigados en la cultura sociopolítica latinoamericana.  La única alternativa que las naciones en vías de desarrollo de Latinoamérica, como Panamá, tienen para lograr desarrollar economías altamente competitivas a largo plazo, capaces de generar suficientes riquezas y oportunidades de crecimientos y bienestar socioeconómicos para sus respectivas sociedades. Es la de elaborar e implementar  un conjunto de políticas públicas, bien articuladas,  en el ámbito educativo, de infraestructura, de salud pública, e institucional,  a través de la acción de las autoridades públicas  de estos países, en el seno de sus respectivas sociedades.  Que coadyuven al desarrollo de un entorno económico-institucional que estimule la conformación de una verdadera economía de mercado, eficiente, e incluyente socialmente, capaz de brindarle igualdad de oportunidades a los menos desfavorecidos socialmente. Y que de igual manera  estimulen  la  libre competencia, la eficiencia socioeconómica, no sólo de los actores privados de la economía, sino del Estado mismo, que a través de sus instituciones, sean estas, el  Poder Judicial, Legislativo y Ejecutivo, garanticen no sólo la continuidad e implementación de las políticas públicas requeridas a lo largo del tiempo, sino que como ente garante y arbitrador, vele por los principios jurídicos, éticos y morales mínimos, que se requieren para que una sociedad pueda alcanzar sus bienestar económico  por medio  del  trabajo eficiente, creativo, y el de la  responsabilidad social de sus diferentes actores.

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Artículo enviado el 24 de septiembre de 2009 a Panaletras para su publicación por el autor a quien damos todo el crédito qeu corresponde.

 

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Panamá en el juego de las inversiones extranjeras

PANAMA EN EL JUEGO DE LAS INVERSIONES EXTRANJERAS

La opinión del Abogado,   Especialista en Negociaciones Económicas Internacionales…

George Youkhadar Allis

Competitividad, ventajas comparativas, tratados de protección de inversiones extranjeras, sean de carácter bilateral como multilateral, y estímulo a las inversiones extranjeras, de índole fiscal y jurídico, se han vuelto un leguaje común en el mundo de los negocios globales.   Más cuando en este complejo mundo de desafíos, riesgos y oportunidades para la inversión privada extranjera, los Estados, en especial los catalogados como en vías en desarrollo,  han colocado en mayor o menor grado en sus respectivas agendas de políticas económicas y públicas, el tema de las inversiones extranjeras como uno de los medios más importante de estimular el desarrollo económico de sus respectivos países.

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Históricamente las inversiones extranjeras han sido vistas en los países en desarrollo, como un instrumento de dominación económica colonial e imperial, de las grandes potencias económicas. En función de una relación de explotación y dependencia económica en beneficio de la potencia o potencias económicas en cuestión, y en detrimento de los países pobres y explotados del tercer mundo. Visión ésta que ubicaba la relación empresa multinacional, y el país de origen de ésta, con respecto a la nación receptora de la inversión extranjera en una relación de suma cero.  Donde todos los beneficios obtenidos por las empresas extranjeras iban en detrimento del país receptor en cuestión.  Percepción que sustentó la anacrónica teoría de la dependencia y el intercambio económico desigual dentro del comercio internacional.

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Con el incremento del intercambio comercial y liberalización del comercio mundial a partir del final de la Segunda Guerra Mundial,  y la ulterior desregulación de los mercados financieros internacionales, y la consiguiente globalización de los mismos; se creó un entorno económico mundial, donde la competencia por la captación de inversiones extranjeras dejo de ser sólo uno de los medios de progreso económico, en la agenda económica de las naciones en vías de desarrollo,  sino uno de los puntos más relevantes en la agenda de las grandes potencias económicas de mundo.

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Muchas han sido las teorías que han tratado de explicar la inversión extranjera directa.  Estas han ido, desde aquellas que han teorizado sobre las estrategias buscadoras de nuevos mercados, o defensa de los mismos, (ver teoría del ciclo del producto de Vernon),  hasta las que han reflexionado sobre la búsqueda de mayor eficiencia en la producción, basada en economías de escala, o en las mejores ventajas comparativas, y competitivas que pueden ofrecer ciertas naciones, pasando por las que apuntan a la búsqueda de conocimientos.

