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La opinión de…
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Gabriel A. Conte G –
Con mucha frecuencia escuchamos en los distintos medios de comunicación expresiones vertidas por algunos técnicos del sector agropecuario y especialistas en nutrición y otras disciplinas, quienes esgrimen conceptos referentes a la supuesta contaminación de los alimentos que a diario consumimos, sean estos de origen animal o vegetal. La supuesta contaminación, según algunos, radica en el uso indiscriminado de pesticidas y de medicamentos de uso veterinario por nuestros productores; análisis que considero no se enfoca en una verdadera realidad en nuestro medio, por varias razones, tanto de índole económica como técnica.
Se especula que nuestros agricultores utilizan productos químicos cuyo uso ha sido eliminado en otros países del mundo, cosa que no es cierta. Que se utilizan hormonas para el engorde de aves, cerdos y bovinos en forma indiscriminada no es cierto, dado al alto costo de los agroquímicos, lo que impide que los productores los utilicen como se asevera.
Además, la mayoría de los productos que en la actualidad se usan en las labores del agro en Panamá tienen lo que se denomina EPA (siglas en inglés), o sea, la autorización de la Agencia de Protección del Ambiente de Estados Unidos. De ahí que no sabemos de dónde sacan esos conceptos inexactos los detractores del agro.
En el pasado, hace más de 35 ó 40 años, cuando se utilizaron los productos derivados del DDT y de algunos organofosforados de alta residualidad, como también carbamatos y mercuriales, pudo darse uno que otro episodio de contaminación química de los alimentos; así como cuando se utilizó en las décadas de 1950 y 1960 el Dietil-estilbestrol, como coadyuvante a la ceba de animales, hoy en desuso.
Esas aseveraciones sin ningún sustento científico no prueban lo que indican, son más gustos y apreciaciones con cierto grado de individualidad, con las que pareciera se desea descartar de una vez por todas el consumo de productos de origen animal, por considerarlos dañinos a la salud. El ser humano está acondicionado biológicamente para la digestión de la proteína animal y sus grasas sin ningún problema. Que existan algunos individuos (idiosincrasias) con problemas en su organismo para la digestión y asimilación de dichos productos, lo acepto, pero no todos estamos en esas condiciones patológicas, por lo tanto, esgrimir esos conceptos abiertamente va en perjuicio de la producción y de la salud de muchas personas.
La Organización Mundial de la Salud hace algunos años publicó que los habitantes de los montes Cárpatos presentaban la mayor longevidad en el mundo, y que se alimentaban básicamente de lácteos (yogur, kumis, kefir, quesos, etc.), ¿y qué decir de los esquimales? ¿o estos no son seres humanos? Por consiguiente, en estos aspectos hay verdades a medias. Desde luego, la ingesta en exceso de cualquier tipo de alimento, incluso de frutas y vegetales, puede ser dañina.
Los pueblos de mayor progreso y desarrollo en el mundo, si la historia no nos falla, han sido aquellos cuya dieta se basaba en altos contenidos proteínicos.
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<> Este artículo se publicó el 13 de noviembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/conte-g-gabriel-a/
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