Nombre para la décima provincia

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La opinión del Profesor…

Jorge De Las Casas 

Se acerca la hora de la creación de una décima provincia y todos están de acuerdo con su existencia. A lo sumo se abren diferencias entre aquellos que pujan porque su distrito sea reconocido como la cabecera. Pero después de eso, todos sueñan con el desarrollo que pueda llegar a tener la región oeste de la provincia de Panamá, una vez que deje deje de formar parte de esta. Y aquí está el punto: si ya no ha de seguir siendo parte de Panamá, ¿por qué debe llamarse Panamá Oeste? Suponemos que el nombre será temporal y esperamos que sea así. Sin embargo, sería bueno que los parlamentarios enmendasen de una vez este aspecto del proyecto y le diesen el nombre de algún augusto adalid de la patria. Es lo típico de nuestro país que nuestras mayores divisiones territoriales lleven nombres que no guardan relación alguna con personajes históricos: Chiriquí, Veraguas, Coclé, Los Santos (Las excepciones son Herrera, que honra al prócer Tomás Herrera y Colón). Algo muy distinto sucede en otras latitudes. México honra a Hidalgo y a Morelos, dando sus nombres a sus estados. Colombia tiene departamentos con el nombre de Santander, Bolívar y Nariño. A nosotros nos cuesta encontrar un nombre para un territorio. Ahora voy a hacer una propuesta.

Poner el nombre de un político a un corregimiento ya es difícil. Pues es algo que más bien divide que une a la población. Y lo hemos hecho. Pero hay un prócer cuyo nombre está esperando por una provincia y esta parece ser la situación ideal. Cuando Panamá se separó de Colombia el acontecimiento nunca fue verdaderamente incruento. Un año antes, la sangre de León Antonio Soto anunció y pagó precio por nuestra redención política. Es el verdadero mártir de nuestra independencia. Creía en nuestra soberanía y lo pagó con su sufrimiento y su muerte. La nueva provincia debería de llamarse León. Fíjense que no aludo a nadie nacido en ella. No es necesario. Hablo de alguien que dio su vida porque todos los panameños fuésemos libres.

En España existe una provincia que lleva este nombre y que es parte de la Comunidad de Castilla-León, antes fue la región o Comunidad de León (con León, Zamora y Salamanca) y antiguamente el reino de León. Allá lleva ese nombre por otras razones, claro está. Su gentilicio es leonés/leonesa/leoneses/leonesas. Acá se trata del antropónimo de un héroe patrio, del glorioso precursor de nuestra independencia.

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<>Artículo publicado el 11  de noviembre  de 2010  en el diario El Panamá América,   a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.
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El mito de la República continúa

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La opinión del Filósofo e Historiador…

Jorge De Las Casas

«Llevamos 107 años de vida republicana», se oye decir. Pero es falso. Esta expresión es reprobable desde el punto de vista histórico y político (y así lo recogerán en su momento los manuales de historia, politología y derecho).  Lo que llevamos son 107 años de independencia, 107 años como Estado nacional, 107 años de vida soberana, si se quiere. Pero hablar de cien años de república es tan falso como haber celebrado según algunos «el Centenario de la República» en 2003. Cien años del Estado panameño fue todo lo que se celebró entonces —y eso es bastante—. La Segunda República.

Entre 1968 y 1989 Panamá conservó la ficción jurídica de «república» ante la comunidad internacional por razones de conveniencia, pero no vivió como tal (esto no debe asombrar; sucede incluso en países con mayor tradición política, y luego la historia lo corrige. Más adelante pondré ejemplos). A principios de 1990 volvió a organizarse radicalmente la república, lo que deberá llamarse en los futuros libros de historia, de ciencia política, de sociología y derecho, la «Segunda República» (y en su momento, quizá también lo reconozca así una nueva Constitución, como debería de ser). No importa el terrible retraso que el no haberlo hecho de este modo ha supuesto hasta ahora para nuestra conciencia democrática. Nunca es tarde para la historia, y la historia algún día le llamará a este período en que hoy vivimos  «el período de la Segunda República». Puede ser que suceda ahora o en el siglo XXII.

