Biopsia del fracaso académico
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Víctor N. Ortiz D.
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Con el paso de los años, las vivencias transcurridas en cada escenario donde el amor a la profesión y las necesidades de atención nos colocan, van nutriendo de experiencias y competencias a quienes con una actitud renovadora y flexible procuramos mantenernos vigentes en este oficio cuyos jueces no admiten la mínima muestra de imprecisión o desfase.
Son precisamente estas vivencias cultivadas al calor del aula -y no las que se gestan, modelan y transforman a la sazón del dictamen político o desde una oficina refrigerada donde se etiquetan y comercializan como “la panacea del siglo”- las que me permiten llevar a cabo una biopsia del fracaso académico en este entorno que de no asumir posturas más firmes en el plano académico – moral, tendrá que aprestarse a recoger los despojos de su indiferencia y falta de voluntad.
Los reportes son alarmantes, cada vez son menos los que logran ingresar a las universidades del Estado. Sólo 4 de cada 10 estudiantes con aspiraciones de ser arquitectos, aprobaron aritmética. Siendo menos halagadores los resultados en áreas como la geometría y álgebra, donde la relación fue de 3/10 – eso sin contar- las anémicas cifras de aspirantes a las carreras de matemáticas y afines.
Como docentes, nos enfrentamos a una generación de estudiantes que –en su mayoría- no manifiestan una inclinación aguda por la lectura; situación que les impide asimilar lo que estudian, acentuando el estado de letargo mental e inamovilidad que padecen y que como única salida, los conduce al mal uso y abuso del recurso memorístico; un elemento de probada incompatibilidad con las ciencias exactas y que erróneamente nos lleva a apuntar en esa sola dirección una problemática que cada vez se hace más patente en todas las demás ramas del saber.
Otro hallazgo meritorio de este ejercicio, ha sido el perjuicio derivado de haber relegado la enseñanza de la geometría a un plano optativo o de disponibilidad temporal -que en muchos casos se pierde en la propia falta de dominio de los contenidos por la parte docente y en otros termina con una marcada antipatía que desarrolla el participante, quizás por los vicios en la didáctica y transmisión de sus fundamentos- sin que seamos conscientes de la proyección y el estímulo que esta disciplina tiene en la construcción del pensamiento analítico en general.
Erramos cuando al intentar desesperadamente contener este descalabro nos volvimos más complacientes, flexibilizando los estándares de calidad, evaluación y admisión a nuestros centros -como ultimadamente viene ocurriendo- promoviendo con ello la producción de más profesionales; pero en una escala de preparación laxa, que deja mucho que desear a nuestra sociedad.
Soy un convencido que mientras más se exige al estudiante, mejores son los resultados y competencias que suele reportar; por tanto, estamos obligados a asumir una actitud denodada a promover el desarrollo de un pensamiento lógico, deductivo y crítico que facilite la fijación y retroalimentación de los conocimientos, con el fin de contrarrestar los efectos de esta debacle por la que atraviesa el sistema educativo nacional.
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Publicado el 18 de julio de 2009 en el diario el Panamá América, a quien damos, al igual que al autor, todo el crédito que les corresponde
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