Benedicto XVI: luz del mundo

La opinión de…

Irvin A. Halman

Acabo de terminar la lectura de un extraordinario libro que me pareció interesante compartir en estas fechas y el cual acaba de ser publicado por el periodista alemán Peter Seewald, quien se autodenomina agnóstico y entrevista durante seis horas al papa Benedicto XVI con el propósito de compartir temas trascendentales sobre el Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Algunos temas generadores de rating extraídos del libro ya han hecho noticia en los medios de comunicación; sin embargo, la mayor parte de sus mensajes que pueden considerarse de mayor importancia para la humanidad aún no han sido comentados.

Considerando los ataques a los cuales ha estado sujeta la Iglesia recientemente, no pudo ser más atinado el título seleccionado Luz del mundo para la labor que realiza la misma y en especial su máximo representante, el Papa, en donde nos orienta, tal como en su momento oficialmente lo hiciese en su encíclica Caritas in Veritate, dirigida no solo a sus feligreses, sino también a practicantes de otras religiones, con un alto sentido ecuménico, actuando como una linterna que alumbra el camino correcto en medio de la incertidumbre o la oscuridad (ilustración que tomo prestada de la homilía de un sacerdote amigo).

Aún tratándose de un libro producido en ambiente de una entrevista, el papa Benedicto XVI responde con suma claridad, sabiduría y humildad las muy afiladas preguntas que el estudiado periodista le plantea sobre los temas más álgidos que el mundo confronta. Luz del mundo también propicia la reflexión mediante las interrogantes que en él se establecen y, por ende, nos invita a la acción como buenos ciudadanos pertenecientes a una sociedad, ya sea a título personal, como profesionales o empresarios.

Como destacado teólogo y ante todo persona, en el más amplio sentido de la palabra, conocedor de la realidad global, para el Papa, que aceptó su elección consciente de la gran responsabilidad asumida, “la Iglesia no debe esconderse, la fe debe y puede ser explicada, porque es racional”, la crisis de la sociedad y la que se presenta en la Iglesia no están desconectadas entre sí, ya que la sociedad está viviendo un mundo ficticio promovido por los encantos del mercadeo y las economías que denomina “turbo-capitalismo”, que si no es bien administrado, se corre el peligro de aumentar las desigualdades entre los ricos y pobres.

Reconoce el desafío de la Iglesia de mover al mundo a tomar decisiones morales, las cuales están siendo reclamadas, pero ante la excesiva libertad sin parámetros, en que todo es posible y todo está permitido, el hombre se absolutiza a sí mismo tornándose entonces realmente destructor. Nos explica que para contrarrestarlo se requiere que haya suficiente voluntad moral para que lleguen a adoptarse decisiones personales que nos encaminen a una correcta modernidad.

Nos expresa, en palabras de San Agustín, que la historia universal es una lucha entre dos evidentes extremos: el amor a sí mismo que lleva a la destrucción del mundo y el amor al otro hasta la renuncia a sí mismo. Hay que reconocerle al Papa su visión equilibrada y el conocimiento muy fino que ha adquirido sobre la verdadera condición global existente, como jefe máximo de los numerosos miembros de la religión católica y a través de las frecuentes visitas que recibe o realiza logrando prácticos intercambios con gobernantes, representantes de otras religiones y con sus propios obispos.

Comparto con los lectores algunas de las interrogantes que se esbozan dentro de la entrevista, que nos permiten reflexionar para la buena acción que se espera de cada uno de nosotros: ¿Cómo superará la próxima generación los problemas que le dejamos en herencia?

¿La hemos preparado y entrenado suficientemente? ¿Qué es progreso y qué criterios debemos encontrar para que el progreso sea realmente progreso y no de un tipo realmente destructivo? ¿Cómo nos manejamos en un mundo que se amenaza a sí mismo, en que el progreso se convierte en un peligro? ¿Qué es lo correcto? ¿Qué es, pues, lo verdaderamente esencial? ¿Qué es lo auténtico, lo que sustenta? Si el cristianismo pierde su fuerza ¿quién o qué pasará a ocupar su lugar?

Concluyo este escrito con los señalamientos del Papa ante estas interrogantes sugiriéndonos a todos que “vivamos la fe en orientación hacia el futuro” con una actitud auténticamente cristiana, en la cual “tenemos que ver todas las oportunidades de bien que se hallan presentes, las esperanzas, las nuevas posibilidades que existen para nuestra condición humana”.

“La Iglesia intenta brindar defensas y desarrollar también refugios en los que, en contraposición a todo lo roto que nos rodea, se haga visible nuevamente la belleza del mundo y de la posibilidad de vivir”.

Deseándole a todos un venturoso 2011 en que aportemos lo mejor de cada uno para contar con un mejor Panamá.

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Este artículo se publicó el 18  de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.