República, monarquía y dictadura. La república no es el Estado.  La república es una forma de gobierno caracterizada por su oposición a la monarquía y a la dictadura.   El llamar a tantos países repúblicas (República de El Salvador, República de Costa Rica, República de Panamá) como parte del nombre oficial alimenta la confusión, pero no es lo mismo Estado que república, repito.    La república es un régimen alternativo, electivo y temporal.  El poder, en un régimen republicano, no está asociado a ninguna forma de herencia o permanencia. La monarquía, en cambio, es un régimen dinástico, hereditario, no electivo y permanente. España, por ejemplo, es un reino, no una república.   Aunque es monarquía parlamentaria y su jefatura de Gobierno se juega en elecciones, no sucede igual con su jefatura de Estado que está ligada por herencia a una rama de los Borbones. Y los informadores deben evitar el grave error de referirse a España como «la república española». La dictadura, por su parte, es una especie de monarquía sin sangre azul, y más bien repudiada –porque la monarquía puede tener apoyo popular por razones de tradición histórica, pero la dictadura normalmente es rechazada por aquellos a los que gobierna y también carece de elegibilidad y alternabilidad—. A veces se hace dinástica.    El Imperio Romano comenzó siendo una monarquía, luego se convirtió en República —res publica: la cosa pública, en latín, la cosa  o los asuntos de todos—  y finalmente devino en Imperio con Octavio César Augusto, el cual, lo mismo que sus sucesores, ejerció una dictadura personal.   Un corte en la vida democrática.

Por su relación con la elegibilidad y la alternación en el poder (que aquí gustamos de llamar alternabilidad, con gracioso panameñismo, y en Guatemala y Nicaragua, alternancia), ya se ve la relación del concepto de «república» con la vida democrática. Las monarquías y las dictaduras acostumbran interrumpir los regímenes republicanos.   Así, España ha tenido dos repúblicas (una en el siglo XIX y otra en el siglo XX) entre varios períodos monárquicos y un período dictatorial franquista. Por su parte, Francia ha tenido cinco repúblicas alternando con monarquía, imperio, dictadura nazi (la república tutelada de Vichy).    Finalmente entre la cuarta y la quinta república francesa todo lo que hubo fue un cambio constitucional, algo mucho menos revolucionario que el cambio que sufrió Panamá al retornar a la democracia después de 21 años de dictadura y tras una invasión.

Hacia una división de la historia patria. 

En otras palabras, o se tiene monarquía, o se tiene dictadura o se tiene república. El Estado puede ser monárquico, dictatorial o republicano (y digo verdaderamente republicano).    Panamá no tuvo, en la práctica (sino solo en la ficción jurídica), una república mientras duró el interregno militarista (1968-1989).   El poder real siempre residió en los cuarteles sin alternabilidad posible y sin elegibilidad con sentido democrático (entre 1968 y 1972 no hubo elecciones ni Constitución; entre 1972 y 1978 hubo Constitución, pero los cargos principales estaban ocupados por el poder militar supremo o nombrados por este; desde 1978 se empezaron a organizar partidos, pero toda elección fue espuria y sin alternativa real hasta la invasión de 1989). Los años de república, por lo tanto, no son continuos desde nuestra independencia. Solo los de Estado nacional independiente.

Lo de la ficción jurídica se entiende, ¿podían acaso los militares o sus adláteres decir: «miren, aquí usurpamos el poder.   Llámennos dictadura y no república, militocracia y no democracia?   Y es una ficción malintencionada compartida por la experiencia de muchos países. Por eso los expertos internacionales se preguntan muchas veces: ¿deberían llamarse repúblicas Corea del Norte, Siria, Egipto, o la Cuba de Fidel?    A veces nadie se acuerda de llamar a las cosas por su nombre, o no les preocupa.     Pasó después de que se cayó la dictadura panameña.   Ni pareció prioritario crear una Constitución nueva que respondiera a una nueva realidad, ni llamar al pasado por su nombre. Pero bueno, en la misma Alemania cuando terminó el Reich del Kaiser Guillermo, advino la República de Weimar, pero el Estado siguió llamándose Reich, aunque ya había renunciado a serlo.   Y cuando subió al poder Adolf Hitler, el Führer no se molestó en abolir la Constitución republicana de Weimar, aunque era obvio que ya el país no era una república sino una dictadura. Fueron los historiadores, después, los que pusieron las cosas en su lugar.