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Estos enfoques han tratado de explicar las decisiones de inversión extranjera directa, por parte de los agentes económicos extranjeros, sean empresas multinacionales, supranacionales.  O simplemente una pequeña o mediana empresa que decide iniciar inversiones más allá de sus fronteras inmediatas.

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Este agregado de teorías han pretendido explicar en su conjunto, una decisión estratégica de comportamiento económico complejo que es tomada por agentes globales de negocios en un escenario económico altamente interdependiente y complejo.

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Más cuando muchas naciones tienen una alta dependencia de los mercados internacionales tanto para su desarrollo como supervivencia económica y política. Y por ende se ven obligadas a implementar un conjunto de políticas económicas y públicas, que van más allá de los simples estímulos fiscales, que suelen otorgarse temporalmente a ciertos tipos de inversión extranjeras, y que abarcan aspectos más complejos como su nivel educativo, cultura socio-política, marco jurídico, la transparencia del sistema de justicia, y gestión administrativas de los respectivos gobiernos, como el de la estabilidad política de los mismos.

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Dentro de este marco de factores tal vez uno de los más relevantes a tomar en cuenta por una empresa extranjera a la hora de realizar una inversión en una nación en vías de desarrollo como Panamá y sus congéneres latinoamericanos, es el referente al del nivel riesgo político-jurídico.

Elemento éste que ha sido desde el punto de vista científico-metodológico difícil de medir y predecir con cierta exactitud. Pues en la evaluación del riesgo político por parte del inversor extranjero, se trata de determinar y balancear eventos políticos inesperados que puedan afectar el bienestar de la corporación.

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Artículo de opinión enviado a Panaletras directamente por el autor a quien damos todo el credito que le corresponde.

Libertad para todos

Libertad para todos

La opinión del Abogado…

George Youkhadar Allis

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El 12 de agosto, la Fundación Libertad de Panamá, presentó el libro «Libertad para Todos» del autor Héctor Ñaupari, abogado, ensayista y poeta peruano, Vicepresidente de la Red Liberal de América Latina, RELIAL.

En la citada conferencia pudimos oír la diáfana y brillante presentación del citado libro. Donde Héctor Ñaupari, reflexionó sobre algunos de los grandes males socio-culturales que han aquejado a la América Latina, y que no le han permitido concebir, sociedades sustentadas en los principios más nobles y transparentes del liberalismo, como corriente de pensamiento filosófico-político y económico.

Una de las grandes reflexiones hechas por Ñaupari, giraron a la tendencia autoritaria que culturalmente ha prevalecido en la cultura socio-política de las sociedades latinoamericanas, algo que según el citado autor no ha permitido inculcar de forma eficiente uno de lo principios básicos del liberalismo como es el de la libertad individual. Situación esta que ha conllevado a estas sociedades, ha engendrar Estados altamente intervencionistas e ineficientes, que sólo han servido de instrumento a los más oscuros e innobles intereses políticos y económicos en detrimento del bienestar socioeconómico de sus respectivas sociedades.

Otras de las deliberaciones planteadas por el escritor peruano, giraron sobre la burda manipulación que ha sido objeto el Liberalismo como corriente de pensamiento social, por parte de los sectores populistas y de izquierda de la América Latina, al descalificar al liberalismo como una corriente ideológica alterna, que sólo defiende los intereses de los sectores más poderosos económicamente, en detrimento de las grandes mayorías desposeídas y pobres de Latinoamérica y el caribe. Poniendo al libre mercado como un modelo que solo beneficiaría a los grandes conglomerados económicos sean estos nacionales o extranjeros. Algo que desgraciadamente ha sido totalmente falso. Pues ha sido el mismo populismo e izquierdismo latinoamericano, cargado de una gran charlatanería y sentimentalismo, el que ha engendrado los privilegios y desigualdades que éstos mismos pretenden atribuir al liberalismo.

