La nota publicada en Facebook por la Arquitecta, Escritora y Poetisa….
Gymara de Obaldía Brid
Por razones que aún desconozco, un día mi corazón sintió la necesidad de sentir cosas nuevas. Por muchas horas, días y meses, medité mucho y finalmente comprendí que Dios fue el arquitecto perfecto de cada uno de nuestros destinos, fue el diseñador de las líneas inequívocas de nuestras vidas, tuvo la inspiración para transformar las letras en romanticismo y hacer poesía de cada uno de nosotros, y como si fuera poco, fue el escritor divino que hizo un libro con una historia diferente de cada ser vivo que habita sobre este mundo.
De pronto vino a mi mente una de las tantas lecturas que en mis tiempos de adolescencia, solo fueron historias sin comprender del todo. Recueredo que quedé muy impresionada y aterrada. La historia que voy a narrar, es la historia de la difícil decisión que toma el águila a su propio riesgo, y hoy no solamente la comprendo, sino que la imité y la adapté a mi propia vida.
“El águila es el ave que posee mayor longevidad de su especie. Llega a vivir hasta setenta años.
Pero para llegar a esa edad, en su edad adulta tiene que tomar una seria y difícil decisión. A los cuarenta años de vida, (probablemente a los cincuenta años de la especie humana) el águila, está con sus uñas largas y flexibles, no consigue agarrar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo se curva. Apuntando hacia el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del grosor de las plumas, y volar se le hace muy difícil.
Entonces el águila sólo tiene dos alternativas: morir o enfrentarse a un doloroso proceso de renovación que dura ciento cincuenta días.
Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido próximo a un acantilado donde no necesite volar. Entonces, después de encontrar ese lugar, el águila empieza a golpear su pico contra una pared hasta conseguir arrancárselo.
Después de arrancárselo, espera a que le nazca un nuevo pico, con el cual después se arrancará las uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comienza a arrancarse las viejas plumas. Sólo cinco meses después, sale en un hermoso vuelo de renovación para vivir durante treinta años más, lo que suma setenta años de vida en total, que aproximadamente representaría ochenta años de existencia en la especie humana, que es el promedio de vida en una persona sana en la actualidad.”
En algún momento de nuestras vidas, tenemos que hacer un alto, conversar con nuestra alma, entrar a nuestros corazones, detenernos un tiempo y empezar un proceso de renovación para poder continuar volando en un vuelo de victoria; tenemos que desprendernos de recuerdos, costumbres, temores, rencores, amores que solo son la sombra de amaneceres que pasaron, perdonar con el corazón para poder amar libre y profundamente, olvidar los dolores que nos hicieron daño y solo recordar los iguales a los de parto, que aunque fueron intensos, a las que somos madres nos hicieron comprender el milagro de la vida.
Solamente libres del peso del pasado, podemos aprovechar el valioso resultado que la renovación nos trae, que es vivir intensamente el presente, como si fuera el último día de nuestras vidas.
Yo renové mi vida, hoy me siento una mujer plena, bella, con las ideas claras y un horizonte hermoso para vivir y compartir.
Tengo un hijo maravilloso, personas a mí alrededor que me quieren, amo y soy amada, y lo más importante: tengo mucho amor para dar. Estoy lista para vivir mis próximos treinta años igual que el águila, segura y convencida de lo que quiero lograr y hasta donde quiero llegar.
Yo tomé la difícil decisión, pero lo hice…
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Nota publicada el 22 de junio de 2010 en Facebook por la autora, a quien damos todo el crédito que le corresponde.
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