El cambio a la República asiática

La opinión del Estudiante de Arquitectura…


CARLOS A. SOLÍS TEJADA
c.a.solis-tejada@lse.ac.uk

Hace un año y 5 meses el pueblo panameño se dejó seducir por una promesa de cambio. No éramos los únicos, siendo el caso más emblemático el de Barack Obama. En un mundo hastiado de la política de siempre, cambio era una palabra seductora y esperanzadora pero a la vez ambigua. Y tras esa ambigüedad se esconden las más secretas intenciones de quienes buscaron nuestro voto. Es así como en Mayo de 2009, Cambio Democrático, el partido fundado, dirigido y financiado por Ricardo Martinelli, parecía haber cumplido su cometido: unir el poder económico y el poder político en una sola mano y por consiguiente todo parecía indicar que CD tenía fecha de expiración en 2014.

 

Pero como todo en la vida, no todo es lo que aparenta ser y otra realidad se comenzaría a revelar en el CD: un plan al parecer con grandes objetivos políticos concretos y claros: constituir un régimen unipartidista como el de China y Singapur (o Japón, Corea y Taiwán durante sus primeras etapas de desarrollo) donde los tres poderes del estado y la prensa están perfectamente cuadrados con el pensamiento y los objetivos del partido único o dominante. Aparentemente a las mentes maestras de CD les incomoda las repúblicas democráticas por complicadas, y en el peor de los casos, por ineficientes. Está claro entonces que no vinieron a cogobernar (entiéndase consultar) con nadie y para lograr su hegemonía no dan muestra alguna de escrúpulos.

 

Para nadie es un misterio como ha sido el camino hacia el control absoluto y vale la pena repasarlo. Primero han subvertido el sistema partidista imperante encabezando un partido chico la nómina presidencial en lugar de sus aliados más numerosos los Panameñistas aprovechando las debilidades heredadas del ‘mireyismo’ pero aprovechando su maquinaria electoral. Seguido le infligen una derrota desastrosa al partido más grande, el PRD, aprovechando unas primarias sospechosas por su carácter altamente divisivo y cuyas secuelas aún no termina de superar el PRD. Luego pasaron a profundizar las crisis internas de estos dos partidos con el fin de debilitarlos al punto que no representen una amenaza.

 

Paralelamente Cambio Democrático se embarca en un proceso expansionista anexando a los partidos más chicos de la alianza de gobierno y cooptando a políticos de oposición y del Panameñismo para dominar numéricamente la Asamblea Nacional y los gobiernos locales lo cual ya garantizaría junto con el dominio del poder judicial, un control total sobre el estado panameño que garantice la reelección y otras medidas que permitan una mayor duración del nuevo régimen por establecerse. La batalla por el control de los medios está aún por dirimirse pero es crucial para el nuevo régimen.

 

Es de sospechar que las mentes maestras de CD han visto en el modelo político asiático una vía expedita hacia el desarrollo económico sin embargo hace falta otros elementos que fueron clave para el éxito de los tigres asiáticos, elementos que si bien no necesitan de un estado autoritario si necesitan de un estado fuerte que los respalde.

 

El primer elemento es la implementación de una tecnocracia meritocratica tanto en el Servicio Civil como en el partido dominante cuya formación académica y profesional les permita guiar e informar las políticas públicas sabiendo combinar sabiamente la planificación con el libre mercado. CD por el contrario ha visto en la Carrera Administrativa un obstáculo en vez de un paso necesario para el establecimiento del Servicio Civil al no permitirle la CA hacer del estado un botín político y como la mayoría de los partidos políticos, quizás salvo el Partido Popular, no se preocupa por la formación política y académica de sus cuadros. El segundo elemento es el educativo.

 

Para proveer tanto al Servicio Civil, la empresa privada y a los partidos de personas con un alto nivel educativo y profesional que impulsen el desarrollo es deber del estado reformar profundamente el sistema escolar, al sistema universitario y el sistema de becas y créditos del IFARHU para garantizar la formación óptima del recurso humano que provea tanto al Servicio Civil como a la empresa privada de personas con un alto nivel educativo y profesional que impulsen el desarrollo. El Tercer elemento es el establecimiento de unas alianzas entre las elites empresariales y las elites políticas en comunión de objetivos en pos del desarrollo, algo que el actual gobierno tiene potencial en lograr.