Por lo tanto, se requiere una división de la historia patria, al estilo francés o español, llamando las cosas por su nombre: Primera República (1903-1968), Interregno Militar (1968-1989) y Segunda República (1990-hasta hoy), como un reconocimiento por parte de los libros de historia, de derecho constitucional y de ciencia política de la división real que existió y sería de desear que también lo reconociere así una nueva Constitución, la «Constitución de la Segunda República».

Este reconocimiento lo hará quien tenga conciencia histórica y honradez política. Les toca en primer lugar a los mismos historiadores tomar conciencia. Tampoco lo harán los militaristas. Pero sí les pido a todos que al menos no escriban «107 años de vida republicana», porque eso no es verdad ni conceptualmente ni en los hechos históricos.

<>Artículo publicado en dos entregas.  el  4 y el 5   de noviembre  de 2010  en el diario El Panamá América,   a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/de-las-casas-jorge/

El comienzo de la década del 10

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La opinión de……

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JORGE  DE  LAS  CASAS

Con motivo de algunos resúmenes de la década que realizan medios internacionales y nacionales, algunas personas se retrotraen a la discusión que estuvo de moda al final del milenio, cuando pretendía definirse la fecha de terminación del siglo XX y el comienzo del XXI.   Pongamos claro desde el principio que no se ve del mismo modo el problema del lado de los matemáticos que del de los historiadores.

Consultado al respecto, en su momento, el Observatorio Real de Gran Bretaña dijo que puesto que los años se cuentan de uno a diez, el siglo XX terminaba en el 2000 inclusive, y el XXI comenzaba en el 2001. Pero los astrónomos son matemáticos. Tienen su propia perspectiva. Porque para fijar los eventos históricos y su manera de contarlos o nombrarlos, los historiadores usan un cálculo de tipo convencional que tiene un perfil «humano»,  tiene que ver con el impacto de los sucesos en las masas o en el desarrollo de eventos. Esta es la razón por la cual se habla de Guerra de los Mil Días o Tres Años (aunque no durara exactamente mil días), o de la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia (que tampoco duró matemáticamente cien años) o del Siglo de Oro de las letras españolas (que en realidad duró siglo y medio). Son formas aproximadas y convencionales de contar, no matemáticas o exactas.

Por lo anterior, ya se ve que no es muy relevante contar una década del uno al diez o del cero al nueve. Pero solemos hacerlo del cero al nueve porque nadie diría que 1980 pertenece a los 70, o que 1990 pertenece a los 80.   Todo el mundo cuando piensa en los 70 piensa entre el 70 y el 79, no entre el 71 y el 80.   Así que podemos contar las décadas, los siglos y los milenios desde el año terminado en cero hasta el terminado en nueve, como la intuición popular lo señala.

Si atendemos a la «trascendencia histórica» para señalar un período o un milenio o una época, ¿a quién le importó un comino la llegada del 2001 para inaugurar el tercer milenio? Lo que todo el mundo esperaba celebrar y celebró fue la llegada del 2000. Eso es lo que tiene impacto histórico.

No hubo año cero al comienzo de la era cristiana, es verdad. Pero mi tesis es que la primera década/siglo/milenio de esta era deben ser «cortas», es decir, puramente convencionales. Por lo tanto, debieran ir del 1 al 9, del 1 al 99 y de 1 al 999. Y luego contar de cero a 9. Del 10 al 19 la segunda década. Del 100 al 199 el segundo siglo. Del 1000 al 1999 el segundo milenio. Riñe menos con la gente. Complace su sentido común.

