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La opinión de…
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Abel L. Guerra I. –
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Un poco aturdido por las crisis existenciales, morales y económicas que se han vivido en menos de un mes en este país, quise buscar el elixir que lleva al panameño a un estado ataráxico, en el que nada de lo que sucede en Panamá, mucho menos en el mundo, lo perturba. Es jocoso darse cuenta de que la idiosincrasia y el ser panameño no lo entenderemos leyendo antiguos libros filosóficos; parece ser que el señor “Saiko” ha plasmado en una canción popular de reggae la esencia del ser panameño. Como se diría, “ha dado en el clavo” sobre cómo se vive el día a día en Panamá. Ahora bien, no quiero hacer una hermenéutica de la canción; sólo se debe extrapolar un poco y darle un margen general.
Si nos remontamos en la historia, todo esto tiene que ver con una impronta antiquísima que fue sembrada en nuestra cultura, desde la llegada de los españoles al istmo, el “intercambio comercial” de nuestros indígenas en detrimento de ellos mismos; cuando en la época colonial, nuestro terruño fue dependiente de lo que ofrecían los otros a cambio de miserias, en la vida republicana donde se afincan los nefastos tratados que nos obligan a someternos al imperio del norte y un sinnúmero de situaciones que nos hacen buscar o dar un beneficio a cambio de un favor.
En la actualidad, nuestra sociedad viciada por una subcultura del “juega vivo”, inserto en todas las clases sociales, surge de forma explícita la interrogante ¿qué tú me vas a dar?, nuevamente se ve el matiz del intercambio, pero cuando estos parámetros no se cumplen surgen las disputas que vemos a diario y las chabacanerías en todos los ámbitos.
Cuando el Presidente llama brother a su vicepresidente, para aparentar una paz, en disconformidad del segundo por el proyecto de ley de reelección, que viola tácitamente el pacto firmado para poder correr como candidato de 2014.
Aunado a todas las disputas de los ministros y diputados porque se ha violado entre ellos el trueque de ofrecer algo a cambio de otro beneficio. Los favores que han recibido personas incapaces para el puesto que ocupan (cónsul de Miami) es uno de los tantos que están en esa situación, como sociedad abochornada por ese escándalo de ignorancia supina, se le exige al Canciller que se traigan a la palestra pública los nombres de cada uno y su idoneidad para tal puesto.
No quiero pensar que el problema del Idaan es una cortina de humo para que el panameño se olvide de los problemas graves en materia judicial, de los famosos Wikileaks o leyes mordazas. Tampoco pienso que el problema del agua sea un caso fortuito de la naturaleza, y que no se tenga un plan de contingencia para estas situaciones. Cierro con el pensamiento del gran dramaturgo inglés William Shakespeare para que nos ilumine en este bregar: “No existe el bien ni el mal en sí mismos, sino es la misma mente humana la cual los genera”.
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Este artículo se publicó el 23 de enero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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