Un proceso de evaluación participativo

La opinión de….

Mariana A. de McPherson

El concepto de evaluación ha sido reorientado hacia el proceso que permite identificar oportunidades de mejora para tomar decisiones que alcancen el objetivo último de la evaluación, el cual es “mejorar”.

En este proceso se evalúa los métodos de trabajo, los procedimientos, los recursos que se utilizan, los resultados, el impacto que éstos alcanzan y todas las actividades que inciden en el logro de los objetivos de la institución. Vista así, la evaluación tiene que ser participativa.

La participación se sustenta en que no todos los integrantes o estamentos de la institución tienen información sobre todas las actividades, procesos o resultados que se deben evaluar, trátese de directivos, docentes, estudiantes o personal administrativo.

De hecho, hay información relevante que habrá que preguntar a la sociedad, tal como la relacionada con la proyección social, resolución de problemas a la comunidad y aplicación de conocimientos.

En este sentido, es invaluable la información que puede proporcionar la sociedad a través de los gremios de profesionales, sector productivo, graduados y padres de familia, sobre lo que esperan de la universidad, del perfil de los egresados y las oportunidades que, en consecuencia, pueden aprovechar éstos una vez se inserten en el mercado laboral, bien sea como empresarios o como parte de una empresa ya establecida.

Para que el proceso tenga validez, es importante que los participantes brinden información fidedigna.

La información recopilada será válida y confiable en función de factores como los siguientes: Diseño de los instrumentos para recopilar, plasmar y analizar la información; cientificidad en el diseño de las muestras de los sectores participantes; credibilidad de la cual goce el proceso de evaluación por parte de todos los actores.

Para desarrollar credibilidad y confianza en el proceso se requiere desarrollar actividades de sensibilización sobre la importancia de la evaluación, ya que es menester que ésta se haga porque todos los participantes sienten que es necesaria y no porque es impuesta.

No obstante, hay que asegurar, previamente, la existencia de un clima organizacional adecuado, es decir, una organización “sana”. Cualquier esfuerzo conjunto tiene que realizarse en condiciones que los participantes se sientan libres de responder. Esto es necesario para que el esfuerzo tenga éxito.

Y, el proceso de evaluación institucional implica, por sí mismo, un esfuerzo conjunto.

Es probable que, crear y mantener un clima de confianza sea un proceso más difícil que la evaluación. Pero, tiene que crearse ya que, el éxito del proceso de evaluación y de la ejecución del plan de mejora correspondiente, depende de las condiciones en las cuales se realicen.

La participación impacta sensiblemente el sentido de compromiso con la ejecución de la propuesta y desarrolla sentido de pertenencia con la institución.

Todos los colaboradores tienen capacidad para aportar lo propio en la elaboración del plan de mejoras, al menos en lo que concierne a actividades en las que participan directamente.

La participación permite al personal aportar criterios para establecer prioridades, presupuestos y requerimientos de recursos para ejecutarlo. Lo anterior implica que los resultados, los hallazgos y las conclusiones producto del análisis de la información recopilada, se deben divulgar y compartir.

Por ello, es trascendental la sensibilización sobre los objetivos del proceso de evaluación: Recordar que se trata de mejorar y que la única manera de lograrlo es mediante un proceso de evaluación.

El hecho de que una gran parte del personal sea consciente de los objetivos y de la importancia del proceso, acallará las voces que intenten desvirtuarlo señalando culpables, reaccionando con mecanismos de defensa o encaminando los resultados hacia beneficios o intereses particulares.

Un programa de monitoreo es imprescindible para hacer los ajustes que se requieran durante la ejecución del plan de mejora. Es decir, el mismo plan debe tener indicadores de eficiencia, de eficacia y de impacto.

Con la participación y la divulgación de los resultados, se logrará crear y desarrollar una cultura de evaluación en la que todos aprenden: estudiantes, egresados, docentes, personal administrativo, investigadores, autoridades y la sociedad en general.

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Este artículo se publicó el 25 de agosto de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.