El fracaso escolar

La opinión de…

 

Elda Maúd De León

Los niños y jóvenes de hoy se han acostumbrado a pensar mediante imágenes debido a su familiarización con la nueva tecnología. ¿Es bueno o malo?

Es malo si la metodología de enseñanza no se adapta a su manera de aprender. Es malo si la clase expositiva es la que compite con la TV, la computadora y los juegos cibernéticos. Es malo si se espera que sea el estudiante el que se ajuste y no los adultos responsables del sistema educativo.

Todo niño trae una estructura para aprender y antes de ser escolar ya está desarrollando sus propios esquemas de aprendizaje, pero ellos casi no son aprovechados, porque rigen obsoletas concepciones sobre “enseñar” que minusvaloran al que aprende; tan es así que los exámenes siguen siendo, básicamente, pruebas para determinar la memorización de contenidos.

Lo fundacional del sistema es la educación básica. Entre los seis y siete años, los niños deben estar en condiciones de asimilar lo elemental de la lecto-escritura y el cálculo, pero los estudios en el país indican que los niños de siete años de las áreas suburbana y rural no han alcanzado este tipo de maduración. Entonces, ¿por qué se inicia el primer grado a los seis años en todo el territorio, si década tras década ese es el grado en que hay mayor cantidad de repetidores? ¿Cuándo se va a eliminar la repetición en los dos primeros grados para dar oportunidad a la maduración mental?

La educación básica supone un proceso continuo de nueve grados, ¿por qué tiene dos directores una sola escuela? ¿Por qué se da un diploma en sexto grado? ¿Para desalentar el cumplimiento constitucional de los nueve grados? ¿Por qué en el séptimo grado, el niño debe lidiar con al menos siete profesores diferentes, en una edad de incertidumbre respecto de su propio yo? ¿Por qué sigue partida en dos la educación básica?

El desarrollo de la abstracción se alcanza entre los 11 y 13 años de edad, pero los estudiantes que vienen con retraso se ven enfrentados a situaciones de aprendizaje tan abstractas como el álgebra. La mayoría no cuenta con padres formados para ayudarlos y ellos tampoco pueden pagarle un maestro especial.

Su esperanza es la escuela, y ella ¿se responsabiliza por lograr que los niños con dificultades de aprendizaje sean recuperados? No, porque no hay tiempo; en horas de la tarde funciona otro turno en el mismo edificio, así que hay que correrlos pronto.

¿Cuánto le cuesta al Ministerio cada alumno–año perdido? ¿Cuánto le cuesta a los padres? ¿Cuánto, a los contribuyentes? ¿Cómo afecta, emocionalmente, el fracaso escolar a los niños? ¿Cómo a los padres? ¿Y a los docentes? ¿Puede cuantificarse el precio de la frustración general? ¿Quién fracasó en realidad?

Hay aspectos del sistema educativo que se han resistido al cambio durante décadas, pero ahora –como nunca antes– la sociedad es muy dependiente del desarrollo intelectual de la juventud.

Mientras la política educativa no asuma sus errores y decida transformarse no solamente habrán fracasado los niños sino toda la sociedad.   Si los niños son el futuro de la patria, ¿qué futuro le espera a ellos y a Panamá?

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<> Este artículo se publicó el 30 de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.

Educar no es prioritario

La opinión de…

Elda Maúd De León

El Gobierno anuncia una lista larga de proyectos y maneras de encontrar fondos, pero a la ministra Molinar la discriminan. Hace una o dos semanas expresó que los horarios escolares no se incrementarían porque el costo es alto y el dinero no alcanza.

En Panamá todos creen que la educación es la mejor vía para disminuir la pobreza y que la oferta panameña necesita mejorar su calidad. Los dirigentes políticos saben que con horarios y calendarios tan cortos, lo demás que hagan por la educación funcionará como parches.

No creo que el plan de reforma de los planes de bachillerato sea “improvisado y no consensuado”, porque en el diálogo educativo de 2002, coordinado por el PNUD, se acordó la transformación curricular de la escuela media, mejorar la evaluación y acoger las competencias de Jacques Delors: aprender a ser, aprender a hacer, aprender a aprender y aprender a convivir. El plan de estudio 2005–2009, intentaba cumplir con la ley que creó la educación básica en 1995 y reformaba el currículo de la media.

