‘Halloween’, ¿amenaza u oportunidad?

La opinión de…

Patrizia Pinzón

Un grupo de niños entre risas va vestido extrañamente por su colegio: uno lleva un casco y una espada, el otro va de pirata. Una niña va de india y otro con bata de enfermero y un bigote de canas falso pegado a la cara.

El colegio está llevando a cabo un concurso de disfraces celebrando Halloween: el tema son personajes históricos panameños. Los niños, guiados por maestros y padres, investigan sobre cada personaje y confeccionan su propio vestuario.

El más original gana un premio, pero al final todos ganan porque no hay nada mejor que aprender jugando. El juego es la técnica más exitosa de cualquier profesor eficiente.

Cuando escuché que le cerraban la puerta al Halloween en las escuelas por no ser panameño y porque le restaba protagonismo a las fechas patrias pensé: esta es una fiesta poco entendida y estamos perdiendo una oportunidad.   El Halloween, no es más que nuestro “día de muertos” y cuyas raíces no son gringas sino celtas (Samhain). Incluso fue celebrado en Roma como el Parentalia. Samhain celebraba el fin del otoño antes de entrar a la oscuridad del invierno. Se honraban los espíritus de los padres y se espantaban a los malos espíritus utilizando disfraces y máscaras.

La versión que conocemos hoy es un derivado popularizado por los estadounidenses, quienes tienen una gran población celta/irlandesa. Su popularidad se debe precisamente por su forma divertida. Pensemos en el famoso Día de Muertos de México, en donde la gente se viste de muertos y hacen dulces y juguetes de calavera. Es una fiesta gigantesca, que –dicho sea de paso– produce un montón de dinero a los mexicanos.

Que los niños panameños no sepan quiénes son Vasco Núñez de Balboa (el niño del casco), el pirata Morgan, la india Anayansi ni William Gorgas no es porque exista o se celebre un Halloween. Es porque los profesores no han sido creativos para enseñar la historia panameña de manera divertida. Insisten en que uno memorice y luego vomite en un examen nombres y fechas sin sentido.

Ese método no funciona. Si no cambiamos nuestro sistema de enseñar, con y sin Halloween nadie sabrá por qué el 3 y el 28 de noviembre son celebraciones distintas.

Panamá tiene la increíble ventaja de que todos (sí todos) tenemos sangre extranjera en algún lado del árbol familiar. Aquí se celebra desde el Hanukah hasta el año nuevo Chino con dragones y todo. Utilicemos nuestra riqueza para aprender a través de las culturas que nos conforman.   No les cerremos las puertas… ¡son oportunidades!

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<> Este artículo se publicó el 30  de octubre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos de la autora  en: https://panaletras.wordpress.com/category/pinzon-patricia/

 

La gran muralla que salvó a Panamá

La opinión de…

Patrizia Pinzón

Aquí estamos en nuestro Panamá de hoy lleno de rascacielos, pantallas gigantes, buses y tecnología digital. De polución y problemas políticos. Pero dentro de todo, nos hemos convertido en una ciudad exitosa en Latinoamérica, el sitio hub por excelencia en donde nuestra economía ha podido crecer incluso dentro de las crisis mundiales. Pero nada de esto hubiera sido posible sin nuestra gran muralla.

Al igual que la Gran Muralla China, la muralla que rodea el Casco Antiguo y su plataforma rocosa nos defendieron a capa y espada, permitiéndonos crecer como pueblo y más tarde pensar en transformarnos en República.   El que vive hoy piensa que las cosas “siempre fueron así”. Pero para 1671 era un hecho que cientos de panameños morían en manos de las enfermedades que traía el pantano que rodeaba Panamá la Vieja y por los ataques piratas. Si queríamos sobrevivir, teníamos que mudarnos… y rápido. O perderíamos Panamá para siempre.