Tal vez el autor peruano en su brillante presentación y a título de autocrítica, acertó cuando sostuvo que la falla de los liberales ha sido no haber sido capaces de vender nuestro proyecto de sociedad, al no ser tan eficientes a la hora de motivar sentimentalmente a las grandes mayorías sociales de nuestro continente. Como si lo han sabido hacer los reiterativos movimientos y partidos populistas de corte izquierdista en la América Latina, al ser estos más exitosos en hipnotizar a las masas descontentas, que en solucionar estructuralmente sus problemas socio-económicos y políticos.

Otra de las importantes reflexiones de índole auto-crítico realizadas por el autor peruano a los defensores del liberalismo en América Latina., es que estos se han centrado en la defensa de los principios básicos del libre mercado, en detrimento de otros principios de índole social y político, que deberían ser expuestos como pilares fundamentales del pensamiento liberal, como una corriente socio-política alterna a los fracasados experimentos ideológicos de corte populista e izquierdistas que han prevalecido en Latinoamérica en las últimas décadas.

Gracias a la actividad promotora de la Fundación Libertad Panamá http://www.fundacionlibertad.org.pa/, podemos tener acceso a esta interesante obra del escritor peruano Héctor Ñaupari, la cual nos brinda de manera sencilla y expedita, la oportunidad de entender las causas muchos de los males que aquejan a nuestras sociedades latinoamericanas.

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Publicado el 24 de agosto de 2009 en el diario El Panama America Digital, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde

El arreglo de la crisis global…

¿EL  ARREGLO DE LA CRISIS  GLOBAL?

George Youkhadar Allis

Muchas han sido las divergencias proverbiales que siempre han estado detrás de los policy makers, a hora de elaborar las políticas económicas  de “rescate”. Que han pretendido solventar crisis económicas, como la que  aqueja actualmente a la economía mundial.

Dos  son los factores que  usualmente han estado detrás de estas discrepancias.  El primero ha sido, el de los supuestos ideológicos, que han condicionado a priori las conclusiones o resultados obtenidos de los análisis que tratan de  determinar las causas de  la crisis planteada. El  segundo, son los juicios de valor que axiomáticamente suelen introducirse a la hora de proponer algunas soluciones teóricas, o modelos económicos, como remedio a la crisis económica en cuestión. Estos sesgos políticos-ideológicos de índole circunstancial y coyuntural, han  prevalecido en ciertos momentos,  sobre aquellas propuestas de políticas económicas,  de mayor rigurosidad científica. Que coadyuvan por soluciones, estructurales y sustentable a mediano y largo plazo. Y no a remedios efectistas y populistas de corto término, e inconsistentes a largo plazo.

La actual crisis económica global, no ha escapado a esta divergencias, más cuando la multiplicidad de actores involucrados en los análisis de las misma, ha envuelto diversidad de países con diferentes sistemas politicos y económicos. Los EE.UU., ha implementado  unas medidas  de rescate financiero, que ha incluido un paquete  de gasto público y desgravación fiscal por 800 mil millones de dólares. De igual forma, la Reserva Federal estadounidense y el Banco de Inglaterra, redujeron sus tasas de interés casi a cero, siguiendo una política monetaria expansiva. Así como la compra de bonos emitidos por sus respectivos gobiernos. A diferencia de la  reacción del Banco Central Europeo, que ha sido más cuidadoso al temer provocar una ola inflacionaria, dejando a cada uno de los gobiernos europeos adoptar sus propias medidas. Y  China por su lado,  comenzó a implementar un paquete de estímulos fiscal, dirigido a la inversión pública en infraestructura, con el fin de incentivar  su demanda agregada de bienes y servicios.

Este conjunto de medidas que han ido desde los recortes de impuestos, aumento  del gasto público, hasta  la reducción de las tasas de interés, han tenido como objetivo incentivar la demanda agregada desde la perspectiva del modelo Keynesiano.  Con el fin de reactivar el crecimiento económico mundial.

