La mujer del Metro con olor a gardenias

Un cuento de:

 

GEORGE KOURANY SKINNER

En la parada del Metro de Panama. -Habia una mujer alta-.

Espigada como un ramo de arroz, a punto de cosechar.

Tenia una silueta conformada; como una esfingie de Miguel Angel Buonarotti.

Al verla. ¡Me la imagine desnuda!.  -Sin una gota de grasa-.
Sin celulitus a la vista. -Toda fibra-.  Gracil en sus movimientos naturales.
-Nada calculado-.  ¡Claro!. -Era una utopia fantasiosa-.

¡La veia como una escultura hecha por los Dioses!. -Parecia desorientada-. Impávida ante la mirada de los transeuntes; que salian del subterraneo como arrieras hacia sus trabajos.

-Al pasar junto a ella-. Los hombres de buen vivir quedaban perturbados ante esa belleza de mujer. Y las mujeres cejaban. Con discrecion su admiracion. Y otras con su indiferencia e envidia.

«Ella». Vestida con elegancia y sobriedad minimalista enrolaba en su cuello gacela. Una bufanda piel de culebra. A manera de imitacion; de Ava Gardner; decolaba en su cuello largo.  La seda de la seduccion. Sin ninguna marca de vanidad alguna.

-Piel cetrina lustrosa-. Ojos almendros aguamarinos. Delineados como una Nefertiti… Y labios carnosos. Esponjas de amor. Como nísperos en flor. «Envidia de Jolie».

Gastaba un chal plateado. Rebozaba sus hombros redondeados y firmes brazos bronceados al natural.  Y un rubi colgaba de su cuello; en el entresijo de sus senos turgidos al natural.

La mañana. Estaba brumosa. Chispeaba una llovizna, medio fria.

-Me detuve a contemplar-. Lo que pocas veces sucede: (Tropezarte en lo fortuito con tal portento de dama).  Ameritaba la curiosidad de adivinar lo por acontecer. Dada la espera de la «Dama misteriosa».

A una distancia prudente. -Me detuve-. Encendi un puro.  Avido. De esos cuyo aroma se extiende, arropando la soledad.  Jalé  unas cuantas bocanadas.  Hasta calibrado el fuego en el Habano Cohiba. -De esos esplendidos-. Cuyo anillo, saqué y puse en mi dedo meñique. -A manera de sortilegio-.

Adivinar: ¿Que le pasaba a la joven de la falda burgundy?, que caminaba de un lado para otro. Mirando el reloj. ¿Como si esperara?…. ¿Que el esperado apareciese por el portón de vidrio? Y la suerte le cambiara -el destino trashumante-,  de su vida de refugiada que a mi parecer  prejuzgaba que fuera: (Una de aquellas),  que huyen de las Dictaduras del Sur.  Y de las inseguridades de la violencia y la criminalidad que asedian, a sus paises.  Por cual tuvo. Que emigrar al «Panama»… «Pro Mundi Beneficio».

Acorte distancia. Las volutas de humo; hacian giros en el aire. Una danza de vientos arremolinadores de vapores y llovizna leve comenzó a caer.

«Ella».  ¡No se inmuto!.  Le vi los ojos. Llorosos. Tenia una tristeza que pesaba siglos. ¿Pense que la lluvia?. Habia nublado sus parpados.

-Pero no-.

¡Lloraba en silencio!. Apretando los labios. -No de rabia-. Sino de congoja.

Muy fina. Saco un pañuelo tejido. Blanco, como sus deseos de paz interior que no conciliaba.  Con los bordes. Intento secar esas lagrimas; que como perlas rodaban su rostro largo como las esculturas de Famiglietti hasta llegar a las comisuras de sus labios inferiores donde tenia un lunar.  -Negro como la noche-. Del crimen de su padre. «Un revolucionario clandestino»; Que luchaba contra la Dictadura Civil en Venezuela.

¡Me le acerque!. De buen Samaritano. Dándole muestras de auxilio solidario. Y preguntandole: ¿Porque lloras joven de las incognitas?.

Como estaba de espaldas. Dio un giro sobre sus tacones. Y del embaraso se le cayo la cartera.  -Rodo una pistola Beretta-. De aquellas de presicion y tiro certero.

¡Quede impavido!. -Igual que ella-..
La recogi. Y se la entregué de vuelta. Con el mango invertido. Para que no sintiera amenaza alguna.  Y discrecion para que no se aborchonase por tener un arma no registrada.

Sabiendo que estaba en tierras ajenas a su patria original. -Que no podria volver-. A la lucha clandestina.  Por qué  la apresarian «Por conspirar»… -Contra los satrapas que la usurpan-.

Le dije: «No se preocupe». ¡Nadie vio nada!.

Y yo; «Estoy cegado por su belleza».

El comentario. Le arranco una leve sonrisa de Mona Lisa.

iAy,….Señor!. ¡Perdone la molestia!
-Gracias espeto-. Bajo el rostro. ..
Y dio rienda suelta a su llanto.

