Poca cultura o poco importa

La opinión de…..

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LEONEL BERROCAL VARGAS

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Poca cultura o poco importa

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No es a nadie extraño pasar por nuestras avenidas principales y verlas inundadas en papeles, plásticos y de todo tipo de objetos contaminantes. Qué decir de los “malos panameños”, término que utilizo creo atinadamente (por no describirlos de otra manera), a quienes no les duele la mano para sacarla del automóvil que conducen y arrojar desperdicios por doquier.

A esto, se le suma el poco importa de nuestras autoridades, las que tienen que velar por la buena imagen de nuestra metrópoli y por la educación de los que la habitan.

Sí, el buen ejemplo, las buenas costumbres, una publicidad tal vez atinada, valores morales, sociales, ambientales, etc., por nombrar algunos términos que creo se ajustan al tema en mención, no son los únicos correctivos a tomar para iniciar una cruzada por la eliminación definitiva de este mal que detesto y del cual a la vez me siento impotente y triste, porque coincide con un adagio que expresa: “una sola golondrina no hace verano”. Hay que hacer más señores, ¿hasta cuándo con lo mismo?

Pienso que es tiempo de aplicar castigos ejemplares a aquellos que no quieren acatar la ley, pues no se dan cuenta del daño irremediable que se causa a la naturaleza y de las consecuencias que a todos como sociedad imponen. Para muestra un botón: los puentes vehiculares de San Miguelito y Pedregal, a mi modo de ver las cosas, son pequeños patanconcitos: albergues de carros inservibles, basura y una especie de hoteles para personas del mal vivir.

Las vías sobre las que se encuentran ambas estructuras son el paso obligado de muchos turistas que, seguramente al ver esto, se llevan una mala impresión desde el primer momento. Y aún más, justo al lado de ambos puentes hay dos garitas de tránsito, con agentes quienes quizás no tienen que ver directamente con el tema, desde el punto de vista de las autoridades, pero sí tienen ingerencia como ciudadanos. Probablemente, es mejor hacerse el de la vista gorda e ignorar la situación.

Por otro lado, las áreas verdes son herbazales que se levantan entre las estructuras de una ciudad que crece a un ritmo impresionante. No es extraño observar todo tipo de desperdicios a lo largo de las isletas. Qué decir de los negocios de expendio de comida, abarroterías, lugares de esparcimiento, almacenes y centros comerciales. Hay que obligarlos a tener su perímetro pulcro. ¿Qué esperan los iluminados diputados para crear leyes en este sentido? Esto ahorraría mucho dinero al Estado en varios sentidos. No podemos ser patrocinadores de la cochinada. El ser un país tercermundista no es sinónimo de mediocridad e inmundicia. En otras palabras, como te ven te juzgarán. La cultura del mantenimiento es nula y la cultura “ensucia tu país” es la que se impone. Esto tiene que cambiar.

Me pregunto entonces: ¿en dónde está el trabajo de las alcaldías y de las autoridades que regentan estas actividades? Si esto ocurre a simple vista como he expuesto en párrafos anteriores, ¿qué hay entonces de las avenidas y lugares que no están ubicados en puntos estratégicos? Vamos a demostrarle al mundo que sí se puede. Señores alcaldes Vallarino y Carrasquilla, he aquí algunas ideas y sugerencias, no hay tiempo que perder. A trabajar.

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Publicado el 5 de noviembre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.