 

Sin embargo el establecimiento de un estado autocrático no es prerrequisito para implementar estas medidas conducentes al desarrollo basta con lograr un compromiso a largo plazo entre nuestros políticos, empresarios y sindicalistas y demás grupos sociales que permitan al país seguir creciendo de manera sostenida y equitativa con medidas que permitan el acceso universal a la economía formal y al crédito, la movilidad social a través de la meritocracia y una vez logrados estos objetivos establecer una red de protección social, que le permita al panameño mayor independencia de las redes sociales y familiares tradicionales (con el consiguiente efecto de reducir el nepotismo, el favoritismo y el tráfico de influencias tan arraigadas en nuestra cultura) y de esta forma permitirle asumir como individuo mayores riesgos para emprender proyectos más grandes como nuevas empresas y estudios superiores ayudando finalmente a reducir la pobreza, aumentar nuestro acervo cultural y fomentar avance tecnológico, nobles objetivo que debería ser el norte de cualquier gobierno que decidamos elegir.

 

Sin lugar a dudas un liderazgo fuerte y ejemplar es necesario pero un régimen unipartidista es de por sí un exabrupto en nuestro contexto latinoamericano y por tanto como panameños no debemos permitir que se nos imponga esta clase de régimen en una sociedad cuyos valores están cimentados en la tolerancia y la negociacion.

 

<> Este artículo se publicó el 7  de enero de 2011  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Crisis mundial y nuevas oportunidades

La opinión de…

 

Carlos Antonio Solís-Tejada

Es invierno en París y las nevadas, la lluvia helada y los vientos gélidos han sido implacables con dicha ciudad, al igual que con otras ciudades europeas.

A raíz de este problema, para evitar muertes por hipotermia y un escándalo, el Gobierno ha abierto las estaciones del metro a los indigentes. Nada nuevo, mucho menos para alguien que ha visto o sabido de cosas peores en países en vías de desarrollo, como Panamá. Sin embargo, algunos casos llaman poderosamente la atención, como el de aquellos a quienes la crisis económica les robó sus empleos, su hogar y su dignidad, sin consideración alguna con su trayectoria profesional, su alto nivel académico o su lealtad a sus empleadores (públicos o privados), dejándolos en la calle.

Una amiga saludó efusivamente a una de estas personas en una estación del metro, algo inusual en ella, pero resulta que dicha persona fue su profesor de historia y ciencias sociales en el Lycée Henri IV, la secundaria pública más prestigiosa y selectiva de Francia; estudiar y enseñar allí es un privilegio.

La razón por la que personas tan competentes y brillantes estén ahora en la calle se debe a los recortes presupuestarios, causados por la crisis mundial en el sector público y la inhabilidad de personas encumbradas en su área de adaptarse a la nueva realidad de haber sido, prácticamente, desterrados de su paraíso.

Así como le pasó a ellos, diariamente en el primer mundo se desecha recurso humano competente, mandándolo a vivir con suerte del subsidio por desempleo y, paulatinamente, a la calle.

Hay un dicho que dice: “el desecho de unos, es el tesoro de otros”; en este sentido me pregunto por qué nuestros países latinoamericanos no aprovechan para acoger a estas personas, cuyos talentos nos serían tan provechosos, no porque nos falte talento, pero tampoco es que nos sobre.

Esta idea podría reconfigurar nuestra relación con el primer mundo y ayudar al desarrollo.

La idea no es nueva, sería repetir aquel episodio de nuestra historia que tanto bien nos hizo, las migraciones europeas hacia Latinoamérica de los siglos XIX y XX. Así como en aquel entonces estos europeos, norteamericanos y repatriados latinoamericanos ayudaron a impulsar nuestro desarrollo, construyendo nuestras capacidades técnicas, científicas y humanísticas.

Estas personas, en lugar de invertir su asistencia en proyectos de poco impacto, se les podría permitir utilizar sus subsidios y seguros por desempleo para reubicarse en nuestros países, bajo el acuerdo de integrarse a nuestros sistemas educativos desde el sistema básico al superior y vocacional; además; de los servicios de salud y civil para transferir sus conocimientos a nuestros futuros profesionales, con incentivos y políticas locales, para establecerse en las ciudades de provincias y no en las metrópolis.

Se les debería permitir, con dichos subsidios, poder invertir en nuevas empresas que impulsen sectores no desarrollados de nuestras economías, como la industria pesada, ligera, la biotecnológica e informática.

Una iniciativa así podría ayudar a los países desarrollados a aligerar su carga social, a la vez que refuerza nuestro capital social y estrecha nuestras relaciones comerciales y culturales.

En la era del outsourcing y la globalización, esto no sería del todo descabellado, podríamos, quizás, hasta competir con el este asiático como proveedores de manufacturas y tecnología a Europa o Estados Unidos.