No obstante, algunas voces autorizadas como Michael Boskin, prominente economista estadounidense, de la Universidad de Stanford, se ha preguntado “¿Funcionarán  las tasas de interés cercanas a cero, los rescates del sector financiero y los estímulos fiscales?”  Más cuando la data empírica según Boskin,  nos demuestran que el 75% del consumo en los Estados Unidos, se basa en las expectativas positivas o negativas que los consumidores tengan de la economía a más largo plazo, y no en los ingresos a corto plazo.

En lo referente a el gasto en infraestructura, es una realidad a voces admitida por los propios Keynesianos, que el mismo suele tener efectos lentos sometidos a consideraciones políticas-burocráticas de sus respectivos gobiernos.   Más cuando la evidencia histórica ha demostrado, que tanto, en la Gran Depresión de los años 30, el desempleo en los EE.UU., era en 1939 del 15%, una década después del inicio de la gran depresión.  Como el paquete del estímulo fiscal de los 90  implementado por Japón,  en infraestructura de unos 15 a 20 billones de yenes anuales, no impidió su década perdida.

Este conjunto de medidas, sumadas a las presiones que ha recibido los EE.UU., y los gobiernos europeo, en función de  aumentar las regulaciones financieras de los mercados financieros.   Al parecer no han terminado de enviar señales claras de una recuperación económica estable a mediano y largo plazo, más cuando por las naturaleza misma de las medidas de estímulo económico implementadas,   que llevan  implícitas los efectos negativos de la inflación, y del creciente déficit fiscal en el cual ha incurrido los  gobiernos, en especial el  estadounidense, para financiar sus paquetes de medidas de rescate financiero y estímulos económicos.  Han sembrado dudas, sobre la sustentabilidad de las políticas económicas y públicas adoptadas  por las grandes economías del mundo para arreglas esta crisis.

Es muy temprano para deducir todas las conclusiones de esta crisis, no obstante hay un par de ellas que muy a pesar de los detractores del libre mercado, son irrebatibles por la evidencia empírica. Una, es que parte de las intervenciones y regulaciones financieras estadounidenses de su mercado inmobiliario incubaron la crisis hipotecaria de ese país, y sus consiguientes secuelas negativas.  Lo cual no nos lleva a dejar  de reconocer el peso que también tuvieron  el comportamiento poco ético en el cual incurrieron  ciertos agentes de los mercados financieros globales, como (las bancas de inversión y las calificadoras de riesgo), así como las fallas en el esquema de regulación financiera.   Y la otra es la que nos señala, que ninguna de las medidas, de política fiscal, monetaria y de regulaciones más estrictas que hasta ahora se han tomado, han sido las más óptimas.  Lo que nos lleva a plantear la siguiente interrogante ¿Realmente el problema ha sido más el libre mercado en sí, o la  propia  intervención y regulación de los gobiernos en el mismos?.

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Enviado el 17 de julio de 2009 por el autor para su publicación en Panaletras.

El sindrome de la caja negra y la inversión extranjera

EL SINDROME DE LA CAJA NEGRA Y LA  INVERSIÓN EXTRANJERA

George Youkhadar Allis – Abogado y Politólogo -Especialista en Negociaciones Económicas Internacionales

“Todas las cosas son dichas, pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre”.

André Gide

Resulta repetitivo recalcar en este mundo altamente globalizado,  la influencia que tienen las burocracias de los gobiernos y sus respectivos marcos   jurídicos  en los procesos de toma de decisiones,  que conllevan  a la realización o no,  de las inversiones extranjeras en una nación determinada,  más cuanto esos potenciales negocios  se realizan en las naciones en vías de desarrollo.

Pues en esta era de los negocios  internacionales, las fronteras aún existen.  A pesar del crecimiento de los mercados comerciales y financieros,  como el de las telecomunicaciones globales. Y la existencia de diversos convenios internacionales que han tratado de estandarizar en instancias internacionales y multilaterales ciertos instituciones legales del mundo de los negocios internacionales, como el de la  resolución de conflictos, a través de mecanismos,  como la negociación, la mediación y el arbitraje. El mundo todavía esta conformado por países soberanos e independientes  cada uno de ellos con su sistema jurídico-político, y sus respectivas peculiaridades judiciales y burocráticas. Elemento éste que coloca a las legislaciones y los respectivos gobiernos extranjeros, como  una barrera importante a considerar para los efectos de la realización de una transacción de negocios internacionales.

