Miguel A Espino Perigault –
Encerrados, los homosexuales, en su propio closet lingüístico identificado como “lenguaje de género”, de la ideología de ese nombre, pretenden sorprender y confundir al resto de la sociedad para alcanzar sus privilegios y objetivos políticos totalitarios. Es un lenguaje inventado para entenderse solamente ellos mismos, cual una jerga de logia secreta. Quieren, en fin, sorprender a la gente común, a los políticos y a los especialistas con el galimatías de su vocabulario rosa. Y lo han logrado en casi todos los países, en donde han encontrado el terreno abonado por el neopaganismo. Utilizan el lenguaje de género para inspirar compasión por supuestas discriminaciones inexistentes y de ofensas que existen sólo en sus propias mentes; lenguaje que, otras veces, utilizan para ofender a quienes no aceptan sus injustificados reclamos y pretendidos privilegios legales.
Pero, están atados a sus propias y caprichosas interpretaciones del lenguaje engañoso utilizado; interpretaciones de las que no pueden liberarse porque se perderían en su propia confusión.
Los anteproyectos de ley sobre la esterilización y sobre los derechos homosexuales, presentados ante la asamblea nacional, contienen ese veneno. Y nuestros diputados deben estar alertados del engaño. Igualmente, la sociedad civil, vigilante del Bien Común.
Para empezar, han adoptado el término inglés “gay” (alegre). Además, se llaman así mismos “hombres y mujeres nuevos, cuando ellos mismos no se consideran ni hombres ni mujeres, sino todo lo contrario; ni son tampoco nuevos, que digamos; pues existen desde el principio de los tiempos.
¿Quién entiende la expresión “orientación sexual” como se entiende en el lenguaje de género? Todos los seres humanos nacen hombre o mujer y con la natural orientación sexual de esos dos únicos sexos. Los nombres normales están orientados sexualmente hacia las mujeres; las mujeres normales se orientan sexualmente hacia los hombres. Quienes tienen una orientación sexual “diferente, como dicen de ellos mismos, no tienen, entonces, una orientación normal. Puede seguirse o no esa orientación normal, o pueden, el hombre y la mujer, apartarse de ella. Pueden, también, abstenerse de completarla con el acto sexual. Éste es un acto natural cuando se trata de sexos opuestos. Pero es un acto antinatural, contra natura, cuando se realiza con animales (como acostumbran algunas personas) o con personas del mismo sexo. En este caso sería un acto anti natural porque, tanto el hombre como la mujer, están dotados por naturaleza para satisfacer ese deseo natural en conformidad con aquella y no contra ella, para cumplir con la finalidad natural de perpetuar la especie.
Lo que no es así, no es natural ni moral, ni ético. Los gays tienen su propia concepción de la naturaleza humana, y para ellos lo anormal es normal.
Pero, los gays (maricas, en español), como niegan su identidad sexual natural, han inventado que hay cinco sexos, llamados géneros, y que por eso, ellos, como son individuos de un sexo diferente y, además, se consideran discriminados, exigen protección legal y que se castigue a quienes los ofendan de pensamiento, palabra, obra y omisión. Sin embargo, si ellos ofenden a los demás, no serán castigados, pues ellos sí pueden ofender. ¿No suena esto a discriminación contra todos los demás?
Del otro estribillo, las “preferencias sexuales”, se derivarían barbaridades como: sexo con infantes, sexo con hijos, hermanos, con animales…Las preferencias posibles son inimaginables, en cualquier lenguaje.
La otra barrabasada lingüística es hablar de género como sexo. Los académicos de la lengua española están cansados de explicar que en castellano no se puede entender género como sexo. Este género de sexo viene del inglés (gender), que quiere decir, también, sexo. Sin embargo, rechazan el verdadero género, el de los sustantivos, que en español son dos: “masculino” y “femenino” Ni siquiera tenemos el género neutro, como hay en otras lenguas. Pero, como el género masculino incluye al femenino (género inclusivo), las feministas han puesto el grito al cielo (que es masculino, ya que no hay ciela). Como no aceptan esta realidad, hay que cambiarla para que se ajuste al lenguaje de género. O cambiar el idioma español.
Para el catedrático José Antonio Martínez García, de la universidad de Oviedo, el lenguaje de género, según la teoría lingüística, “si perdura, no dejará de ser una jerga”. Me temo que el profesor no conoce muy bien a las feministas y a sus carnales, los gays.
Por eso ¿Cómo vamos a entender aquello de “identidad de género”? Pero, los gays y las feministas de género, muchas de ellas personas de supuesta cultura y formación académica y profesional, prefieren vivir la mentira para deformar la realidad y adaptarla a su ideología.
Lo cierto es que mucho de esto es asunto político. Desde las Naciones Unidas, los activistas homosexuales y lesbianas, con el apoyo del presidente norteamericano, Barack Obama, promueven estos movimientos calificados como “cultura de la muerte”. De las Naciones Unidas, cuartel general de esta nueva cultura, fluye mucho, mucho, muchísimo dinero que compra conciencias y compra políticos y compra al que se venda. Lo vimos en Ciudad de México, en donde un arzobispo tuvo que denunciar públicamente (para escándalo de los modernos fariseos) que se sobornó al gobernador y a magistrados de la corte suprema de justicia, para aprobar leyes pro-homosexuales, rechazadas por la mayoría de la población. Lo vimos, también, en Argentina, en donde, contra el parecer de la mayoría de la población, la presidencia convenció con palabras de oro a diputados venales para que aprobaran el “matrimonio homosexual” (otra arbitrariedad lingüística) y la adopción de niños por los maricas.
El peligro de que se impongan, contra el querer expresado de la inmensa mayoría de los panameños, las ininteligibles leyes presentada, no reside en los homosexuales, que están peleando lo suyo; sino en personas oportunistas y en políticos desvergonzados, quienes se enternecen ante el color verde de los dólares. A éstos es a quienes hay que temer; aunque sabemos que la gran mayoría de los actuales diputados respetan los valores cristianos de nuestra cultura y defienden a la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Contra estos valores e instituciones es que se dirigen las dos leyes propuestas.
También, y esto es de la máxima importancia, el nuestro es uno de los pocos países en donde importantes medios de comunicación y comentaristas independientes mantienen una postura altamente profesional y objetiva ante el problema. El contenido de las propuestas leyes las comentaremos más adelante. Mientras podamos opinar sin perder la libertad.
<> Artículo publicado el 20 de septiembre de 2010 en La Hora Cero, el diario digital de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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