Una vez bien establecidos en nuestros países, estas personas podrían dejar los subsidios, pero permitiéndoles jubilarse decorosamente en sus países de origen, si así lo desean. Concluimos, entonces, que esta crisis nos brinda la inigualable oportunidad de dar un pequeño salto hacia el desarrollo, solo falta tener un poco de ingenio y sentido de oportunidad, por parte de nuestros países con políticas, incentivos y acuerdos entre países, para reclutar el talento desaprovechado, dándoles una nueva oportunidad en el nuevo mundo o en África. Esta y otras oportunidades ayudarían a situarnos entre los países más importantes del mundo, si las sabemos aprovechar.

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<> Este artículo se publicó el 3 de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

El cambio a la república asiática

La opinión de…

Carlos A. Solís Tejada

Hace un año y cinco meses, el pueblo panameño se dejó seducir por una promesa de cambio. No éramos los únicos. En un mundo hastiado de los hombres dedicados a la política, cambio es una palabra seductora y esperanzadora, pero a la vez ambigua. Una ambigüedad que esconde las más secretas intenciones de quienes buscaron nuestro voto.

Es así como en mayo de 2009, Cambio Democrático, el partido fundado, dirigido y financiado por Ricardo Martinelli, parecía haber cumplido en 10 años su cometido: unir el poder económico y el poder político en una sola mano: en las de su presidente, en fin, todo parecía indicar que CD tenía fecha de expiración en 2014.

Sin embargo, otra realidad se comenzaría a revelar, un plan al parecer con grandes objetivos políticos concretos y claros: constituir un régimen unipartidista como el de China y Singapur (y antes Japón, Corea y Taiwan) donde los tres poderes del Estado y el cuarto poder, la prensa, están perfectamente cuadrados con el pensamiento y los objetivos del partido único.

Para lograrlo primero han subvertido el sistema partidista imperante, encabezando una nómina presidencial en desventaja numérica en lugar de su aliado Panameñista, más numeroso. Seguido, infligiéndole una derrota desastrosa al partido más grande, el PRD, aprovechando unas primarias altamente divisivas, cuyas secuelas aún no terminan de pasar. Profundizando las crisis internas de estos dos partidos con el fin de debilitarlos al punto de que no representen una amenaza. Paralelamente, impulsando a Cambio Democrático en un proceso expansionista, anexando a los partidos más chicos de la alianza de gobierno y cooptando a políticos de oposición y del panameñismo por dominar la Asamblea Nacional, lo cual ya completaría, junto con el dominio del Poder Judicial, un control total sobre el Estado panameño, que garantice la reelección y otras medidas que permitan una mayor duración del nuevo régimen por establecerse.

Es de sospechar que la mente maestra de CD ha visto en el modelo político asiático una vía expedita hacia el desarrollo económico, sin embargo, hacen falta otros elementos clave para el éxito de este modelo de Estado, como la implementación de un servicio civil eficiente, cuyos tecnócratas han sabido combinar la sabia planificación con el mercado, y sus líderes políticos han logrado el establecimiento de alianzas con las élites empresariales en comunión de objetivos en pos del desarrollo.

Para proveer, tanto al servicio civil como a la empresa privada, de personas con un alto nivel educativo y profesional, que impulsen el desarrollo, es deber del Estado reformar profundamente el sistema escolar, el sistema universitario y el del Ifarhu, para garantizar la formación del mejor recurso humano.

Sin embargo, estos objetivos no requieren de establecer un Estado autocrático, basta con lograr un compromiso a largo plazo entre nuestros políticos, empresarios y sindicalistas que permitan al país seguir creciendo con medidas que faciliten el acceso a todos a la economía formal, además de mayor acceso al crédito, lo que junto con el establecimiento de una red de cobertura social sería más conducente al desarrollo que el estado actual de cosas, al permitirle al panameño más independencia de las redes sociales o familiares y asumir mayores riesgos para emprender proyectos más grandes, como nuevas empresas y estudios superiores, con el consiguiente efecto de reducir el nepotismo, el favoritismo y el tráfico de influencias tan arraigadas en nuestra cultura y, finalmente, ampliar la clase media y reducir la pobreza, un noble objetivo que debería ser el norte de cualquier gobierno que decidamos elegir.

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<> Este artículo se publicó el 17 de diciembre  de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Educación en libertad

La opinión de…..


Carlos Antonio Solis Tejada

Es un hecho que la educación académica está en crisis y que los que se llevan la peor parte son los pobres. La verdad es que hoy día Juanito no sabe sumar, habla y escribe mal el español y a duras penas balbucea el inglés (mucho menos esperen un milagro en mandarín); le gusta lucir sus mejores galas y habilidades musicales en noviembre, pero por favor no le pregunten qué se celebra durante ese mes.

