Lluvias, inundaciones y viviendas

La opinión del Arquitecto, Ingeniero Civil y Catedrático Universitario…


MARTÍN ISAAC DONDERIS

Han comenzado las lluvias y cíclicamente las imágenes de las tragedias anunciadas van pasando en nuestras pantallas en medio de las frivolidades de la farándula, las trivialidades de los deportes y uno que otro escándalo de nuestros políticos, hasta que las nuevas lluvias corran cerro abajo, descolgando viviendas y sueños o ya en los llanos el nivel de las aguas ascienda más allá de esa marca que en el pasado dejó tras la puerta, cuando las camas y sus colchones flotaron en medio de un espeso lodo que dañó, además del nuevo equipo de sonido, el viejo televisor de la abuela y se engulló el precario mercado olvidado.

Deslizamientos silenciosos que con un agónico quejido apenas avisan; terrones fofos y piedras duras, raíces añosas de otrora frondosos árboles talados para dar paso al urbanismo precario, desordenado —casi caótico— en que nos desenvolvemos tanto formal como informalmente; aguas negras y basura que bajan por abiertas cañadas o en medio de las insinuantes vías y calles; niños mocosos ateridos y hambrientos, huérfanos y olvidados en su forma violenta de vivir de cada día, llorosos y asustados por los truenos, ignorantes y osados por el azar que buscan en su inocencia ya no la próxima comida, la que no importa porque ya se han acostumbrado a ayunar, sino un lugar seguro y seco para dormir y soñar con un mejor mañana.

Las imágenes vistas a diario y las recientes inundaciones con pérdida de vidas y bienes, simplemente son el reflejo de que poco o nada se ha hecho desde el desastre de Prados del Este,   pero mañana o pasado pueden ser nuevamente las de los ríos, las de nuestras ciudades en sus áreas más sofisticadas o de cualquier otro lugar de nuestra geografía.

Porque, pese a las víctimas de todos los años, al dolor y al llanto, el hombre sigue arrasando su entorno, sigue vertiendo basura y desaguando en lugares prohibidos, y ante la tragedia claman solidaridad los medios de comunicación y se autonombran redentores con campañas de recogida de fondos, frazadas y alimentos, tratando de suplir a los Gobiernos de turno que no previenen y poco enmiendan.

¿Cuántos damnificados y muertos serán necesarios para que las autoridades nacionales y municipales dejen de echarle la culpa al ‘General Invierno’? Y mejor reconozcan que buena parte de la responsabilidad es de ellos y de quienes los precedieron en sus cargos, por no haber tenido la suficiente autoridad para proteger y preservar las fuentes de ríos y quebradas, por no hacer cumplir las normas mínimas y permitir que se construya y contaminen por no hacer los elementales mantenimientos y saneamientos en los tiempos oportunos y no luego con el agua al cuello.

Pérdidas cuantiosas que cíclicamente van aumentando se le sindican siempre al General Invierno, como si fuera algún insurgente que además de talar selvas se dedicara a desviar cauces, a urbanizar en donde no es debido, a arrojar heces y escombros.

Basta ya, reconozcamos nuestra culpa en justicia y reparación, antes de que nos afecte el olvido, como en el caso de la extinción de monos, lagartos y elefantes o, lo que es peor, acostumbrarnos a un espacio público invadido.

La apatía y la falta de autoridad han sido y no deben seguir siendo la causa de muchos daños que año a año se repiten; reforestemos en ríos y cañadas, reubiquemos a aquellos que viven en zona de riesgo, que motivados por la pobreza contaminan y siempre son las víctimas; generemos mapas de riesgo de deslizamientos y de riesgo de inundaciones en el territorio nacional que sirvan para determinar las posibilidades de utilización de terrenos en forma segura y de acuerdo a normas adecuadas de urbanismo; eduquemos y formemos al hombre del mañana para que no deban luego ellos seguir acusando al pobre General, que anda perdido en su laberinto.

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Artículo publicado el 3 de julio de 2010  en el  Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Que la escuela les duela también a ellos

La opinión de un Ex Presidente de la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos…..
MARTÍN ISAAC DONDERIS
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Que la escuela les duela también a ellos

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(Recibido de un colega radicado en la hermana República de Argentina). La idea que se expone a continuación puede parecer ingenua en un primer momento, pero vale la pena preguntarse ¿y por qué no?

La “ propuesta ” consiste en que los gobernantes y funcionarios públicos estén obligados por ley a enviar a sus hijos a la escuela pública, como garantía de que realmente el sistema educativo estatal se convierta en uno de sus principales intereses.

Esta obligatoriedad puede lograr que se ocupen de revitalizar lo que durante mucho tiempo fue uno de los mayores éxitos del Estado argentino: una escuela pública integradora en el intento de nivelar las distintas clases sociales que se mezclaban bajo el delantal blanco y posibilitar así la igualdad de oportunidades.