Pero en el ministerio como en palacio, todo va despacio… Es esperanzador que los comentarios de los estudiantes en la reciente evaluación del ministerio apunten a lo fundamental: 1. La metodología de la enseñanza ha cambiado muy poco, “hasta en la asignatura taller estamos sentados frente al profesor”. 2. Sí hay especialización, aunque la ministra diga que no, “según Adela, ella y sus compañeros han sido obligados a escoger el bachillerato en el décimo grado, cuando antes se hacía en el undécimo” y “María que cursa bachillerato en turismo en el Moisés Castillo…” (La Prensa, 9/8/2010).

Los pedagogos no necesitaban que la evaluación dijera que se precisaba “mayor capacitación y mejorar el equipamiento escolar”, estos son prerrequisitos de cualquier cambio. Si solo se capacita en técnicas didácticas tal vez un mes baste, pero para una transformación curricular se requiere capacitación en metodología que es más amplia, teórico–práctica y necesita tiempo.

Esta primera evaluación debería inducir a superar las carencias y errores, es lo que espera la comunidad educativa en función de que el gasto genere un buen resultado para los estudiantes.

En primer lugar, 16 ofertas de bachillerato es demasiada división y atomización del conocimiento, sobre todo en un país con tan poco desarrollo industrial, y ello influye negativamente en lo que denominan “el tronco común”. En la escuela media el mismo debe tener mínimo dos años, idealmente deberían ser tres, aunque al tercero se adicionara algo de especialización, pero básica. ¿Qué clase de cultura general adquirirá un bachiller en servicios turísticos si el programa solo le asigna dos horas semanales a historia, geografía de Panamá, historia de Panamá, cívica, filosofía, ética y durante un solo año de los tres?

Los padres deben exigir que se construyan más escuelas de bachillerato y se den más becas para asegurar el ingreso. Que el ministerio asuma, de una vez por todas, que hace 50 años la función de la media era otra, que ahora la especialización se adquiere en la universidad o mediante cursos de educación superior no universitaria. No es cierto que el bachillerato dará las competencias para la vida en este siglo en que los cambios tecnológicos son tantos y tan acelerados. Lo que sí debe garantizar son habilidades y capacidades mentales para seguir aprendiendo, así como la sólida conciencia moral del que ha accedido al nivel de lo justo y lo bueno.

Los futurólogos dijeron en 1990 que en el siglo XXI los trabajadores tendrían que cambiar tres o cuatro veces de profesión –no solo de empleo–. Un bachillerato con 16 especializaciones seguirá enfatizando la diferencia entre los que pueden seguir estudiando y los que tienen tan poca formación que tendrán que conformarse con empleos mal pagados.

El bachillerato está obligado a ofrecer una base cultural amplia y una mentalidad de cambio, no una especialización cuando se tienen 18 años.

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Este artículo se publicó el 19 de agosto de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que a la autora,  todo el crédito que les corresponde.

Lo indispensable en educación

La opinión de…..

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Elda Maúd De León

Recientemente leí artículos que abordan el tema de la educación panameña, y concuerdo que ese tema nos concierne a todos y a los educadores, con mayor razón, así que asumo el refrán: “Zapatero a tus zapatos”.

Los resultados de la escuela deben medirse a largo plazo, sin embargo, a veces se olvida esa verdad y se proponen soluciones rápidas y simplistas a un problema tan complejo como la educación.

Luego, nos decepcionamos y culpamos exclusivamente a los docentes, aunque es innegable que en el poco aprovechamiento escolar inciden más factores que el Ministerio no ha resuelto; por ejemplo: que el horario escolar es muy corto, que faltan laboratorios y talleres bien equipados, que no se cuenta con buenas bibliotecas, ni con bibliotecarios idóneos, o en su defecto, con buen equipamiento de computadoras e instructores especializados.

Concuerdo con que la formación académica y pedagógica de los docentes panameños requiere actualización, por tanto, previo a una reforma habría que desarrollar un serio programa anual o, cuando menos, semestral de capacitación del personal que pondrá en marcha la innovación. Un mes no es suficiente. Si los estudiantes necesitan un horario más largo para aprender, la actualización académica y pedagógica también requiere más tiempo.

Aunque el monto total del PIB para este sector es considerado suficiente, ya que asciende a 5.8%, según el Consejo Nacional de Educación, Panamá invierte B/. 450.00 anuales por cada alumno de primaria, mientras que Costa Rica asigna el triple. Estos dos datos sumados llevan a inferir que hay un grave problema de administración financiera y que mientras el Ministerio no haga una reforma administrativa, seguiremos decepcionados.

Una falla importante es que en las ciudades se trabaja con 35 alumnos y más por cada aula de primaria, mientras que en el área rural hay maestros que atienden 13, 15 ó 17 alumnos debido a la gran emigración de los campesinos.