Pensémoslo. Al final, las agrupaciones profesionales (de astronomía, de pesas y medidas, etc.) podrán seguir contando «matemáticamente», y no es que estén erradas, por supuesto; pero la gente seguirá contando con una intuición histórica, de manera convencional, no matemática. Y los diarios seguirán tomando un período convencional del cero a nueve y lo llamarán «la última década».

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Publicado el  10   de enero de 2010 en el Diario El Siglo, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

El periodista honorable

La opinión del filósofo e historiador….
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JORGE DE LAS CASAS
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El periodista honorable
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Al conmemorarse el pasado viernes la muerte del poeta y periodista Gaspar Octavio Hernández en la redacción de La Estrella de Panamá, un 13 de noviembre de 1918, de un ataque de hemoptisis mientras escribía un editorial que criticaba a quienes no honraban la la bandera (específicamente a un grupo de comerciantes que no la habían instalado en sus negocios durante las fiestas patrias) nace la necesidad ineludible de reflexionar sobre los deberes de la profesión que llevó a hombres como él a ejercerla con orgullo.

Sobre todo en estos días en que han hecho mucha noticia las declaraciones de un ministro sobre la existencia de periodistas emplanillados en las dependencias públicas (que ya se entiende que no forman parte del equipo de relacionistas de la institución gubernamental y siguen ejerciendo en algún medio).

Pues bien, esto siempre lo ha habido y el panameño lo sabe. Pero lo que me parece fundamental en la conducta del periodista con honor es que no comprometa nunca su deber de decir la verdad, que no venda su conciencia, que no traicione sus principios. Que recuerde su deber de conocer el tema del que habla, que se mantenga plenamente consciente de que el lector espera de él un relato serio, lleno de verdad.

De la imparcialidad no voy a hablar. Decía un profesor universitario en un programa radial que “la objetividad no implica imparcialidad” y es verdad. ¿Hubiera sido imparcial usted al hablar de Hitler si hubiera sabido todo lo que hoy se sabe de él? Evidentemente no. Lo habría censurado fuertemente.   Por eso el periodista también necesita valentía.

Y como decía un colega escritor, igualmente espera buena paga, para poder dedicarse en cuerpo y alma al medio que trabaja, sin que sus urgentes necesidades económicas se atraviesen en medio. También merece que sus convicciones sean respetadas por los dueños de medios. Periodista: dura, pero noble misión.

 

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Publicado el 15 de noviembre de 2009 en el diario La Estrella de Panamá,   http://www.estrelladepanama.com a  quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.

41 años después de una tragedia

La opinión del filósofo e historiador……


JORGE DE LAS CASAS

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41 años después de una tragedia

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Como no pocos países de Latinoamérica Panamá tiene sus momentos históricos que quisiera olvidar.    Pero no puede, los traumas que nos dejaron, como pueblo, los que ayer conculcaron nuestras libertades y asesinaron a nuestros familiares para proteger sus mezquinos intereses deben quedarnos de lección.

¿Qué puede aprender una nación, que enseñanza le queda de una catástrofe social, moral y política como el golpe de Estado de 1968 que entenebreció nuestro suelo patrio?

En primer lugar, debemos fortalecer nuestros valores cívicos.   Porque muchos civiles se envilecieron en aquella época, y no pocos, para asegurar los favores de los entorchados, empezaron a hablar de “mi capitán”, “mi mayor”, “mi coronel”, incluso—y peor— entre los periodistas.

Debemos fortalecer la noción de República, cuyo significado se extravió por completo en aquella hora aciaga.   En 1968 terminó la I República —nacida en 1903, y definida porque su cabeza es electiva y alternativa— y comenzó el interregno militar, que duró 21 años.   La monarquía, por oposición a la República, es heredada, dinástica y vitalicia.   La dictadura, esa “monarquía plebeya” como pudiéramos llamarla también es vitalicia y a veces dinástica. Rompe pues con los esquemas republicanos. Panamá, por lo tanto, solo en la ficción jurídica, que convenía a los intereses de quienes usurpaban el poder, siguió llamándose república, pero no lo era. Todo el poder respondía a un hombre y a un cuartel.   En 1989, y a raíz de una dolorosa invasión recuperamos la libertad.   Empezó entonces la II República, como deberá un día reconocerlo una nueva Constitución.   Y así lo dirán nuestros libros de historia, más tarde o más temprano.

