Noriega y las 15 mil cajas

La opinión de…

Carlos E. Guzmán L.

La audiencia por el asesinato del civilista Carlos Efraín Guzmán Baúles, realizada el 7 de junio de 1994 a través de un jurado de conciencia, dio como resultado la absolución de los llamados a juicio. Lastimosamente no hay nadie preso por el asesinato de mi padre, hecho ocurrido ante una multitud y a plena luz del día.

El caso ha quedado impune ante nosotros los familiares y ante el pueblo y la historia. Cabe destacar que el contexto en que se hizo el juicio de mi padre fue a escasos años de haberse recuperado la democracia, pero no así la justicia.

Desde mi punto de vista, las pesquisas no se hicieron a profundidad; reitero, el hecho fue a la luz del día y de haberse hecho la presión suficiente, la verdad habría emergido.

En el lugar donde se originaron los tiros –esto consta en video– había más de cinco personas, dos de las cuales dispararon a discreción contra los civilistas.

Esos cinco títeres de la dictadura eran parte del plan de muerte de aquel domingo 13 de septiembre de 1987.   Sostengo que alguien dio la orden de matar ese día, alguien tuvo que entregar las armas y, por supuesto, hubo quienes ejecutaron el crimen.

Esto me demuestra, como lo he dicho y escrito anteriormente, que el ataque a la marcha civilista fue planeado por la alta jerarquía de la narcodictadura de Noriega y por las autoridades que gobernaban San Miguelito en esa época. ¡Que no me vengan con el cuento de que no saben de lo ocurrido aquel día!

El día que asesinaron a mi padre yo me encontraba en mi residencia, no sé donde estarían Noriega y Balbina, de lo que estoy seguro es que ellos –por disponer del control de todo– deben conocer detalles del ataque a la marcha civilista, máxime cuando Balbina vociferaba:  “Civilista visto, civilista muerto”. El Man tenía, en esa época, en San Miguelito, su pie de fuerza.

Cierto es que Noriega sigue pagando las consecuencias de sus actos. Está en Francia esperando por otro juicio para recibir lo que se merece por lavado de dinero. Si tiene 70 ó 90 años no es el tema en cuestión, el interés de la nación es conocer la verdad y que se cumpla la justicia. Es por eso que debe enfrentar la justicia panameña y pagar por sus delitos; debe presentarse ante el país con todas las verdades de lo que aquí ocurrió durante los más de 20 años de dictadura, incluyendo el periodo dictatorial de Omar Torrijos.

Según la Comisión de la Verdad, en el periodo comprendido entre 1968 y 1983 ocurrieron 77 asesinatos políticos, lo que nos demuestra en gran parte que durante la época de Torrijos hubo mucho más que un proceso revolucionario y, como se infiere, mucho más que la mal llamada “dictadura con cariño”. Si alguien duda de esto, que nos pregunte a los familiares de los desaparecidos y asesinados.

Es mi deseo saber la verdad y estoy seguro de que el pueblo panameño, igualmente, desea que Noriega y Balbina digan la verdad respecto al asesinato de mi padre, Carlos Efraín Guzmán Baúles.

Yo espero que esa mancuerna no se lleve la verdad a la tumba, porque esa verdad nos pertenece y debemos luchar para conocerla.

Si Noriega no habla, entonces pidamos a los estadounidenses que nos devuelvan las 15 mil cajas, repletas de valiosa información, que se llevaron. Su contenido nos permitiría saber quién es quién en este país. Mientras no descubramos la verdad, seguiremos viviendo con inmensas inseguridades nacionales. Esas 15 mil cajas deben reposar, para la historia y la justicia, aquí. Noriega es panameño y debe pasar el resto de su vida en una cárcel de este país.

¿Por qué tememos enfrentar la verdad?  Conocer la verdad es un derecho que nos asiste y es obligación de los tribunales de justicia hacerlo valer. La verdad le permitiría a Panamá liberarse de muchos males que hoy día la invaden. Las 15 mil cajas pueden ayudarnos.

Así como nos hemos esforzado por lograr el buen nivel económico que hoy disfrutamos, a pesar de la problemática financiera mundial, trabajemos con convicción por mejorar nuestro sistema de justicia. Ayudemos todos a que la verdad sea una meta fija en nuestra vida como nación.

Entre los pedestales que como pueblo hemos colocado para levantar la democracia, lograr la ampliación del canal interoceánico, consolidar el centro financiero, construir la cinta costera y tantas obras físicas y culturales que nos enorgullecen, demos un impulso fuerte a ese gran pedestal que es la verdad.

Con un sistema de valores en el que la verdad genere confianza, estaremos construyendo las auténticas bases para el futuro de nuestra sociedad.

<> Artículo publicado el 16 de septiembre de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.