El alto costo en maestros impide el nombramiento de supervisores que visiten con la frecuencia necesaria a los educadores, por tanto, el aprendizaje sufre las consecuencias. Si se crearan internados para recoger esas matrículas dispersas no solo se bajarían los costos sino que, además, se atendería mejor a los niños y a los docentes.

¿Por qué hay escuelas privadas que tienen tan buenos resultados, si los docentes son los mismos que trabajan en las públicas? En parte porque tienen un horario de seis horas, además de que los niños cuentan con facilidades, los directivos cumplen su rol de control y no solo de orientación docente, y los padres de familia exigen que el dinero que pagan se refleje en la atención de sus hijos.

También hay que recordar que en 1979 la escuela pública volvió a utilizar los programas de 1961 y 1957, cosa que no hicieron las mejores escuelas privadas. Es decir el sistema de educación pública venía funcionado con mucho atraso hasta 1995, cuando ¡al fin! se aprobó la educación básica con nueve grados.

Para lograr mejoras se precisan acciones del sistema que respondan a una visión de formación integral para la autorrealización del estudiante, acompañadas del apoyo de la sociedad.

Un aprendizaje de calidad no se logra de hoy para mañana y mucho menos diciendo ¡abracadabra!

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Este artículo se publicó el  30  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

El error de castigar a los menores

La opinión de……

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Elda Maúd De León


Cuando mi hija tenía entre nueve y 10 años, ante alguna negativa nos llamaba a sus padres “los antichiquistas”. No creo que fuimos excelentes padres pero sí estoy segura de que fuimos lo bastante buenos. Jamás los maltratamos, les dimos todo el cuidado necesario, los amamos e intentamos ser ejemplos sólidos en cuanto a ética. Sin embargo, ella sentía que los “grandes” estábamos contra los “chiquitos”.

Muchos niños panameños son hijos de personas pobres y de capas medias bajas, lo que significa que los padres no están durante el día entero en el hogar, porque están buscando un “camarón” para llevarles comida y, en el mejor de los casos, porque tienen un empleo con un salario mínimo.

En general, los más grandecitos deben hacerse cargo de los más pequeños; es decir, hacer durante el día el papel de padres a edades en que ni siquiera saben discernir qué es bueno o malo para los hermanitos. Supe de un caso insólito, pero real, de una madre soltera que para poder trabajar y mantener a su hijo de cuatro años, lo dejaba encerrado en el cuartito con un perro … “para que lo cuidara”.

Durante los primeros siete u ocho años de vida, los infantes creen en muchas cosas: fantasmas, héroes que vuelan o tienen mucha fuerza, brujas, Santa Claus, o sea que en su imaginación lo que les cuentan, lo que ven en la televisión y sus propias fantasías son absolutamente reales para ellos; así que también creen que los adultos lo saben todo y que la conducta de los padres, familiares y vecinos es la que se debe imitar para ser como ellos.

La primera infancia es la etapa que tiene más poder en la formación humana, pero es también la fase en que se es más débil. Si no se reciben cuidados tales como alimentación, higiene, salud preventiva y curativa, protección y amor se puede perder la vida.   El amor debe acompañar al alimento, al baño, al cepillado de dientes, a la hora del sueño, a la distracción en el parque, porque se aprende mejor lo que nos hace sentir queridos.

Según la psicología, los hombres deben poseer un porcentaje de cualidades consideradas típicamente femeninas (cuidado, protección, amor) para que sean excelentes seres humanos.   Pero los machos de esta y de anteriores Asambleas no parecen haber alcanzado este “nivel de calidad”. Lo digo porque han sido los adalides de penalizar a los niños infractores como si fueran adultos, no se han enterado que desde el siglo XVIII existe el convencimiento de que “el niño no es un adulto en miniatura”.

La niñez no tiene todavía el desarrollo suficiente de ciertas capacidades del cerebro tales como la abstracción, y sus posibilidades de reflexión, inferencia, y consecuencialidad de los actos, entre otras, son elementales.

Si los panameños del siglo XXI reconocemos que los niños son diferentes al adulto, tratarlos como si fueran iguales a la hora de castigarlos es, en mi opinión, ignorancia crasa, incapacidad de ponerse en los zapatos del pequeño, incomprensión del daño que la economía de la pobreza hace también a los adultos, pero sobre todo implica pasar con pasos de elefantes por encima de las políticas internacionales de derechos humanos en el ejercicio de la legislación y de la justicia.

Lo peor es que están abusando del poder y que para “reconclavar” algunos medios de comunicación se suman al odio contra los niños, lo cual ha incidido en buena parte de la comunidad panameña que habla de ellos como de los peores enemigos de la humanidad.