Amarga sorpresa se llevarán sus padres cuando Juanito trate de ingresar a la universidad, pues resulta que el niño –que fue cuadro de honor– no pasó los exámenes de ingreso. Inevitablemente alguien debe tener la culpa, pero siempre debe ser el otro, pues la autocrítica brilla por su ausencia.

Al final todos esperan que el Estado nos brinde la panacea educativa que nos llevará a la dicha y prosperidad primer mundista. ¿Pero en verdad será así? Soy del pensar que el Estado no es la solución sino el problema.    La educación pública estatal cumplió un gran cometido en alfabetizar en menos de medio siglo a un país analfabeta e ignorante.   Pero, hoy por hoy, el aparato educativo estatal ha sido sobrepasado en su capacidad de acción por las nuevas realidades del país y del mundo.

Se requiere un nuevo enfoque que supere el paradigma del Estado como proveedor, evaluador y promotor de la educación en el país. Hay que liberar el sistema educativo del yugo estatal y sindical que lo asfixia, devolviéndoles a los padres de familia el rol que les asigna la Constitución en materia educativa y que habían abandonado en manos del Estado y los gremios magisteriales. Resulta más beneficioso para el sistema que el Estado se repliegue a un rol meramente evaluador y regulador.

Privatizar o tercerizar es tabú en este país, pero ofrece una gran variedad de vías que permiten la adecuación y modernización curricular de forma natural a través de la libre competencia, sin los altos costos y traumas que una solución estatista conlleva con sus discusiones bizantinas sobre cuál es la mejor filosofía pedagógica a seguir o cuáles son los contenidos que debe tener; de cuánta plata hay que sacarle al contribuyente y cómo se mantiene el statu quo del personal de las escuelas.

Qué cosas necesitan saber, qué habilidades necesitan desarrollar, qué valores deben seguir nuestros niños, son decisiones que corresponden a los padres de familia y no al Estado.   Si Juanito no sabe hablar, escribir, sumar o recordar la historia patria, es responsabilidad de los padres (y de Juanito por flojo), porque una vez detectado el problema deben resolverlo, tomando las medidas que requiera el caso; y es responsabilidad de la sociedad a través del Estado, que lo personifica, proveer las condiciones para que cada quien (estudiante, padres de familia y educadores) cumpla su deber y con el designio divino que el Creador les destinó.

Una forma de lograr la tercerización de la manera menos traumática posible es a través de una reformulación del seguro educativo, que pase de ser un simple impuesto que se reparte entre el Estado, los sindicatos y las universidades a un sistema de carácter privado, propiedad de los cotizantes; una Caja del Seguro Educativo que sea lo que la Caja de Seguro Social pudo haber sido si el Estado no hubiese metido sus manos; un fondo común que provea a los padres de familia de los fondos necesarios que subsidien o complementen los gastos para la educación que sus hijos necesiten en las mejores escuelas que el mercado educativo les puede ofrecer.

Su financiación podría ser tripartita, mediante los aportes del trabajador, el empleador y el Estado a un fondo común que debe ser administrado por profesionales expertos que lo hagan crecer. De esta forma, el Estado podría tercerizar las escuelas a entes como cooperativas de educadores, iglesias, asociaciones vecinales, etc. Devolviéndole así la educación al pueblo.

Pero la mayor virtud de este cambio radical es que le permite al Estado priorizar sus gastos en educación en aquellos más necesitados, los más pobres entre los pobres, dotándolos de mejores condiciones de aprendizaje, finalmente, sacándoles de la pobreza y de la necesidad de ser asistidos por el Estado. Al Estado solo le quedaría el rol de evaluar bimestralmente el progreso del estudiantado del nuevo sistema a través de exámenes universales estandarizados por nivel, con parámetros internacionales que permitan determinar su pase y permita evaluar si las escuelas están cumpliendo con su rol sacando del mercado aquellas que no cumplan su cometido. De esta manera se incentiva la competencia y un alto nivel en la oferta académica.

La educación superior debe ser regida por un ente superior imparcial, con participación de los gremios profesionales como evaluadores de las carreras y sus egresados y no por las universidades estatales, logrando con ello y desterrando el mercantilismo imperante en la educación superior privada y sacando de su letargo a la educación superior pública.

El problema educativo necesita una pronta solución que ataque sus problemas de raíz, sea cual sea la solución, esta debe ser la más creativa y práctica posible; para lograr su implementación, rápida y exitosa, solo se necesita tener una mente abierta a romper paradigmas.

¿Qué piensa usted?

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Este artículo se publicó el  5  de mayo de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.