Esas barreras han sido etiquetadas, como costos transaccionales y barreras institucionales a la inversión. O  también llamada  “la caja negra” en el mundo de los negocios internacionales, que no es más,  que aquel conjunto, a veces inteligible e indescifrable, de legislaciones superpuestas de forma contradictorias. Y de  laberintos burocráticos con altos poderes discrecionales de índole regulatorios y sancionadores, que se mueven en el marco  jurídico-político de sus respectivos estados. Donde el acoso burocrático-político se termina de complementar e integrar, con un sistema de justicia escasamente autónomo, poco transparente, y lento en sus procedimientos jurídicos.

Situación esta que obliga  a un  inversionista o negociador  internacional, a la hora de sopesar cualquier  inversión extranjera en una nación determinada.  A evaluar en la relación costo-beneficio dentro de la  ecuación de variables a considerar, el peso de los costos que la caja negra institucional lleva implícita y explícitamente inmersa para los mismos.

Cualquier gobierno,  más si el mismo es de una nación en vías de desarrollo  como lo es  Panamá,  que tenga como norte lograr mejores niveles de vida para sus gobernados, debe de tener muy claro, el peso fundamental que tiene la inversión extranjera directa en el desarrollo  económico y social de una nación,  y las condiciones que la misma demanda para su eficiente ejecución.  Más cuando los sectores potenciales en términos de ventajas comparativas y competitivas que posee una nación como Panamá, o cualquier otra, con condiciones similares de desarrollo económico, tienen una alta dependencia de las inversiones internacionales para su desarrollo.

Al respecto, el premio Novel de economía Douglas North,  ha sostenido,  que en aquellos países donde existan instituciones que protejan los derechos, de propiedad, en todos sus géneros,  así como las existencias de instituciones jurídicos-políticas que creen un entorno legal que instaure normas jurídicas, claras, estables  y predecibles, que eliminen las excesivas e ineficientes regulaciones que desincentivan la inversión. Y promuevan a su vez, la conformación de órganos jurisdiccionales independientes, transparentes y expeditos en sus procesos judiciales.  Terminaran instituyendo  las condiciones óptimas que posibiliten la mayor internalización de las ganancias del intercambio, la ampliación de sus  mercados, y el uso  más eficientemente de sus recursos. Lo que conllevaría a un aumento de la inversión que redundaría en un mayor crecimiento y bienestar económico para sus respectivas sociedades.

Lograr estos objetivos no es tarea imposible para ningún gobierno, más cuando el mismo pueda estar comprometido con los principios básicos del libre mercado.  Estas  metas pueden alcanzarse,  por medio de un conjunto de políticas públicas que deben ser implementadas de forma sistemática y coherente.  Y que tengan como fin, eliminar y simplificar, todas las regulaciones que a través, de las respectivas burocracias estatales, obstaculizan y desincentivan la inversión.

Paralelamente a este proceso, debe de acometerse una  reorganización y racionalización de la burocracia estatal, así como de la estructura judicial del país en cuestión, con el objetivo convertirlas en unas instituciones más eficientes, expeditas  y transparentes al servicio de la sociedad, y no en unas superestructuras, político clientelares ineficiente obstaculizadoras del desarrollo económico y social de una nación.

Sólo a sí podrá eliminarse el síndrome de la caja negra que obstaculiza las inversiones tanto internacionales como nacionales.

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Enviado  a Panaletras el 17 de julio de 2009 para su publicación por el autor.

El mercado, ¿el Estado y el bien común?

El mercado, ¿el Estado y el bien común?

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George Youkhadar Allis – Abogado – Especialista en negociaciones económicas Internacionales.

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En las interminables discusiones que suelen producirse dentro del espectro político y económico de las sociedades modernas, en especial en las de los países en vías de desarrollo, referentes al rol que el Estado, como forma de organización jurídica-política, debe tener en el desarrollo económico de las naciones, se encuentra la vieja idea que muestra al Estado como el infalible defensor del bien común de las sociedades.

