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La opinión de…
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Daniel Franco Mojica –
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Hace un tiempo estaba viendo en la TV la película que presentaba la historia del inicio de lo que sería la Unión Europea (UE). Los europeos estaba decididos a evitar que la matanza y destrucción de la Segunda Guerra Mundial volviera a repetirse. Por eso, crearon primero el Consejo de Europa y, basados en el plan del ministro francés de Relaciones Exteriores, Schumann, la unión de las industrias del carbón y el acero. Por eso se celebra el 9 de mayo de 1950, el Día de Europa.
Los artífices de esta unión eran dos, otrora acérrimos enemigos, alemanes y franceses; de un lado, Konrad Adenauer, y del otro, Charles de Gaulle.
Según veía en la película, a de Gaulle en la asamblea le decían nazi, colaboracionista, y a Adenauer le decían vendido antialemán, epítetos aun existentes de la gran guerra. Pero ambos sabían muy dentro que la única opción para una paz real y duradera era una Europa unida.
La oposición de los poderosos círculos industriales de ambos países y de los partidos nacionalistas y de izquierda dieron casi al traste con esta idea, pero la férrea disposición de ambos la hicieron realidad, convirtiendo a Adenauer y a de Gaulle en los líderes más influyentes de Alemania y Francia de la posguerra.
La unión del acero y el carbón hacía que ninguno pudiera fabricar armas, individualmente, para utilizarlas contra el otro, como se hacia en el pasado. A esta idea se unieron Bélgica, Luxemburgo, Italia y Holanda. Y así nació la Unión Europea.
Hoy veo en las noticias que Europa está creando en una reunión un mecanismo permanente de rescate, ante los problemas financieros de Irlanda y, posiblemente, de Portugal. Esto demuestra que aun después de casi 60 años hay temas por atender y mejorar, pero de seguro ninguno en la Unión Europea desea eliminarla o salirse, pues como decía Adenauer es la única vía hacia una paz verdadera.
En América Central, nuestra América, tenemos el Sica y el Parlacen, que son en nuestra cosmovisión la realidad, es nuestro intento de fundar una unión en Centroamérica fuerte, digna, con capacidad de generar riqueza, basándonos en las fortalezas y las debilidades de manera conjunta. Tiene errores, tiene fallos, por favor, claro que sí y muchos. Que si un país tiene mejor economía que el otro, claro que sí, pero el otro tiene recursos y oportunidades por desarrollar e ahí el reto.
Alemania tuvo su milagro económico en las décadas de 1950 y 1960 y, en vez de radicalizarse y elitizarse, se europeizó dando la mano, al igual que el plan Marshall les tendió la mano.
La empresa en la que trabajo tiene presencia en tres países de América Central, lo que me ha permitido ver la realidad de estas naciones. Hay oportunidades, somos hermanos centroamericanos, Panamá no tiene fronteras transitables con el sur, nuestro norte a seguir debe ser hacia Centroamérica.
El Gobierno nacional, demostrando arrogancia, irrespeto e insensibilidad ante sus socios centroamericanos, da el pie a la ruptura del bloque, cayendo en el anhelo de potencias que les resulta más fácil tratar con pequeñas naciones bananeras, como nos han llamado.
Stefan Sweig dijo que quien no aprende de sus errores, está condenado a repetirlos.
La unión centroamericana, latinoamericana fue el sueño de Morazán y Bolívar, el sueño de libertad de los mártires de enero, de los padres de la independencia.
Hay quienes en Panamá dicen que no necesitamos a Centroamérica, tan torpes razonamientos no comprenden que la paz de tu vecino es la paz nuestra. Que hay gobiernos malos, es cierto, políticos malos los hay también en la Unión Europea, pero sus mecanismos de control y su avance en el fortalecimiento de las instituciones democráticas y de justicia hacen que sea cada vez más difícil la corrupción y la impunidad. Esto lo produce la unión y no el aislamiento.
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<> Este artículo se publicó el 27 de diciembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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