La opinión de la Socióloga…..
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A nivel global, las últimas décadas en el mundo han sido escenarios sociopolíticos y culturales complejos signados por múltiples debates, entre ellos los relativos a la identidad. ¿Quién soy/somos? ¿De dónde provengo/provenimos? ¿Qué me/nos distingue del resto de la población? ¿Qué se espera de mí/nosotros? son algunas de las interrogantes que han permitido a diversos grupos humanos cuestionar y evaluar tanto las oportunidades como las limitaciones que caracterizan nuestras vidas, así como las pautas y el orden que subyacen en la sociedad.
No se trata de cuestiones nuevas. Por el contrario, han sido abordadas por hombres y mujeres desde hace ya varios siglos a través de diversos paradigmas y métodos de análisis y en el marco de múltiples momentos coyunturales y regionales. En nuestro país, como en otras partes del mundo, el debate ha adquirido nuevos contenidos y significados, sobre todo a partir del último tercio del siglo XX, con los avances de la globalización y la posguerra fría.
Desde entonces, uno de los aspectos más novedoso del debate sobre la identidad son los modos cómo ha resignificado la diferencia y la desigualdad social, posibilitando restaurar historias divergentes que han contribuido a la construcción moderna del país. Son historias alternativas que desentierran símbolos, creencias y memoria, pero también gente humillada, menospreciada, de ayer y de hoy, en gran mayoría indígenas y afrodescendientes.
Sin lugar a dudas, son profundas las implicaciones políticas de este cambio cultural paulatino, y no pocas veces crispado, aunque impacten de manera diferenciada a los distintos grupos humanos involucrados en esta “ gran transformación ” intersubjetiva y cultural que podría derivar en demoledores efectos materiales, económicos y políticos e intentar “ tocar el cielo ” y construir sociedades más justas e igualitarias. Varias experiencias nacionales y regionales en el continente así lo prueban.
De ahí que sea clave para la población afrodescendiente panameña, siendo tan heterogénea como es, conocer “ dónde está parada ”, que empiece a interrogarse a sí misma sobre su origen. Es claro que solo una capacidad de autoreconocimiento crítico puede contribuir a generar acciones colectivas y estatales que mejoren la situación de pobreza y marginación de aquellos grupos humanos ubicados en la base de la pirámide social, afrodescendientes la mayor parte de ellos. Con orgullo personal y serio compromiso colectivo, es fundamental iniciar ese arduo y pedregoso camino hacia la crítica de la cotidianidad pobre y marginal que caracteriza a este grupo mayoritario de la población istmeña.
Por ello, el Censo 2010 marca un hito en la historia del reconocimiento de las identidades en nuestro país, a pesar de las dificultades que ha originado y pueda tener esta primera experiencia. Indudablemente, se trata de un pequeño paso para la reconstrucción dialéctica de una identidad panameña que se reconozca desde la riqueza de su pluralidad y el sentido democrático del derecho a tener derechos.
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Este artículo se publicó el 14 de mayo de 2010 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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