La escogencia del sitio no fue casualidad. La península de vientos cruzados era más saludable ya que alejaba a los temibles mosquitos. Las rocas de su plataforma continental daban la perfecta base para la construcción de la muralla y evitaban que barcos pesados se acercaran demasiado. Sin esas condiciones no hubiese habido un Casco Antiguo, y mucho menos una declaratoria de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Hoy día, la muralla y su rocoso paisaje ofrece a los turistas y visitantes nacionales su dramática belleza. Especialmente, cuando la marea baja se puede caminar y admirar el atardecer o amanecer mientras se bordea la impresionante muralla. Estar ahí, entre rocas de distintos colores y formas, da la impresión de estar en otro planeta. Además se puede apreciar a los caracoles y las aves marinas que cruzan buscando alimento. El sitio es un oasis para la vida natural y una puerta a nuestro pasado, cuando los carros no decidían la escala de nuestra vida. Tiene un potencial turístico increíble. Se me encoge el corazón de pensar que en algún momento alguien inclusive pensó en pasarle una carretera por encima. ¿Será que los panameños nunca podremos apreciar lo que tenemos… sino hasta que lo perdemos?

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Este artículo se publicó el 28 de julio de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que a la autora,  todo el crédito que les corresponde.

El negocio de la historia

La opinión de…..

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Patrizia Pinzón Di Marzio


En efecto, señor presidente Martinelli: en la historia hay dinero… y sostenible. Pero solo si se hace bien. Aprendamos de Roma, en su país de ascendencia y la mía: ¿cree usted que ellos osarían levantar dos pisos adicionales a uno de sus edificios históricos? Ni pensarlo. ¿O que dejarían que alguien rellenara enfrente de una bahía histórica? Ni locos.   ¿Por qué? Muy simple: su industria del turismo, la cual genera millones de euros a Italia depende de ello.

Y no es que les haga falta ¡mafia ni corrupción! Leí recientemente un artículo de cómo habían atrapado a varios capos el otro día. Pero no se meten con la historia: es demasiado importante económicamente.

Panamá Viejo y el Casco Antiguo –igual que Roma– tienen una designación de Patrimonio de la Humanidad. Ciertamente no son Roma (todavía), pero a este paso de rellenos ilegales enfrente de Panamá Viejo y con edificios que “mágicamente” y sin sustento histórico suben pisos adicionales en el Casco Antiguo nunca lo seremos… y habremos matado para siempre la gallina de los huevos de oro.

Para mí y el resto de los casqueños (y para muchos panameños que no viven pero aman el Casco) la razón principal para salvaguardar nuestro patrimonio no es el dinero.   Pero ya he escrito mucho sobre su rol en nuestra identidad y cultura.   Hoy, simplemente voy a resaltar su aspecto económico, porque me doy cuenta ante la noticia del relleno al lado de Panamá Viejo y de que se le está “buscando una solución” a un proyecto polémico que se construye en el Casco Antiguo que –tal y como decía cierto website costarricense– “esto no es un país sino un negocio”.   Al menos, señor Presidente, que sea un buen negocio.

Tanto Panamá Viejo como el Casco Antiguo están generando.   Especialmente en el Casco Antiguo, en donde no solo hay una masa crítica de restaurantes y nuevos residentes generando empleo y atracciones sino que hay varios hoteles en construcción. Es más, este dinero se está revirtiendo en la comunidad, donde hay programas como Capta que capacita a mujeres del barrio para que puedan salir de la pobreza y sumarse a la actividad económica del área.

La Fundación Calicanto ha llevado a cabo, por años, este programa con un éxito impresionante. También está la Asociación pro Juventud de San Felipe que da seguimiento escolar a los niños del área. Su objetivo: lograr que se gradúen de la escuela. Sus herramientas: amor, arte, pedagogía, psicología y seguimiento médico. Todo financiado por el dinero de la empresa privada y de los nuevos residentes del Casco que quieren ver que el barrio realice su potencial como el mejor barrio histórico y mixto del país.

Si cae la designación de Panamá Viejo cae también la del Casco Antiguo. Su gobierno pasaría a la historia como el gobierno que permitió que nos quitaran la designación de Patrimonio de la Humanidad y se destruyeran estos íconos de la identidad panameña.   Perderíamos historia y potencial económico/turístico al mismo tiempo. Sería como matar dos pájaros de un tiro, solo que el pájaro en este caso es Panamá.

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Este artículo se publicó el 20   de mayo de 2010 en el diario La Prensa, La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

¿Qué significa ser patrimonio de la humanidad?