No es en manos de quienes hicieron del 11 de octubre su bandera que puede estar nuestra libertad. Pero tampoco de otros grupos que aspiran a llegar por medio de la democracia, para entonces quitárnosla, como está pasando en otras latitudes.
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Publicado el 11 de octubre de 2009 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.

Vida eterna para Joaquín Maizón

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Vida eterna para Joaquín Maizón

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JORGE DE LAS CASAS
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Muchos recuerdos me vienen a la mente del amigo Joaquín Maizón, una voz de leyenda que desde niño escuché por la radio, al animarnos con el grito de “Panamá flash” que preludiaba la información de último minuto, o el de “Esto sí es deporte. Síntesis Deportiva, como un tiro”. Pero, además del profesional, está el caballero y amigo.

Le conocí en un canal de televisión donde también hizo nombre y huella. El me trató siempre con afecto, desde su elegante humildad. Y era muy servicial. Como alguien ha dicho con acierto, Maizón se relacionaba bien con todas las generaciones vinculadas al periodismo. Esto es así porque era un hombre sencillo, y especialmente tenía mucho arraigo con la audiencia, la que le saludaba por la calle o esperaba verlo aparecer por la pantalla mientras copiaba sus lemas o maneras.

No era perfecto, pero conocía sus limitaciones y no pretendía saberlo todo. Tenía siempre disposición de seguir aprendiendo. Afrontaba el trabajo como un joven que estuviera empezando su carrera profesional. La institucionalidad de Maizón trascendió. Internacionalmente fue premiado por su habilidad de trabajar simultáneamente en tres tipos de medio diferentes: radio, televisión y prensa escrita. Eso, que es una muestra de versatilidad y capacidad, fue malinterpretado aquí, y curiosamente, le convirtió alguna vez en víctima de persecución. ¡Qué cosas vemos! Que te quieran sancionar por lo mismo que la prensa internacional te reconoce! Si hoy lo menciono, es por dejar en evidencia que la miopía de algunos solo hizo más grande a Maizón. Lo importante es que fue puesto como ejemplo bueno por los que saben, y su trabajo fue estudiado en otras lenguas. Maizón no será olvidado por sus muchos amigos.

Ahora que dejas este mundo de sombras inseguras que nos envuelve, para acceder a los senderos de la luz sin parangón y la verdad más profunda, acuérdate de tus amigos ante Dios, que siempre te recordaremos.

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Publicado el 19 de julio de 2009 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Caridad en la verdad

Caridad en la verdad

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JORGE DE LAS CASAS
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En la línea de encíclicas sociales que han hecho tradición en la Iglesia Católica, el Papa Benedicto XVI nos trae ahora este documento fruto de su reflexión humana y espiritual, en lo económico y social, “Caritas in veritate” para iluminar al mundo de hoy.

El Papa nos recuerda que caritas significa “amor” y es, en sus palabras, una dinámica que empuja al hombre al compromiso con la justicia y la paz. Puesto que Dios es el Amor y la Verdad absoluta, el cumplimiento de su plan en nosotros nos lleva a descubrir Su verdad y a amar como el Señor a los demás. El Papa reafirma también que la caridad —repito, el “amor”— “es la vía maestra de la doctrina social”, es, como diría Jesús “la síntesis de toda la ley”.

Me llaman la atención estas palabras del Pontífice Romano. Ella (la caridad) “ da la verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es solo el principio de las microrrelaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también el de las macrorrelaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas ”. Y aquí es donde se ve el sentido de toda la acción social del hombre. Todo por los demás, todo por amor. No se trata solo de la caridad menesterosa tan frecuentemente traída y que no sirve de nada si no se da por amor. Se trata de la raíz que nutre esa y cualquier otra acción por los demás, el sentimiento de amor que se desborda por nuestros hermanos y debe empujarnos a pueblos y gobiernos en nuestras relaciones económicas y sociales.

