Contribuye con un grano de arena

La opinión de…

Malena Sarlo

Como en la mayoría de los temas ambientales, el gran desafío es el cambio de comportamiento de nosotros, los seres humanos. Y los océanos no están exentos de nuestros malos hábitos, estos enfrentan una gran cantidad de amenazas antropogénicas (aquellos impactos causados por la humanidad) que están afectando el medio marino.

El problema de los océanos y la percepción que la mayoría de la gente tiene de estos es que parecen interminables e inagotables. A esto se le suma el hecho de que como la mayoría de la gente no percibe los cambios acelerados que están sufriendo muchos hábitats marinos (porque no se ven), pareciera que no vislumbramos los daños que hemos venido y seguimos causando en los océanos del mundo.

Hoy en día, después de muchos años de investigación por parte de científicos, sabemos que los océanos no son interminables, sí se agotan los recursos, y hemos ocasionado daños a grandes escalas.

Entre la gran cantidad de amenazas al medio marino están las más críticas, que son la sobrepesca, la contaminación y la acidificación de los océanos producto del cambio climático.

Hay, a su vez, cambios naturales, los disturbios que han sucedido siempre en la historia de este planeta, como tsunamis por ejemplo. Los científicos han evidenciado cómo a lo largo del tiempo geológico (millones de años) ha habido cambios y los sistemas se recuperan.   El problema hoy es que la interacción entre los daños causados por la humanidad más los disturbios naturales hacen casi imposible la recuperación de los sistemas naturales.

Son conocidos los colapsos de grandes pesquerías, como la del bacalao en las décadas de 1980 y 1990. Hemos visto cómo estas han ido cambiado, siendo inicialmente el objetivo los grandes peces, que se han ido reduciendo a peces mucho más pequeños. Las fotos de la pesca deportiva de la década de 1950 y las de hoy, hablan por sí solas, los peces trofeo han pasado de pesar 300 a pesar unas pocas libras, como es el caso de los meros.

A esto debemos sumarle la intensidad de pesca de las últimas décadas. Por ejemplo, la flota palangrera (anzuelos) atunera japonesa inició sus actividades en 1948. A partir de allí se fue expandiendo y colonizando nuevas áreas del Pacífico hasta llegar a mediados de la década de 1960 a las costas de América.

Solo en el Pacífico Oriental (las costas de América) se pesca con más de 160 millones de anzuelos en forma continua 24 horas al día, 365 días del año.

Otro impacto de algunas pesquerías, como las de arrastre (camarón), es la masiva destrucción del hábitat asociada a la actividad.   Estas redes barren el fondo marino arrasando toda la vida que en ellos se aloja, tales como esponjas y corales que son hábitats críticos para el desarrollo de muchas especies de peces.   En efecto, en las plataformas continentales del mundo se pueden ver las huellas dejadas por los arrastreros, como si fuera tierra arada antes de una plantación.

Los científicos han cuantificado que el área del océano en el mundo que ha sido transformada por estas prácticas es equivalente a la totalidad del área de todos los bosques que han sido cortados en la Tierra en la historia de la humanidad, y esto ha pasado en los últimos 100 a 150 años.

Septiembre es el mes de los océanos.  Debemos parar y reflexionar sobre lo que estos representan, y lo imperante de contribuir cada uno de nosotros con un grano de arena para la integridad de nuestra sociedad humana. Necesitamos provocar un cambio de actitud, de comportamiento que conlleve a por lo menos mantener en buen estado lo que nos queda de los océanos.

<>Artículo publicado el 9 de septiembre de 2010 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.