La opinión de…..

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Patrizia Pinzón

La palabra “patrimonio” suele salir en los medios, generalmente, ligada al dinero que alguien se robó.

Sin embargo, patrimonio tiene un significado más amplio.  Según el diccionario, es el conjunto de bienes que una persona adquiere por herencia familiar.

También es el conjunto de bienes que posee una persona o una institución y que son susceptibles de estimación económica.  En sencillo: es algo que tenemos y que tiene un valor.

Como personas, tenemos cosas que nos importan muchísimo y que son nuestro patrimonio: la sortija que nos dejó la abuela, los libros de nuestros padres, los álbumes de fotos de la familia. Estas cosas cuentan una historia significativa: cuentan nuestra historia.

Quiénes somos, a través del quiénes fuimos… literalmente.  Una vez le pregunté a una amiga: si tu casa se incendiara, ¿qué salvarías? Me dijo, sin pestañear: los álbumes de la familia. Su padre había sido fotógrafo y murió luego de una larga enfermedad.

Sus álbumes contenían recuerdos hermosos de cuando joven, con su madre, con la familia de chicos.

Era una colección invaluable

–para ella– por la cual arriesgaría sin pensarlo su vida. La memoria de su padre.

Todos llevamos algo con nosotros que es un símbolo y representa algo de nosotros mismos.  Como sociedad, hacemos lo mismo, sepámoslo o no.

Los panameños, como sociedad, tenemos una serie de cosas en nuestro armario que son netamente nuestras.  Nuestra cultura pacífica y llena de celebraciones, nuestra historia.

Como país, esa historia está contada en los álbumes de nuestras fotos, nuestras casas, nuestros sitios y monumentos.

Pero como panameños, no estamos solos. El país –nuestro pequeño país que alguna vez fue definido como el ombligo del mundo– jugó un papel importante en el ámbito mundial. Por tanto, algunos de sus sitios han sido declarados patrimonio… no solo por Panamá, sino por el mundo.  Es decir, que para el mundo estos sitios ayudan a entender la historia de la humanidad como un todo.

Y a aquellos países en donde estos sitios se han encontrado y declarado, les viene la responsabilidad de protegerlos.  No solo porque definen el “quiénes somos” como país, sino porque ayudan a explicar el “quiénes somos” como seres humanos.

Panamá unió las Américas con Europa. A veces de manera controversial, más recientemente de forma comercial.  Pero sin el Casco Antiguo y Panamá Viejo, no se entiende completamente el movimiento crucial de la colonia española en el continente americano.  ¡Qué responsabilidad!

Cuando Panamá aceptó la declaratoria, se comprometió a cuidar de estos sitios.

De la misma forma en que cuidamos las cosas que son tan íntimamente nuestras, estos lugares merecen ser prioridad.

Son tan especiales como las pirámides de Egipto, sin las cuales no se entendería la historia de la civilización humana.

Hoy día, el Casco Antiguo necesita que lo quieran, lo entiendan y protejan ante las amenazas del cambio político, la falta de continuidad y de cumplimiento de normas.

Preguntémonos: ¿qué estamos dispuestos a hacer para salvar este álbum de nuestros abuelos?

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Artículo publicado el 17 de marzo de 2010 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que le corresponde

Sin amor no hay Hotel Central

La opinión de…..

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Patrizia Pinzón

Suena a día de San Valentín malogrado. O a frase kitch. Pero luego de ser testigos del derrumbe del Hotel Central, la semana pasada, sólo puedo pensar en esto: por más que queramos apuntar dedos acusadores al contratista, al Gobierno y demás, en realidad el gran culpable de todo esto es la falta de amor que le tenemos los panameños al Casco Antiguo.

Porque si el contratista le tuviera amor a esas ruinas, las hubiera tratado con respeto. Le hubiera puesto una pared de contención a la misma y no hubiese cavado ni taladrado de la forma en que lo hizo. Y no porque haya una ley que se lo pida o impida, sino porque era lo correcto.

