Ante lo injusto, solidaridad y resistencia

El fallo de la Corte… La opinión de…

Aurelio Barría Jr.

Editoriales y artículos de opinión de los principales diarios escritos del país se han pronunciado y han reflejado, como muchos ciudadanos, el pensamiento crítico y el sentimiento de rechazo al injusto y cuestionado fallo de la Corte Suprema de Justicia, que condena a seis meses de cárcel a la procuradora general de la nación, Ana Matilde Gómez, quien fue separada inicialmente como consecuencia de mantener una posición firme e independiente frente a la injerencia del Ejecutivo, como es percibido, sin duda alguna, por la sociedad civil.

Como ciudadano independiente, he asistido a las audiencias públicas que se realizaron, primero para determinar si procedía un llamamiento a juicio a la procuradora separada y, posteriormente, al propio juicio para juzgar su inocencia o condena, en ambos casos con la participación del pleno de los magistrados de la Corte Suprema.

He sido testigo de los argumentos a favor y en contra de todas las partes, y muy en especial de las preguntas formuladas por los magistrados al testigo de la defensa de la procuradora, Rigoberto González, quien con elocuencia y conocimiento de la materia legal, por más de tres horas, respondió cuestionamientos y defendió el criterio, que el Ministerio Público asumió su responsabilidad sobre la interpretación sustentada legalmente de que en la fecha del acto cuestionado les asistía el derecho de autorizar la solicitud de intervenir el celular relacionado con el caso de corrupción contra el “tristemente célebre” ex fiscal, acusado y comprobado de pedir una coima a los familiares de una joven detenida.

Estamos ante un hecho consumado, una decisión tomada por el más alto Tribunal de Justicia, cuyo fallo de condena, aunque lo consideremos injusto e impregnado de injerencias políticas… es un fallo final –por lo menos en esta administración– y quedará en las páginas de nuestra historia republicana como un grave precedente. El actuar de los magistrados que condenaron a la procuradora también será recordado por sus nombres, como ejemplo lamentable de lo que no puede ser, condenar a una persona inocente que no ha cometido un delito, solo por presiones y capricho de quienes hoy se lavan las manos, como Poncio Pilatos, ganándose los magistrados el repudio de los ciudadanos honestos de este país. Queda en sus conciencias y ojalá puedan dormir tranquilos el resto de sus días, hasta la rendición de cuentas ante el Supremo.

Los panameños que luchamos cívica y pacíficamente por la vigencia de los principios y derechos de justicia, libertad y democracia, volvemos a revivir un sentimiento de frustración e impotencia al pensar que no se puede hacer nada al respecto, al igual que sentíamos el peso y el miedo del poder de la dictadura militar, que concentraba el poder absoluto con injerencia en todos los órganos del Estado.

Sin embargo, fueron hechos y situaciones graves ocurridos, como los que estamos viviendo ahora, los que fueron despertando la conciencia ciudadana, que unida espontáneamente forjó un gran movimiento civilista nacional, solidarizándose para convocar la resistencia con sacrificios personales con la esperanza de lograr un gobierno democrático, con independencia de poderes, con plenas libertades, y una administración de justicia digna, íntegra, honesta y responsable.

Todos tenemos la gran responsabilidad de contribuir en la búsqueda de las soluciones a los problemas nacionales –que no es exclusiva de los gobernantes– a través del diálogo franco y abierto, con interlocutores válidos y con una clara voluntad verdadera de corregir errores, de lo contrario, iremos caminando nuevamente hacia destinos indeseables que no se merece Panamá.

“La paz es fruto de la justicia, … si no hay justicia, no tendremos paz”.

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Este artículo se publicó el 19 de agosto de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.