Ese viejo estereotipo ha sido inculcado de manera muy eficiente en la cultura sociopolítica latinoamericana, gracias a su larga tradición populista y estatista, lo que ha conllevado a sembrar en la mentalidad del colectivo latinoamericano, una gran falacia política, según la cual el Estado, como ente jurídico-político, es el garante universal e indiscutible de la justicia, del bienestar y bien común de las sociedades, así como de su libertad e igualdad socioeconómica.

No obstante, la realidad histórica latinoamericana ha demostrado con creces la falsedad de tales creencias. Pues todos los experimentos estatistas aplicados por los diversos regímenes variopintos que han ido, desde la derecha autoritaria, como el de la izquierda totalitaria-comunistas, hasta los gobiernos con economías estatistas-populistas. Han sido un fracaso histórico, pues ninguno de ellos logró convertir a estos países de la América latina en una potencia económica emergente, ni mucho menos en una sociedad con los estándares de vida de las naciones más desarrolladas del mundo.

A diferencia de esto, el Estado, en el conjunto de las naciones latinoamericanas, se terminó convirtiendo en un aparato de fuerza, de exclusión y represión, de diversos grados y modalidades, que nunca ha dado cuenta alguna por sus actos. Y donde siempre ha justificado tales hechos como instrumento para el bien común. En este sentido, el bien común no ha sido el fin, sino que se ha convertido en el medio para conseguir otros propósitos muy diferentes. Y es que ese Estado no ha servido al ciudadano o a la mayoría social de sus respectivos países, sino que ha terminado sirviendo a sus propios intereses creados, o el de los grupos de presión, que han germinado a su alrededor, como los (partidos políticos, gremios laborales, empresariales mercantilistas y las propias burocracias estatales).

Toda ese escenario de intereses creados que ha girado alrededor de un Estado corrupto e ineficiente, junto a la mentalidad populista-estatista muy bien arraigada en las sociedades latinoamericanas, terminó estructurando un marco institucional y cultural poco propicio para el desarrollo de una economía de mercado eficiente en estas naciones, donde los agentes privados, junto a un Estado facilitador y garante de la actividad económica privada, desarrollasen políticas públicas dirigidas a afianzar las ventajas comparativas y competitivas de sus respectivos países, a través de la creación de un marco institucional y jurídico que garantice seguridad y reglas estables requeridas por los inversionistas, en especial los pequeños y medianos.

Solamente así se podría desarrollar una economía de mercado altamente competitiva, en América latina, generadora de oportunidades, riquezas, bienestar e inclusión social para los más desfavorecidos socialmente; que no sólo ofreciese mejores bienes de consumo en términos de precio y calidad, sino que generase altos estándares educativos, e instituciones públicas eficientes y funcionales al servicio de sus respectivos pueblos.

Publicado el 18 de junio de 2009 en el diario El Panamá América

El Gran Hermano nos salvará?

¿EL GRAN HERMANO NOS SALVARÁ?

George Youkhadar Allis

“El Estado es la gran ficción por la cual todo el mundo busca vivir a costa de todos los demás”, Frederic Bastiat (1801–1850), economista, legislador y escritor francés.

De nuevo, el gran hermano Estado surge como la gran figura que salvará a la humanidad de los efectos perniciosos de la actual debacle económica mundial, más cuando todos los programas de rescate económico y financiero anunciados por los Gobiernos desarrollados apuntan en esa dirección.

Empecemos por puntualizar ciertos principios básicos de la conducta humana. El hombre tiende naturalmente a buscar su felicidad y estabilidad socioeconómica, aunque en la apreciación de lo que le parece como bueno, para lograr tales metas, pueda llegar a errar, y de hecho yerra frecuentemente dentro de su libertad de acción y apreciación.

