¿Qué está pasando con el agua?

La opinión de…

Álvaro Aguilar

La crisis del agua en la ciudad de Panamá, lejos de terminar, ha empeorado en la última semana para miles de panameños. Desde que la semana pasada, el ministro de Asuntos del Canal, Rómulo Roux, anunciara que el agua es potable y se puede beber, la crisis se ha agudizado para aquellos lugares donde no tenemos agua desde el 8 de diciembre.

Vivo desde hace seis años en Villa de las Fuentes No. 1, barriada que nunca tuvo problemas de agua antes de que se iniciara esta crisis, pero que durante los últimos 57 días ha estado sin agua, no llega ni de día ni de noche. La forma de sobrevivir en el edificio donde vivo es acumulando la poca agua que nos traían los camiones cisterna del Idaan en el tanque de reserva del edificio para ser utilizada durante una hora al día, dividido en 30 minutos a las 5:30 a.m. y 30 minutos a las 7:00 p.m. Pero desde que el agua es “potable” el centro de distribución de agua que había montado el Idaan en la vía al puente Centenario, frente a la Universidad Tecnológica, ha disminuido la cantidad de camiones para distribuir el agua en por lo menos un 75% y los fines de semana nos han dicho que solo tienen dos camiones.

Esto ha provocado que los más de 20 edificios y las más de 3 mil personas que vivimos en el área pasemos días enteros sin una gota de agua, lo que es peor, se ha convertido en una espera impaciente por los camiones que nunca llegan y que las pocas veces que aparecen todos los vecinos suplican a los conductores que les traigan agua a sus edificios, incluso hacemos múltiples viajes al centro de distribución para anotarnos en una lista levantada a mano que deja en evidencia que no existe ningún sistema de distribución uniforme o coherente que nos ayude a sobrellevar esta infinita crisis, o lo que es peor, hace levantar sospechas de que la distribución de los pocos camiones cisterna está siendo controlada por influencias o “propinas” (por decirlo en buenos términos) para lograr que el agua llegue hasta los edificios.

Desde el punto de vista técnico, se hace inexplicable que habiendo bajado el lago Alajuela su turbiedad a 25 unidades nefelométricas aún la planta potabilizador de Chilibre se mantenga entre el 60% y 70% de producción, con tan solo cinco bombas activas, según el último reporte que leí en un periódico.

Como ninguna autoridad ha salido a dar la cara durante esta semana, sospecho que la situación ha empeorado, toda vez que los tanques de agua del edificio donde vivo se llenaron con agua proveniente de la tubería del Idaan durante tres madrugadas que llegó el agua por una hora, pero eso pasó la última vez hace nueve días, así que, sin lugar a dudas, la situación tiene que haber empeorado, porque no recibimos ni una gota de agua por la tubería desde entonces.

El lunes 31 de enero y el martes 2 de febrero el Idaan solo se limitó a anunciar en los medios que la sectorización continuaba, publicando que había agua en Villa de las Fuentes No. 1 desde las 8:00 de la mañana por 24 horas, esa afirmación fue totalmente falsa e irresponsable, no recibimos ni un metro cúbico de agua, personalmente leo el medidor de agua del edificio todas las noches y no se ha movido en los últimos nueve días.

El problema de la planta potabilizadora de Chilibre tiene dos componentes, el primero la turbiedad del agua que parece haber sido resuelto y el segundo el volumen de producción del agua tratada que se mantiene con el mismo porcentaje que el inicio de la crisis.

Parece que de este último problema nadie se acuerda, porque no he visto a nadie del gobierno dando informes en los últimos días. Por este medio solicito a las autoridades que le den a este caso toda la seriedad que se merece, miles de panameños entre ancianos, adultos y niños estamos sin agua, que sin ser alarmista es indispensable para vivir.

Esta es la realidad de sectores como Don Bosco, Villa de las Fuentes, El Dorado, El Avance, La Gloria de Bethania, entre otros. Que alguien nos diga la verdad y conteste a la pregunta ¿Qué está pasando con el agua?

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Este artículo se publicó el 5 de febrero  de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.