Para expresar con mayor eficacia esta cuestión, transcribo un fragmento de la nota que Martín Caparrós escribió en la edición del diario Crítica con motivo del accidentado comienzo de clases (02/03/09):

“ La educación pública servía para equilibrar, para integrar […] para producir un país más educado, con mejores posibilidades en todos los terrenos. Ahora parece como si no importara.

Y, de hecho, no les importa a los que manejan el Estado: hace mucho que mandan a sus chicos a colegios privados “.

La lectura de esta nota, más el conocimiento de un anteproyecto de ley impulsado por padres rionegrinos en 2002, proponiendo lo mismo; y un proyecto del senador brasileño Cristian Buarque —ex ministro de Educación del gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva—, con similar proposición en el país hermano, fortalecieron la sensación de que no era una idea tan absurda.

La “ ingenuidad “ sumada de muchos puede transformarse en una decisiva manera de instalar el tema y llegar a que se debata seriamente.

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Publicado el 17 de octubre de 2009 en el diario La Estrella de Panamá, a  quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.

La opinión del Ex-Presidente de la SPIA

MARTÍN ISAAC DONDERIS

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En el 90º aniversario de la SPIA

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Es poco conocida y aceptada la importancia de la arquitectura y de la ingeniería en la vida y el desarrollo del país.   Estos profesionales combinan sabiduría e inspiración para modelar y construir sistemas en la práctica, y es que, sin una infraestructura adecuada, no es posible una producción competitiva, una educación genuina o una sociedad moderna e inclusiva.

Acerquemos a la gente a los numerosos e ilustres profesionales de la ingeniería y de la arquitectura que ayudaron a construir a nuestro Panamá con sabiduría y valor, reconociéndoles públicamente su labor, al cumplirse pronto dos aniversarios significativos:  El Centenario del Canal de Panamá y el de la muy honorable Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos (SPIA), en la que mostraron y muestran sus realizaciones y sus afanes de construcción de un gran país.

Alentemos la realización de grandes obras generando la infraestructura moderna que requiere el país, apuntando a las construidas por el Estado como las de vialidad, transporte, energía, comunicaciones e hidráulica, entre otras, incluyendo aquellas llevadas a cabo por la gestión privada, favoreciendo con ello, múltiples iniciativas pendientes, de largo aliento, que constituyen verdaderos estímulos económicos y anímicos en el momento actual.

Frente a algunas trivialidades de la sociedad actual, inmersa en las nuevas tecnologías y el frenesí del consumo, surgen muchos aspectos. En particular, el empleo de la ciencia requiere una educación que abarque la técnica, la historia y el humanismo, aportando claridad a las innovaciones tecnológicas, rescatando una idea de progreso, hoy oscurecida por lógicas que despiertan efímeros entusiasmos.

En las primeras décadas del siglo pasado, importantes pensadores, como Ortega y Gasset, vaticinaban una “ civilización artificial “, que requeriría una severa consistencia ética. Presagiaban un desequilibrio peligroso entre la complejidad de los problemas sociales y el comportamiento limitado de los humanos. Reconocían en la ciencia y la tecnología una portentosa lámpara de Aladino de enormes y beneficiosas posibilidades, y, a la vez, una perversa caja de Pandora, capaz de liberar maldades inimaginables, atrocidades sociales e indeseables desastres culturales y ambientales.

Ante la dimensión que la ciencia y la técnica han adquirido, no solo por la amplitud de sus aplicaciones, sino también por la magnitud de sus consecuencias, la ambivalencia señalada torna imprescindible una reflexión que permita orientar el potencial de la arquitectura y de la ingeniería para resolver problemas acuciantes; para evitar caer en el discurso exagerado de los progresistas exaltados, como en la denuncia amarga y fútil de los detractores.

Comprendiendo los obstáculos, nuestros arquitectos e ingenieros deducen las mejores soluciones para afrontar las limitaciones encontradas cuando se tiene que producir y utilizar un objeto o sistema. Saben que Vida, Seguridad, Salud y Bienestar dependen de su juicio y actúan en consecuencia.

El conocimiento histórico sobre los protagonistas inspira siempre las acciones del futuro. Al mismo tiempo, prestemos atención a las mejoras que debieran adoptarse para la educación de los arquitectos e ingenieros, en particular la incorporación de mayor capacidad de investigación tecnológica y de verdadera formación integral. Observar estas profesiones en un contexto de ciencia, técnica, arte y humanismo, proporciona un ideal de saber para nuestro país.

Es necesaria una mirada esperanzadora de aspectos épicos de la construcción del país, donde nuestros profesionales fueron revolucionarios en su tiempo, pues, dieron vuelta a la tierra en que vivían, analizaron la realidad del momento, produjeron cambios y abrieron, así, la senda a nuevos y mejores horizontes.

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Publicado el 19 de septiembre de 2009 en el diario La Estrella de Panamá; a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.