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La opinión de…
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Mayteé Zachrisson –
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Muchas veces cometemos el error de ser tolerantes ante distintas situaciones; pensamos que si bloqueamos lo que nos incomoda, desaparecerá; que despertaremos y todo estará resuelto. La erradicación del trabajo infantil es uno de esos temas con los que hemos sido tolerantes. El año pasado se dio a conocer que había crecido a 89 mil 767 la cifra de niños y adolescentes, entre los 5 y 17 años, que realizaban algún tipo de trabajo, según datos de la Encuesta de Trabajo Infantil que realizó la Contraloría en 2008.
En su momento se explicó que esta encuesta fue mucho más técnica y abarcó otros tipos de trabajo que no se habían contabilizado en la anterior, realizada en 2000, y que daba a conocer que 47 mil 976 personas menores, en las mismas edades, trabajaban en Panamá y que, por lo tanto, los indicadores iban a ser más precisos; situación completamente lógica y corroborada. Debo ser sincera, tenía la esperanza de que disminuyera. Desde mi perspectiva, muchos actores colaboramos activamente para contribuir a la causa de la erradicación del trabajo infantil, sobre todo en las peores formas, lo que garantizaba más personas combatiendo este flagelo; pero la realidad es que las cifras no mienten y aún falta mucho por hacer.
El trabajo infantil suele definirse como todo trabajo que priva a los menores de su niñez, potencial y dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. Algunos confunden este término con las tareas realizadas por los niños al ayudar a sus padres y madres en el hogar, en un negocio familiar o con las tareas que realizan fuera del horario escolar o durante las vacaciones, que en cierta medida son importantes para la formación de los pequeños y que a veces les llamamos “trabajos de ayuda familiar” y que, por lo tanto, no son remunerados.
En nuestro país la edad mínima para admisión al empleo es de 14 años. El Estado ha asumido el compromiso de eliminar las peores formas del trabajo infantil para el año 2015. Es decir, esa obligación es tanto suya como mía, por lo que no podemos ser ajenos a este problema.
Una de las maneras, sino la única segura, es la de lograr disminuir el trabajo infantil a través de la educación. Este flagelo no lo pueden eliminar por sí solos el Gobierno, los organismos internacionales, empresas, sindicatos y organizaciones no gubernamentales; debe ser un compromiso y una responsabilidad compartida de toda la sociedad. En este sentido, incentivar la promoción de trabajo decente para los adultos responsables de los menores de edad que realizan el trabajo que los “grandes”, se debe hacer para garantizar que vayan a la escuela.
La coordinación de esfuerzos, la ejecución de estrategias y acciones en muchas direcciones pueden hacer posible alcanzar este objetivo. Mi recomendación es sencilla: no se quede esperando a que otros resuelvan el problema, comprométase con la causa y ayude a que Panamá alcance la meta de país libre de trabajo infantil. ¡Juntos podemos lograrlo!
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<> Este artículo se publicó el 30 de noviembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos de la autora en: https://panaletras.wordpress.com/category/zachrisson-maytee/
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