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La opinión de…
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Ileana Gólcher –
La pregunta es una sola: ¿Es posible que un estudiante que no ha logrado comprender y aprobar los contenidos de una asignatura durante todo el año pueda en tres semanas rehabilitar, es decir, superar su fracaso y obtener la nota necesaria para seguir su próximo año o graduarse? La rehabilitación se hace en dos semanas: una hora por cada asignatura reprobada; son 10 horas de clase y otra hora adicional para la evaluación.
Las respuestas de los más sensatos educadores y estudiosos del sistema educativo indican que no. Se trata de una forma de autoengaño educativo. Pese a las oportunidades que se ofrecen para rehabilitar hasta tres asignaturas, las cifras suministradas por el Ministerio de Educación del año lectivo 2010 son preocupantes: estudiantes en proceso de recuperación en centros oficiales de Panamá Centro de educación pre media y media oficial es alta: 13 mil 820 (esta cifra no incluye la Regional de San Miguelito ni las escuelas particulares).
Pese a los incentivos de la beca universal, la dotación gratuita de mochilas con insumos escolares, libros de textos gratuitos y otros, la situación es más compleja. Debemos preguntarnos qué tipo de educación han obtenido los que lograron aprobar el año escolar y si los prepara realmente un sistema educativo de excelencia. Las autoridades educativas y las pruebas internacionales indican que Panamá está aún inmerso en un sistema educativo anacrónico, en cuidados intensivos, sin poder colocarse en mejores niveles de eficiencia educativa.
Los datos de los fracasos escolares son un indicador de que el problema del sistema educativo trasciende la responsabilidad exclusiva del Ministerio de Educación y tiene un primer eslabón perdido en las carencias del hogar, sumido en la violencia, la desnutrición, la falta de motivación para estudiar, estudiantes sin mayores estímulos, víctimas de maltrato familiar, sin equidad educativa.
El nivel socio económico y cultural de la familia panameña repercute directamente en los resultados escolares de sus hijos. La lista es ampliamente conocida en más de 20 informes oficiales y particulares elaborados desde 1992. La reciente prueba internacional PISA, en la que Panamá ocupó el número 62 entre 65 países participantes, es una prueba de las deficiencias en comprensión lectora, matemática y ciencias naturales. Algunas conclusiones: La primera es que se comprende mal lo poco que se lee.
El déficit en la comprensión lectora sigue siendo el dato más preocupante, ya que conduce a la población estudiantil a una especie de analfabetismo funcional que perdura para toda la vida. Desconocemos con qué programas se enfrenta esta deficiencia vergonzosa.
Otro error es pensar que “una computadora para cada estudiante” funcionará como una varita mágica para salir del letargo educativo, ante la ausencia de una pedagogía para pensar críticamente, adaptarse al mundo moderno y contar con ciudadanos creativos y emprendedores. Ya en anteriores administraciones se ha incurrido en el mismo error de promover programas de conectarse al conocimiento, sin previamente consolidar un programa de formación permanente para el docente en las áreas humanísticas y académicas, y un proceso de capacitación y supervisión de docente y de los padres y madres de familia, factores clave en el proceso de modernización de la educación.
La evaluación de cierto y falso, selección múltiple que promueve memoria y mansedumbre es un indicador más de la crisis educativa. Es bueno saber que se realizan esfuerzos por cambiar el obsoleto proceso de evaluación docente; sin embargo, debe promoverse una evaluación integral que incluya la propia evaluación de la estructura administrativa de la entidad rectora de la educación dirigida por instancias que no provengan del propio sistema.
Una de las principales debilidades del Ministerio de Educación es haber eliminado el departamento de investigación educativa desde 1995, con lo que se perdió la posibilidad de obtener respuestas más científicas ante el problema.
La cifra de los fracasos es preocupante, si se le suma cada año la población estudiantil que deserta, o que logra promoverse hasta el sexto grado sin haber comprendido siquiera a interpretar lo que lee. Las estadísticas existen, pero al parecer no son la base para promover los cambios requeridos. La rehabilitación permitirá a muchos promover su año de estudios, para regresar a las mismas escuelas, con las mismas deficiencias -ahora en trimestres- con un alto porcentaje de educadores desmotivados, y con la ausencia de un Plan Educativo Nacional que indique hacia dónde vamos y qué tipo de educación necesitamos.
De lo contrario caeremos en el riesgo de implementar una “administración por ocurrencia”, más que un sistema educativo que vaya cónsono con el crecimiento económico del país, más preocupado por su grado de inversión e infraestructura vial que por la preparación de su principal recurso: su gente.
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Este artículo se publicó el 25 de enero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
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