De ella, de la caridad, dijo el Papa que nace la doctrina social de la Iglesia, la cual es “la verdad del amor de Cristo en la acción moral”. Con estas palabras por norte puede entenderse por qué la acción social, de gobierno y de justicia requiere de principios morales. Los problemas sociales —podemos entonces colegir— han nacido del olvido del otro, de la moralidad, de la verdad de Cristo (de Dios) sobre el hombre. Teniendo esto en cuenta, el Papa inicia sus aportes y reflexiones que todo hombre de buena voluntad debe leer.

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Publicado el 12 de julio de 2009 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos todo el crédito que le corresponde

El futuro traerá novedades

El futuro traerá novedades
05-03-2009 | JORGE DE LAS CASAS

En las siguientes líneas no he de hacer propaganda política (no se equivoque nadie), pero sí un breve análisis histórico, y en este análisis necesariamente participan las fuerzas que hoy contienden en las urnas. El análisis histórico, que yo sepa, no está prohibido. No pretendo con esto inclinar ningún voto, además no creo que nadie esté esperando este análisis para votar. Los electores escogieron su opción, básica y decisivamente, hace meses. Lo que quiero, más bien, es asomarme al panorama de lo ocurrido “grosso modo” en los últimos decenios y preguntarme hacia dónde se orienta este país o debe de orientarse. Eso sí que es interesante.
Si en Panamá hubiésemos sido devotos de la historia, las elecciones no se debatirían entre las opciones que hoy encara el panameño en las urnas. El perredismo, causante de la catástrofe que arrastró a este país a una invasión tras una oscura época de exilios, carcelazos y muertes que empezaron con Omar Torrijos y terminaron cuando su hombre de inteligencia y de confianza Manuel Noriega tomó directamente el poder, habría sido enterrado en el pasado, como el franquismo en España.
Más bien lo que debió darse en el Istmo fue una pugna entre los demócratas que surgieron legítimos vencedores de aquellos sangrientos comicios de 1989 y movimientos nuevos que, discrepando de aquellos, hubiesen querido reformular la democracia.

Entre estos movimientos nuevos estarían, claro, los que hoy se agrupan bajo la denominación de tercera fuerza, los que creen que deben hacerse cambios en el sistema democrático desde una posición de centro o de derecha y los que esperan ver subir a un izquierdismo de tipo Chávez. Incluso, los que piden el voto en blanco.
Pero no. Panamá, engañada por la impostura de los de que predicaron que el país se dividía entre los oligarcas del período anterior a 1968 y los salvadores de la patria —léase militares y los civiloides que los acompañaron (civiloides significa «con apariencia o forma de civil, pero que carece de los auténticos valores civiles», sin los cuales la dictadura difícilmente hubiera sido posible) se embarcó en esta dicotomía después del 89, que mantiene a flote a ese cadáver moral e histórico, que es el PRD.
¿Razones? Primero, el PRD fue el partido oficialista los últimos diez años de la dictadura, con suficiente tiempo y recursos para generar un aparato logístico que le permitiera permanecer en el poder por muchos años. Se creó «una segunda generación» de perredés en el gobierno ya durante la época dictatorial y luego durante estos 20 ultimos años.

Tengo la esperanza, sin embargo, de que mientras más pase el tiempo, más crecerá en los panameños la necesidad de encontrar fórmulas nuevas para superar problemas viejos. Y que muchos comprendan que mantener vivo un cadáver politico derrotado por la historia de la cual es excrecencia, es una contradicción que no permite comprender nuestro pasado, nuestra lucha por la democracia y una democracia mejor.
Cuanto más pase el tiempo, más habrá en los panameños la necesidad de crear fórmulas nuevas para problemas viejos”

Publicado el 3 de mayo de 2009 en el diario La Estrella de Panamá