¡Me senti abrumado de su dolor indescifrable!. Ofrecia interrogantes a mis conjeturas. ¿Por instante pense que eran deudas?. Otras….Usual por despechos.

¿Tal vez?. Por infelidades de su conyugue; o amante… ¡Terreno, que no podia abordar!  Pero si. Podia ofrecer: Ser, «Un amigo pared»: (De esos; que con la confianza precaria podria escuchar….y escuchar….y escuchar….Hasta que se agotara la rabia; o la frustacion; o el dolor de amores; que sufria en vias de morir. -Por inanicion unilateral-.

Como suelen suceder. Cuando te dejan: De querer. -Y tu sigues queriendo-.

Porque tu nobleza.- Es capaz de perdonar y reconstruir-.

Pero hay casos. Que el «imposible».  El dolor.  Se posesiona como una garrapata, a chupar la existencia, y el despecho orilla.  A dejarse al abandono.

A «Ella». A pesar.  De ser tan bella.  Militante y Conspiradora.  Con alto intelecto.
-Entro en un vacio-.

¡Fue abandonada!… Sin ninguna explicacion. Desde que decidió:
(Luchar contra la tirania).

¡Su compañero se acobardo!. Y la dejo sola. -Sin apoyo moral-.

-No era necesidad de sexo-.
¡Ni plata! Ni refugio.

«Ella», habia aprendido a las ausencias de recursos y necesidades.

¡A cambio de un ideal!; razon de su existencia. «Que la mantuvo firme».  Hasta el dia de hoy. Cuando supo. Que mataron a su hermano. De un tiro de un francotirador. Se desboronó.  Al leer el whatsapp en la parada del Metro de la Via Argentina.

Le dije: (No te preocupes mujer).  ¡Esta es una parada de la vida!. -El Tren va y viene-. ¿Ya sabras como montarte en el siguiente vagon?.

¡Se me quedo mirando!. Sin pestañear.

¿Como si quisiera abrir su alma?, y contarme pormenores. Le tome las manos. -Atrevido no fui-. Tenia el poder de la paz en la calidez de las palmas de mis manos.

Le dije: «Ven conmigo; «El»; «No va a llegar». Volteo la mirada hacia la Entrada y Salida del Metro de Via España; frente al Minimax.

¡Miro un minuto en silencio derredor!

Sin embargo. -No me soltaba las manos-. Ni hacia repulsa alguna.
A mi osada aproximacion.

-El humo de mi puro-. Era de una fragancia masculina de seguridad.

Termino su reflexion intima. Fui adelantando pasos. Junto a ella. Sin hablar. Le dije: (Vamos a caminar).

¿Si quieres soltar lo que te aprisiona?,… «Puedes hacerlo».
Vamos al Parque Andres Bello. Daremos una vuelta.

Allá….Nos sentaremos en una Banca.

Llegamos en silencio abismal.

Durante el trayecto….Su perfume me embriagaba. En contraste con el aroma de mi puro a media asta.
No dijo una sola palabra en el trayecto.

Temblaba sus manos. ¿Y yo sin nombre?. ¡Nunca le dije mi nombre!   Ni le pregunté el suyo.

Sentados al banco de la fuente. Un talingo, se daba una ducha silvestre.

Una hora hablamos. -Se tranquilizo-.

Soplo una brisa. -Se puso de pie-.  ¡Se fue!… (Sin decir palabra alguna).  Despacio. Buscando su destino.

Cuando miro hacia la banca. Donde estuvo sentada junto a mi. Me percaté de que se le había quedado algo. No fue involuntario.
Porque sonrió  a la distancia cuando vio mi expresion de asombro.
¡Me habia dejado un Camafeo!.  Un prenda que tenia prendada a la blusa ?. -Cerca de su corazon-.

Fue la forma de: (Expresar su gratitud).  ¡Nada le pedi!.  A veces en la vida… Se da.  -Sin pedir nada a cambio-.

Dias después. Yo tenia una moto Vespa roja escarlata. -Tuve un accidente-.

Rode de espaldas 6 metros en el pavimento de la glorieta que sale de Chanis al Corredor Sur.

Un carro. Me quedo a dos pies de mi cabeza.  Adolorido del trancazo. -No podia moverme con destreza-.

De repente. Una mano se extiende… Para ayudarme a levantar.

Era la mano de la «Mujer del Metro, con olor a las Gardenias».

-Reconoci su olor-. A duras penas. Su rostro.

Porque el sol encandilaba mis ojos. Pero una vez de pie lastimado en caderas y columna.  Le di las gracias.

Ella. Me dio un beso en la mejilla. De saludo.

¡»Ella»… fue mi baston!. A pesar que la embarré de diesel y lodo. – Me levanto con una sonrisa-.

Adagio: «El mundo da vueltas rapido’.

-Lo menos que esperaba-. Era volverla a ver.   ¡Dios sabe lo que hace!.

Un beso fue mi moneda de recompensa.

GKS… el intelectual indigente.    -Que solo recibe amistad-.

<>  Publicado por el autor en su página de Facebook el 30 de mayo de 2017.

La mujer del Metro con olor a gardenias

 

Deja un comentario