Tenemos un problema y no es el modelo

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La opinión de….

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Erick Candanedo S.

Prácticamente podríamos hacer un gráfico de líneas (o polígono de frecuencias) y plantear un paralelismo entre los cambios de gobierno, las entradas/salidas de los ministros de Educación y los intentos por reformar la educación.  El hecho es que alegremente enunciamos que la educación panameña necesita una reforma en función de los pésimos resultados de los estudiantes en las escuelas públicas.

Pero cuando resaltamos el hecho de que las escuelas privadas panameñas generan una calidad tan enorme que gana premios con la participación de los estudiantes en concursos internacionales de debate (en inglés), física, química, matemáticas e inclusive superan con amplios márgenes los exámenes más complejos como el Toefl, el Sat y muchos otros más, al punto de que los examinados consiguen becas directas de las mejores universidades de mundo (logradas por el desempeño de estos estudiantes en sus examinaciones y por sus índices académicos), nos preguntamos si la idea de buscar un modelo educativo en el extranjero tiene algún sentido.

Con un enfoque en las áreas rurales, los defensores de las recurrentes iniciativas para renovar la educación suelen aducir que los resultados de las escuelas privadas no tienen nada que ver en la realidad nacional.  Pues reitérese (ya se sabe) que estos “súper–estudiantes” de las escuelas privadas, que ganan becas y concursos, son panameños; que muchos de ellos viven en los mismos barrios que los estudiantes que asisten y reciben educación deficiente en las escuelas públicas; que muchos de los profesores que les enseñan provienen y fueron extraídos de las escuelas públicas; que sus planes y jornadas de estudio son muy similares; que los planteles públicos y privados en las áreas urbanas cuentan con tamaños similares y con instalaciones deportivas muy parecidas.

Tenemos un problema, pero no es el modelo educativo. A simple vista podemos determinar realidades que nadie quiere oír, en variables como: el compromiso de los padres y los clubes de padres en las escuelas privadas es otro (la decisión de sacrificio monetario refleja una alta valoración de la educación); el apego del profesor a su vocación está en correlación directa con su desempeño (si no rinde, se le despide); el sacrificio de los padres va más allá de las mensualidades (extendiéndose a libros, uniforme, actividades extracurriculares y profesores especiales); las autoridades de los colegios son seleccionadas con estrictos currículos éticos y de excelencia (y destituidas a la más mínima falla); los modelos educativos en los colegios privados son los tradicionalmente rigurosos, con baja tolerancia hacia la indisciplina y el fracaso (la expulsión es una práctica factible, que genera vergüenza); el joven es consciente del sistema en que se encuentra, su objetivo final y sus deberes hacia el plantel (creando un ambiente favorable para la docencia), y existe una competitividad académica “de excelencia” no escrita entre los planteles privados.

Deducimos entonces que la esencia de la mayor parte de las diferencias educativas son culturales. No necesitamos un modelo educativo, sino una cultura hacia la educación.

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Publicado en 1  de enero  de 2010  en el diario La Prensa a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.

Oportunidades del ordinariato castrense

La opinión de….

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ERICK A. CANDANEDO S.

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Oportunidades del ordinariato castrense

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Aquellos que se oponen al ordinariato castrense deben documentarse sobre la historia de las fuerzas armadas y, en especial, de su evolución en el ejercicio de los gobiernos en Latinoamérica. Parte de sus cuestionamientos pueden ser resueltos por libros como Las raíces torcidas de Latinoamérica de Carlos Alberto Montaner, que relatan cómo las naciones europeas enviaron fuerzas armadas para reclamar y acoplar a los exploradores a los designios de sus virreinatos, estableciendo los lineamientos que, por derecho canónico, les eran conferidos a los reyes.

Lo cierto es que fueron estos poderes especiales, otorgados a las fuerzas armadas, los causantes de la evolución anacrónica de los actuales movimientos militaristas en Latinoamérica, que en conjunto con una burguesía corrupta (también heredada de las colonias) han prevalecido desde la conquista hasta la fecha.

Está más que documentado que la génesis de la influencia militar desmesurada, que desde siempre han ejercido el poder en los países más atrasados de occidente, está basada en una tradición donde los cuerpos castrenses representaban la ley de los reinos europeos.

La corrupción del cuerpo militar se da cuando, a falta de leyes y lineamientos éticos, la misión se tergiversa. En el caso de Latinoamérica, las fuerzas castrenses adoptan ideologías políticas y causas sociales que, conjugadas con su tradición de poder, atentan contra lo que desde la colonia determinan ellos como rebeldes o sediciosos.

El desmantelamiento o reestructuración de las fuerzas armadas en nuestras regiones, para corregir las taras generacionales, no es eficiente ni efectivo. Latinoamérica es una región violenta, ni hablar del resto del planeta; por mucho tiempo será necesario vivir con policías y militares.

La modernización de las fuerzas armadas se ha convertido en un paliativo para la concienciación del militar, sin tomar en cuenta que la mayor parte del cuerpo castrense es “tropa”, que al igual que cualquier poblado civil puede ser mal tutelada por caudillos inescrupulosos.

Solo iniciativas como el ordinariato castrense pueden generar cambios efectivos dentro de los cuerpos militares latinoamericanos, pues como bien lo enmarca la historia, esta iniciativa devuelve nobleza, conciencia, disciplina republicana y sumisión al Estado y a las fuerzas del orden que, de forma equívoca, se sienten herederas del poder tradicional de los virreyes.

Por otro lado, podemos darnos cuenta de que los intelectuales que se oponen a la creación de un orden ético castrense son conscientes de la historia y están anuentes de las actuales necesidades con respecto a seguridad.

Luego, es lamentable que sea tan evidente el hecho de que están apalancando sus ambiciones por protagonismo, desconociendo una alternativa inminente de solución.

Las fuerzas armadas occidentales son herederas de la tradición y disciplina de los cuerpos militares romanos, tradicionalmente organizados para defender las naciones y establecer el orden social.

Contravenir la posibilidad de defender la propiedad, renunciando a su perfeccionamiento ético militar, es renunciar a lo poco que tenemos.

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Publicado el 19 de noviembre de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le c0rresponde.