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La opinión del Educador….
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ROGELIO A. MATA G. –
romagrau19@hotmail.com
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Con la mirada puesta en la calidad y equidad, la educación panameña vive hoy un momento crucial, producto de la falta a lo largo de los años, de una profunda revisión de sus bases estructurales. En un momento como este, vale la pena revisar la experiencia de aquellos países y sistemas educativos que han logrado permanentemente buenos resultados o que han conseguido dar un salto importante en los últimos años, la consultora internacional, McKinsey & Company, desarrolló una investigación que se propuso comprender por qué un grupo importante de sistemas educativos, a pesar de sus diferencias sociales y culturales (desde Canadá a Nueva Zelanda, o desde Inglaterra a Singapur), habían alcanzado altos estándares de calidad en los aprendizajes de sus alumnos.
Las tres claves descubiertas por el equipo de Michael Barber (sólo me referiré a dos) son sugerentes y de mucha utilidad para analizar la situación y desafíos del sistema educativo panameño. Antes de revisar y aplicar esas claves al análisis de nuestro país, es necesario hacer un par de advertencias. En primer lugar, los países analizados en este estudio tienen un nivel de inequidad social y educativa muy inferior a la de Panamá. La evidencia mundial indica que existe una correlación entre calidad y equidad que hace, para los países estructuralmente desiguales como el nuestro, mucho más difícil mejorar sus estándares de calidad.
Una advertencia pertinente es que los sistemas educativos analizados por el informe, si bien son bastante diversos en cuanto a la inversión social que realizan en el sector educación, están también muy lejos de lo que nuestro país está haciendo. A pesar de que la evidencia en este caso indica que no hay una asociación directa entre más gasto y mejores resultados, lo que invierten las experiencias exitosas analizadas va muy por encima del 6% del PIB que se invierte en educación en nuestro país.
Pasando a los ‘factores clave’ identificados por el informe McKinsey, el primero de ellos consiste en la importancia de atraer a los mejores estudiantes al ámbito de la docencia.
El telón de fondo de esta afirmación es que sólo es posible entregar una educación de calidad a la sociedad con las personas mejor preparadas. En nuestro país claramente esto no ocurre, y más bien se da la situación contraria. Los mejores alumnos, salvo contadas excepciones, no optan por las carreras de educación. Dos elementos influyen fuertemente en esta situación y se desprenden también del informe McKinsey. Primero, para atraer a los mejores alumnos es necesario contar con buenos salarios iniciales. Los países con buenos resultados tienen brechas salariales menos marcadas y además han hecho esfuerzos por acercar las remuneraciones de los profesores a las del resto de las profesiones. Todo esto hace poco atractiva a la profesión docente en Panamá para muchos jóvenes que tienen interés, pero que al mismo tiempo ven en la enseñanza un espacio laboral con escasas oportunidades de desarrollo y movilidad social.
En los países con buenos resultados analizados, ser maestro o profesor es una aspiración equivalente, y a veces superior, a ser médico, ingeniero o abogado. Para lograr esto, han mejorado las condiciones, pero también han impulsado políticas para reconocer la función docente y levantar su status. Medidas de este tipo son urgentes e indispensables para países como el nuestro, que se caracterizan por asignar un valor menor a la profesión docente.
El segundo factor clave identificado por el estudio es la formación que reciben los docentes para lograr un buen desempeño con sus alumnos. Por último, Panamá tampoco tiene buenas condiciones para la existencia de comunidades de aprendizaje profesional, ampliamente desarrolladas.
El desafío de esta nueva etapa para Panamá, además de corregir aspectos institucionales del sistema, consiste en pasar de una etapa de cambios estructurales a una donde sus ‘actores clave’ – directivos, docentes y alumnos – sean el eje central y los protagonistas principales de los cambios y mejoras.
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<> Este artículo se publicó el 21 de enero de 2011 en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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