Pues si es cierto que la felicidad es un concepto subjetivo y cada uno, según sus disposiciones anímicas, la anhelará a su manera. Cabe ciertamente afirmar que entre los objetivos o fines que el hombre se puede proponer en busca de su felicidad, en términos generales, ocupa un lugar destacado el de satisfacer sus necesidades básicas o de subsistencia como la alimentación y vivienda, aspectos en los cuales el hombre no se diferencia de los animales irracionales. No obstante, la aspiración a cubrir las necesidades básicas, y por encima de ellas, las originadas por la inclinación al bienestar material, requiere el empleo de recursos que, por lo general, son escasos y donde esa gran ficción jurídica–política llamada Estado ha jugado un rol determinante con su intervención en la historia contemporánea de la humanidad.

A pesar de los argumentos que pretendidamente han justificado la intervención económica del Estado para adoptar el papel de benefactor de los necesitados, dan lugar a lo que con el paso del tiempo ha venido a ser lo que hoy conocemos con el nombre de Estado del bienestar, que a partir del final de la Primera Guerra Mundial comenzó a ocuparse de forma sistemática de las necesidades presentes y futuras de las personas que por distintas razones no eran capaces de hacerlo por sí mismas o en voluntaria y libre colaboración con otros ciudadanos, se fue transformando en un instrumento universalizador de la protección social, con carácter de servicio público burocratizado.

Este modelo impuesto por los políticos, con la complicidad de las elites dirigentes, que al amparo del pensamiento keynesiano habían perdido la fe en el Estado liberal, con el paso del tiempo se fue extendiendo en su ámbito de acción, amplificando así la magnitud de sus prestaciones, sin que se sepa bien hasta dónde había que llegar.

El error del Estado paternalista e interventor ha sido haber universalizado su accionar como un gran hermano mayor, con el fin de alcanzar al inmenso número de aquellos que, sin necesidades perentorias, debían haber sido puestos a prueba para que dieran los frutos que la propia iniciativa individual es capaz de dar; en lugar de ello, generaciones enteras han sido adormecidas por el exceso de seguridad e intervención estatal.

Esta situación, el propio Lord Beveridge, considerado como el padre del Estado del bienestar moderno, la había advertido al sostener que: “el Estado, al establecer la protección social, no debe sofocar los estímulos, ni la iniciativa, ni la responsabilidad. El nivel mínimo garantizado debe dejar margen a la acción voluntaria de cada individuo para que pueda conseguir más para sí mismo y su familia”.

En el Estado benefactor lo único que ha subsistido es la ambición por el enriquecimiento rápido y sin esfuerzo, fomentando la corrupción y el empleo de toda clase de artes torcidas para lograrlo, donde el binomio Estado y poder político (grupos sindicales, partidistas, gremiales y empresariales mercantilistas) siempre aparece como el artífice de esas distorsiones que a nombre del bienestar de las mayorías son adoptadas, pues, la tentación de utilizar los alegados beneficios del gran Estado o hermano mayor con fines electorales es muy grande.

Los programas de salvación y estímulos económicos, adoptados por las naciones desarrolladas, con el fin de superar la actual depresión económica mundial, apuntan a aumentar aún más la intervención y regulación estatal, bajo el falso supuesto de que fue el excesivo y permisivo accionar del libre mercado el culpable de la crisis. Esto ha representado una gran falacia, pues fue ese propio sistema regulador e interventor estatal, el que creó el marco institucional y monetario que incubó la citada crisis en Estados Unidos y su posterior propagación al resto del mundo.

Los grandes niveles de endeudamiento, que conllevan los planes de rescate, sustraerán ineficientemente recursos escasos de sus respectivas sociedades, como las equivocadas señales de impunidad paternalista que estos programas dirigen a los agentes económicos que incurrieron en grandes fallas; mensajes que van en contra de los principios por los cuales aboga el libre mercado, como los son el de la responsabilidad ética y social que los agentes económicos deben asumir frente al resto de la sociedad. Nos hace presagiar que el gran hermano mayor llamado Estado no ofrece soluciones estructurales ni sustentables a largo plazo a la actual crisis económica mundial.

Articulo publicado el 20 de mayo de 2009 en el diario La Prensa.

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