De la misma forma en que cuando a una abuela se le quiebra la cadera uno busca cómo darle un bastón. Hasta donde sé, no hay leyes que nos obliguen, como nietos, a buscar bastones y, sin embargo, lo hacemos gustosos. Porque las amamos, las respetamos.

Porque son un pedacito de nosotros, nos vieron crecer y somos conscientes de que son nuestra historia directa. Si los panameños que conforman la cadena gubernamental (Inac, Patrimonio Histórico, y demás) le tuvieran amor real al Casco, no hubiesen ignorado los llamados de atención de Icomos, ni hubiesen pasado todos los días frente al problema sin notarlo.

Hubiesen equipado a la Dirección de Patrimonio Histórico con recursos humanos cualificados, legales y presupuestarios para poder realmente ser custodios de este Patrimonio de la Humanidad como debe ser: de forma independiente a presiones políticas o de otra índole. Asimismo, le hubiesen dado una plataforma legal concreta a la Oficina del Casco Antiguo para que no sólo tuviese la responsabilidad, sino la autoridad para gobernar esta mini ciudad con reglas claras que no sean pisoteadas por otros ministerios ni otras entidades.

Este incidente no sólo expone ante el sol veraniego una negligencia a todo nivel, sino la simple y llana falta de amor. Lo triste es que al mismo tiempo somos muchos los que sí queremos y creemos en el Casco. Y, sin embargo, son incidentes como estos los que aseguran que nos arrebaten para siempre lo más preciado: de dónde venimos.

Y ojo, para todos aquellos que van a salir con el caballo político y a hacer cambios radicales: el Casco no necesita ni inventos ni locuras. Lo que necesita es respeto a las leyes, que existen pero no se aplican a todos. Respeto a las normas internacionales que lo protegen y a las cuales Panamá se comprometió. Lo único que esta abuela hermosa que tenemos pide es cariño y respeto.

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Artículo publicado el 11 de febrero de 2010 en el Diario La Prensa, a quien damos, al igual que a la autora, todo el crédito que les corresponde.

Lo que desconozco importa más

La opinión de…..

PATRIZIA PINZÓN

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Lo que desconozco importa más

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“Asamblea Nacional: Fortaleciendo el futuro de Panamá”.   Ese es el eslogan que aparece en la página web de nuestra Asamblea. Y, sin embargo, en la página no hay información relevante.   No existe un sitio en donde fácilmente se pueda verificar en qué anda cada diputado.

Falta un resumen estadístico que muestre sus ausencias, en qué causas ha votado, en qué causas no, qué ha propuesto. Nada.  ¿Transparencia? Me hace dudar, cuando me entero por los medios que la Asamblea aprobó una ley de limitación a acceso de información que cubre aspectos importantísimos, como las denuncias y procesos contra los magistrados de la Corte Suprema, contra el Presidente mismo; resoluciones de la Comisión de Ética (¿es ético esto?), pero aún más peligroso: las propuestas a las modificaciones de ley, actas o informes de las comisiones permanentes.

No sé ustedes, pero yo le temo a lo que no sé.   ¿Qué pasa si esas modificaciones de ley van en contra del pueblo?   ¿Qué pasa si mañana deciden en un madrugonazo una ley absurda?  No me digan que en este país nunca se ha hecho… y que nunca se va a repetir.

Si bien a los periodistas muchas veces se les pasa la mano, también es cierto que han puesto al descubierto más de una “maniobra” y más de un caso de corrupción. Es increíble que en este siglo aún se esté debatiendo si la información debe o no ser pública. El panameño no es un niño de pecho, es un ciudadano responsable que debe y merece saber lo que está pasando yactuar como corresponde. Y si corresponde salir a la calle y protestar, es nuestro derecho. Eso es democracia.

El gobierno del presidente Martinelli ha hecho en 100 días más que ninguno, y muchos cambios han sido positivos.   Pero la Asamblea, con esta ley destroza con los pies lo que se ha hecho con las manos.   Y lo ha hecho sin importar que los organismos internacionales los observen y que esta decisión afecte la estabilidad política y la inversión foránea de la cual dependemos.

Aún estamos a tiempo para corregir este error garrafal. No nos convirtamos en otra Venezuela.

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Publicado el 26 de octubre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que le corresponde.