La violencia, el cáncer de nuestra sociedad

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Crisis

La violencia, el cáncer de nuestra sociedad

La opinión del economista,  Roger Martínez Gallegos.

En la sección de opinión,  del Diario La Prensa el viernes 22 de julio de 2009, se publicó este artículo que requirió ajustes por la cantidad de palabras. Por ello, solo autorizo a PANALETRAS la publicación de los artículos  revisados y enviados por el autor.

Hace algunos años, podría considerarse que el cáncer era una enfermedad incurable. Solo pensar que una persona padecía de esa enfermedad era estigmatizarla y condenarla a muerte, pero el ser humano siempre  busca la solución a sus problemas.

La parte positiva de las investigaciones revela que la enfermedad que antes se consideraba incurable ya no lo es, aunque  sabemos,  que prevenir o detectar el cáncer a tiempo evita mayores secuelas negativas al ser humano y  existe la posibilidad de mejorar la calidad de vida de los afectados.

El cáncer en forma similar a la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones sociales, son inesperados y en el  peor de los casos, en el momento menos indicado y en el órgano menos esperado, aparece carcomiendo las entrañas de una sociedad tan querida como la nuestra.

Aunque no existen diferencias entre el cáncer maligno y los crímenes que se cometen con saña, o los que se solucionan con balas producto de la poca tolerancia, los celos, el falso orgullo, la depresión y la vanidad entre otras, el cáncer al igual que la violencia,  hace eco en nuestra sociedad, enfermándola cada vez más.

Son tantas las soluciones que se han aportado al problema de la violencia y tanto lo que se ve, se escucha, que parece convertirse en un mal endémico. Hace falta que todas las partes involucradas pongan su voluntad para solucionar este problema, tanto actores pasivos como activos, y estar claros de que tal vez no podamos dogmatizar, pero podemos, en cambio, echar al vuelo todas las teorías imaginables a fin  de combatir este terrible flagelo que escarba todos los yacimientos de la miseria humana.

Sabemos que las teorías  educativas en permanente evolución  esgrimidas para orientar el comportamiento humano y combatir este mal social, entran por casa, pero si los padres no existen o si lo ejemplos en cada hogar  distorsionan el comportamiento aprendido, entonces ¿qué tenemos? Problemas sociales agudos, generados por la corrupción en todos los niveles, por la ausencia de planificación familiar,  por la violencia asimilada en los medios de comunicación social,  y que opinamos de nuestros gobernantes que no hacen lo suficiente para disminuir la pobreza,   el desempleo, el consumo de drogas, la pésima atención en los servicios de salud pública, la falta de oportunidades deportivas, culturales, diversificación educativa, orientación comunitaria,  capacitación productiva y seguir sin cambiar las estructuras para que todo funcione mejor y dejemos de seguir secuestrados en nuestro propio país por los monopolios y oligopolios privados e ineficientes.

Agregamos  al análisis un tema sensitivo como la falta de regulación, para disminuir el costo de  la distribución de alimentos y servicios básicos, pero  la presencia de otros ingredientes como la inseguridad y la ausencia de un administrador Estatal de los servicios públicos como el Transporte,  tendrá efectos en la convivencia de los panameños, especialmente porque se trata de un servicio de seguridad nacional vulnerable al quedar  la estabilidad  económica del usuario y del Estado en manos privadas. Durante la administración privada se producirá un incremento de las tarifas no cónsonas con el poder adquisitivo del panameño común y más cuando las remuneraciones y salarios no se equiparan con el costo de la vida.  Aunque usted no lo crea,  la desintegración familiar tiene estas y otras causas,  pero si no existe transparencia, honestidad y un buen ejemplo de nuestros gobernantes en el manejo de los intereses de la nación panameña la opción social explosiva y delictiva aumentará.

En pleno siglo del conocimiento, los malos ejemplos también afectan la escuela y  derivan convulsiones sociales manifestadas en las huelgas, de maestros, estudiantes y profesores,  también germinan comportamientos no adecuados o no acordes con las exigencias actuales y eso si hay estudiantes, maestros o profesores, muchas veces imposibilitados por la mala salud, alimentación, deficiencias de transporte, problemas hasta para vestirse adecuadamente y encontramos en muchos casos los salones y un gran ausentismo tanto de alumnos, como de educadores o la falta de salones donde brindar enseñanzas. Suena tétrico este panorama, ¿no?,   pareciera  un sistema educativo enfermo y en silla de ruedas.

Si hay algo cierto es que no podemos ser totalmente fatalistas. La tendencia a la observación y al análisis también caracteriza a nuestras actuales generaciones, que desean hacer un trabajo correcto y por ello, debemos buscar soluciones innovadoras, tal como lo demandan los actuales tiempos. Y concluir que debemos implementar programas acordes con la realidad y medidas ejemplarizantes para terminar de una vez por todas con aquello de que: “para que lloren en mi casa, que lloren en la tuya”, “si no es para mí, no es para nadie”. Todas estas representaciones sociales absurdas evitan valorar y respetar  los derechos humanos fundamentales y  la vida de nuestros semejantes. ¿Será que todos los problemas que confronta la nación estimula indirectamente el mal por impedir?

Tal vez, seré pesimista pero no dejo de orar para que alguna vez se produzca un cambio de actitud de gobernantes y gobernados y ante la violencia se implementen leyes y programas que produzcan soluciones efectivas tuteladas por el Estado u otras instituciones interesadas en el tema, ¿no lo cree usted?

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Publicado el 22 de julio de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, al igual que al autor, todo el crédito que les corresponde