La minería y el agua

La opinión de…

 

María de los Ángeles Castillo

Desde hace un mes el tema de la minería metálica me embarga y me quita el sueño. Mientras que las reformas al Código Minero estuvieron en la mente de los que nos gobiernan desde hace meses, este tema ha sido una preocupación permanente de los ambientalistas y de las comunidades que habitan en los alrededores de estos yacimientos.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación nos señala en su documento extractivo de nuestra primera Estrategia Nacional del Ambiente de Panamá que “el progresivo proceso de transformación de los bosques en los últimos 30 años, el cual se ha desarrollado al margen de la consideración a la capacidad potencial de los suelos, está planteando un escenario distinto al que debería experimentar el país, en el marco del mejor uso social, ecológico y económico de la tierra”.

Este instrumento de trabajo y de política ambiental sigue indicando: “Este proceso no manifiesta un cambio de estrategia en las actividades productivas, sino que, por el contrario, experimenta una significativa desvalorización de la riqueza natural del país mediante la eliminación del bosque para substituirlo por una condición de inercia y destrucción, en contradicción con el principio del mejor beneficio alternativo”.

La innegable riqueza de nuestra biodiversidad no es valorada. Pareciera que se desconoce el patrimonio biótico, paisajístico, cultural y del agua de nuestro país. Esto nos lleva a desconocer su valor, por lo que su conservación está lejos y la pérdida, cerca.

Los suelos tropicales son extremadamente vulnerables, luego de la pérdida de la cobertura vegetal y del suelo rico en nutrientes quedan superficies que se pierden por las grandes y frecuentes precipitaciones o a merced de sequías y los vientos. Los bosques son el sostén y los grandes administradores del agua.

La erosión, que la entendemos como el transporte de material por un medio dinámico, como el agua o el viento, es uno de los efectos más importantes de la pérdida de vegetación. El transporte de sólidos por las escorrentías tiene como destino final los cuerpos de agua, sean ríos, lagos o mares.

Las consecuencias de sobra las conocemos: deterioro de las aguas por turbiedad y arrastre de todo tipo de residuos y desechos; pérdida de la biota acuática, ya que los mencionados contaminantes interfieren en los sistemas respiratorios de animales y plantas; el deterioro de grandes e importantes ecosistemas, como el coralino y los estuarios, que como es sabido, son los grandes criaderos y propulsores de vida marina y la protección de las costas.

Entonces, la conservación y el aprovechamiento razonable de nuestras riquezas es el pilar para construir un Panamá custodio y administrador de su patrimonio natural y cultural para la humanidad y las generaciones futuras. Ni todo el cobre, ni el oro, ni la plata del mundo podrán recuperar nuestra biodiversidad. Si priorizamos la vía económica de la gran explotación transnacional minera metálica, perderemos el agua, nuestro principal recurso económico.

Ofertemos a la Humanidad un Panamá verde, con orgullo, del lado de los que luchamos por un planeta que busca la sustentabilidad, ofrezcamos a nuestro pueblo lo mejor: suelos verdes sin residuos tóxicos, cuerpos de agua con galerías de bosques y sin descargas de aguas residuales, preservemos nuestro principal recurso, el agua. Estoy segura de que todos deseamos ver a nuestra gente saludable y rodeada de sus fantásticos parajes con recursos manejados y aprovechados en pro de Panamá.

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Este artículo se publicó el 1 de febrero  de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.