Trabajar para ser parte de la solución

Trabajar para ser parte de la solución
Eric Carrión


Siempre he considerado, con profunda convicción, que toda buena madre y buen padre desean lo mejor para sus hijos y se preocupan, a más no poder, por el futuro de los mismos.  Esta expresión sentimental, humanamente visceral, denota una normal tendencia encaminada a fortalecer el cumplimiento de la misión de cada uno de estos congéneres. No obstante, existen, definitivamente, otras dignas formas de expresar sentimientos tan profundamente nobles.

Para plasmarlo de otra manera, hoy en día conocemos los problemas como la contaminación y el calentamiento global, este último, sin dudarlo, ha estado creando situaciones de verdadero calor ambiental que no habíamos vivido antes. Y aún así se sigue insistiendo en crear circunstancias que persistirían con esta situación.

Pongo como ejemplo, la experiencia vivida recientemente al visitar parte de la provincia de Darién, al pasar por las comunidades más alejadas de su cabecera, La Palma, cuando miraba de lado a lado no observaba más que devastación y quemas recién realizadas.  De todo ello, me pareció que el propósito final era crear más y más potreros cuya recuperación es harto difícil.  También observé señales por donde tiempo atrás pudieron haber pasado riachuelos ricos en fauna, y limpias quebradas.

A pesar de todo, aún no aprendemos a poner en práctica fórmulas convincentemente efectivas como lo es el reciclaje, para disminuir en gran medida la obligatoria tala. Quizá este esfuerzo y esmero no sea para que nos beneficiemos a corto plazo, pero sí para el futuro. Aunque no duremos para vivirlo, estamos claros que dejamos parte de nuestras vidas en los hijos, nietos, biznietos y así, sucesivamente. Sin embargo, observo a personas cuya conducta dista mucho de practicar estas buenas fórmulas para disminuir y retrasar el daño que, indudablemente, se transfiere a nosotros y a los que vienen después.

Es más, todavía hay personas que somos criticadas porque queremos ahorrar algo de agua, apagar un foco, cerrar un grifo o sugerir que se llame a un plomero o fontanero para que arregle alguna fuente o tubería que desperdicia a borbotones el preciado líquido.

Muchos, escudando su actitud de manera necia, mencionan la histórica abundancia de un torrente, para ellos aún existente en nuestro país. Y por último, nos dirimen cierta ridiculez al guardar el papel utilizado en la oficina para reciclarlo y no tirarlo. En fin, aunque sintamos que nos viene la contra por diferentes flancos, lo más triste sería que claudicáramos a los “ladridos que señalan que caminamos”, y perder la gran oportunidad de sumar a nuestro esfuerzo más unidades, que con certeza nos ayudarían a alejarnos de la catástrofe ambiental.

Sigamos intentando ser parte de la solución y no parte del problema.

Publicado el 21 de mayo de 2009 en el diario La Prensa