La creación de un Centro de Coordinación Regional de Seguridad genera dudas. La opinión del Abogado y Ex Ministro de Gobierno y Justicia…
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La reciente matanza de 72 centroamericanos en Tamaulipas, México, a manos de una banda criminal, ha generado el repudio internacional y arrojado serias dudas sobre la efectividad de la guerra de los gobiernos contra el narcotráfico y los carteles del crimen organizado.
De igual forma, las declaraciones de un importante capo mexicano, respecto al uso de nuestro territorio por criminales colombianos y mexicanos, así como el anuncio de que nuestro país será sede de un ‘Centro de Coordinación Regional de Seguridad’ nos debe llamar a reflexionar sobre las decisiones y acciones que tomamos en materia de seguridad, sin el debido consenso para que sean respaldadas por todos los actores políticos y sociales.
Panamá es un cruce estratégico del comercio internacional y posee la mayor y más diversificada marina mercante del mundo. Su destino nacional depende de que ese comercio interoceánico y ese transporte de dimensiones globales, sean seguros, confiables y transparentes.
En el ámbito nacional, la protección y la seguridad de los ciudadanos panameños y extranjeros que aquí residen, fundadas en el respeto de sus derechos y en la defensa y preservación de sus libertades, es esencial para fortalecer nuestro sistema democrático y para asegurar un desarrollo sostenible. Ello se dificulta por la inseguridad interna y por las amenazas por parte de la delincuencia y el crimen organizado.
Desde esas perspectivas, Panamá entiende que su seguridad es un insumo estratégico de la competitividad del comercio y del transporte globales, así como de su canal y del turismo. Toda nuestra historia demuestra, además, que el funcionamiento seguro y eficiente de las infraestructuras, instalaciones e instituciones democráticas panameñas, es un componente esencial en el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales.
Por ello, de conformidad con la legislación panameña, nuestra seguridad tiene una orientación neutral, no militar, preventiva y de cooperación, en el contexto de la ONU y la OEA y de las Resoluciones vinculantes de sus órganos de gobierno.
Y si bien esa es una responsabilidad soberana, es también cierto que es imposible enfrentar las amenazas contemporáneas a la seguridad nacional e internacional de manera aislada y unilateral. El esfuerzo principal debe ser nuestro y ese esfuerzo debe fijar soberanamente los términos en que otros contribuyen, pero no nos cabe la menor duda de que sólo mediante una cooperación internacional decidida y generosa, podremos garantizar ese patrimonio común que nos hace fuertes y libres.
Nuestros propios intereses y realidades políticas y jurídicas marcan esa orientación. Por ello, con decisión, hemos abordado la tarea colectiva de construir y acordar fórmulas que nos permitan compartir inteligencia, información y conocimientos de valor estratégico en esta difícil tarea, que nos habiliten cada vez más para incrementar la cooperación internacional en el combate frontal contra el terrorismo, el narcotráfico y los delitos conexos; en la lucha contra el tráfico ilegal de personas, armas y explosivos; en la detección anticipada del desvío de mercaderías y productos lícitos para fines delictivos; en la lucha contra la proliferación y el contrabando de insumos nucleares y biológicos para la fabricación de armas de destrucción masiva.
Afortunadamente para Panamá, al paso de los gobiernos hemos mantenido políticas continuas y coherentes con dichos objetivos. Pero ello debe ser producto de la consulta, el consenso y el entendimiento claro que no se trata ni de bases extranjeras ni de tratados o «acuerdos administrativos» que limitan nuestra soberanía y políticas de neutralidad activa.
Solamente cuando todos los países y sus dirigentes se convenzan que esta es una batalla que requiere de políticas públicas integrales y compartidas por todos los gobiernos y sus ciudadanos, estaremos en posición de ganarla. Lo demás es echarnos cuentos y cantos de sirena.
<>Artículo publicado el 10 de septiembre de 2010 en el diario La Estrella de Panamá, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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