Educación y desarrollo

La opinión de…..

Luis Enrique Bandera

Ya no debe pensarse en la educación como en un mero beneficio social. Es, por el contrario, una inversión. Sin embargo, resulta evidente que no podemos hablar de la educación como inversión, de la misma manera que hablamos de la construcción de un puente o de la ampliación del Canal.

Estas últimas son, sin duda, inversiones “económicas”. En economía, quien gasta, distribuye en el presente; quien invierte, distribuye hacia el futuro.

Las inversiones en educación son no económicas, no, al menos, inmediatamente. Mas no por ello dejan de ser vitales para el proceso del desarrollo económico.

La base de la desigualdad en América Latina es la exclusión del sistema educativo y la mala inversión del dinero de la sociedad en un gasto educativo que se desperdicia anualmente. Nuevamente nos enfrentamos al inicio de un conflictivo año escolar. Demagogia en ambos lados de la ecuación, tratando de preservar sus canonjías y el statu quo.

Uno de los principales obstáculos para vivir en un verdadero estado de derecho es la impunidad de la que goza un sinnúmero de “movimientos sociales” –que aglutinan tan solo a unos cuantos centenares de personas– que nos secuestran a la sociedad entera mediante sus acciones violentas. La permisividad en estos casos no solo no ayuda las eventuales causas legítimas, sino que promueve el desorden y alimenta la injusticia, pero este es otro tema. Lo que es innegable es que el reto más importante que enfrenta el país para su competitividad de mediano y largo plazo es el de la educación.

Para nuestro país, la educación es estratégica. No se resuelve gastando más a costa de nuevos impuestos. El Estado gastó en 2008, en promedio, mil 228 dólares por alumno (6% del PIB) y el 50% de los niños panameños llega a tercer grado sin la habilidad de leer y entender un texto, según la Unesco. Panamá ocupa el puesto 108 de 132 países evaluados en cuanto a calidad del sistema educativo. Nos queda claro que la calidad de la educación oficial no es proporcional al dinero invertido en ella.

Por dramáticas que sean las consecuencias de los rezagos en materia de salud, de vivienda, o la propia pobreza, las mejoras obtenidas en estos frentes no surten el impacto posible por la falta de avances en la educación.

El problema es complejo, es cierto, pero como sociedad no podemos seguir postergándolo por intereses políticos o gremiales cortoplacistas. Llegó el momento de enfrentarlo y convocar a las mejores mentes de este país para desarrollar una verdadera reforma educativa, que nos permita superar el rezago en el que estamos tras tantos años de estancamiento. Hay que convertir el gasto educativo en inversión educativa.

Es triste leer que una empresa como G&E decide no establecerse en Panamá, a pesar de todas las ventajas que encuentra, por la sencilla razón de que el país no cuenta con el recurso humano calificado que se demanda y que no está en capacidad de generarlo a mediano plazo.

¿Hasta cuándo vamos a seguir gastando en mochilas, en lugar de invertir en transformar el sistema educativo para que deje de producir “desempleados o subempleados con diploma”?

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Publicado el 8 de marzo de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.