¿Se imaginan en qué se convertirán los niños que entren a purgar sus penas en cárceles en vez de en un adecuado Centro Infantil de Rehabilitación? ¿Qué garantías de seguridad ciudadana tendremos dentro de 10 ó 15 años? ¿También van a poner esa misma edad para votar? ¿Es que a nadie en este Gobierno se le ha ocurrido que si ningún país ha bajado la edad punible a 12 años es por algo?

La mayoría de los panameños son cristianos, si las diferentes iglesias se unieran impedirían, por lo menos, que la Asamblea Nacional aprobara la abominable ley de bajar a 12 años la responsabilidad judicial.

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Publicado el 27 de febrero de 2010 en el Diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que le corresponde.

Venganza no, redención

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La opinión de la Doctora en Pedagogía….

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Elda Maúd De León

El 3 de octubre de 1989, Giroldi encerró a Noriega en un cuarto y llamó a los gringos para que se lo llevaran, pero ellos no lo ayudaron a consolidar el golpe.

Luego el profesor Arias Calderón acusó por TV a los gringos de ser “como el perro que ladra pero no muerde”.   Deduzco que a partir de allí ellos supieron que contaban con él y buscaron dos más.  El hecho siguiente fue la toma de posesión del nuevo gobierno en una base militar gringa: Endara presidente, Arias Calderón y Ford, vicepresidentes y acto seguido la invasión a Panamá el 20 de diciembre.

La “mejor” o la más inteligente justificación de la invasión que he escuchado es:  Los gringos no le iban a entregar el Canal a un dictador y sí, tenían que destruir las Fuerzas de Defensa panameñas, porque si no, otro se iba a constituir en dictador.

Por principio, no estoy de acuerdo con el asesinato, la única justificación que acepto es la defensa propia.  La invasión asesinó a un poco más de tres mil panameños, de los cuales la mayoría eran civiles: niños, mujeres, ancianos.

El Canal lo habrían entregado complacidos a un dictador como Trujillo, Somoza o Stroessner, es decir a un dictador “que les perteneciera ciento por ciento”, no a uno que pretendiera desobedecerles en algo.

Por ética no culpo a nadie por una conjetura de lo que esa persona podría hacer en el futuro; pero en este caso contesto que tanto Giroldi como la mayoría de los otros militares del grupo golpista eran jóvenes, no de la generación de Noriega, y discípulos de Torrijos; o sea que estaban de acuerdo con el repliegue de las Fuerzas de Defensa y la vuelta a un gobierno civil, cosa que Omar había iniciado en el año 79.

Recalco, sin embargo, que no me parece correcto usar conjeturas acerca del futuro en ninguna discusión política, que en ese tipo de debates deben primar los hechos. Una parte de los hechos es que en la década del 70 el gobierno militar logró que en los informes de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud y Unesco, por solo mencionar dos, Panamá mejorara significativamente en cuanto a mortalidad infantil y materna, mortalidad de la población adulta, desnutrición, enfermedad, por un lado, así como que disminuyera el analfabetismo del 20% al 10%, que de los niños entre siete y 15 años, más del 90% estuviera en la escuela y que la universidad creciera masivamente. Es que se habían creado el Ministerio de Salud que nunca había existido y el Ifarhu, entre otras instituciones. Esa década benefició a los pobres.

¿Qué beneficios trajo la invasión? Me dirán que ahora somos libres y democráticos. Yo respondo que sí, que somos libres y democráticos para convivir con la degradación moral que es secuela obligada de las guerras; con la agudización del problema de la mala distribución económica: Ahora los ricos son multimillonarios y los pobres están en la miseria; también para “hacernos de la vista gorda” ante el inmenso lavado de dinero de la droga; para volver a tener bases militares gringas en un país que debe ser neutral porque depende de un Canal y para vivir inseguros y atemorizados por el futuro de nuestra juventud que está recibiendo este ejemplo horroroso.

Los que murieron durante la invasión eran pobres de El Chorrillo, San Miguelito o La Chorrera, así que a muchos no les importa, a los que sí nos importa, pensamos que para que esta sociedad panameña tan enferma se redima, no debe olvidar que hay muchos responsables, aunque se resalte a los que pactaron con los gringos para formar el gobierno, e insistimos en que queda pendiente abrir fosas comunes, indemnizar a los familiares de los caídos y declarar el 20 de diciembre día de duelo nacional.

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Publicado el  20 de diciembre de 2009 en el diario LA PRENSA, y el 31 de diciembre de 2009 Diario La Estrella de Panamá, a  quienes  damos, lo mismo que a la autora,  todo el crédito que le corresponde.