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La opinión de…
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Manuel Cheng –
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Para hablar de las causas y orígenes del subdesarrollo de nuestros pueblos latinoamericanos, tendríamos que remontarnos a la época de la conquista por parte de la corona española, de cómo se planteó esa conquista a diferencia de la desarrollada por los pueblos anglosajones (Gran Bretaña), cuyas antiguas colonias gozan de un mayor desarrollo que las nuestras.
La tardía separación que se da de la iglesia y el imperio en ese tiempo español también es otra de las causales. Luego el centralismo impuesto en todos los pueblos latinoamericanos, centralismo que hoy en nuestros días perdura. Muchos de los trámites que a diario usted realiza están centralizados o supeditados a otras dependencias centrales. En fin, esta historia podría tomar horas de discusión y libros de análisis y el hombre no vive del pasado, aprende de las experiencias pasadas. Sin embargo, la triste sentencia de que la historia se repite, sigue siendo el lema de nuestros pueblos.
Los signos de desarrollo no lo constituyen contar con los edificios más altos de Latinoamérica, ¿de qué sirve tener modernas estructuras si los cimientos o bases, como por ejemplo el acceso a estas estructuras son calles que fueron diseñadas a mediados del siglo pasado, y que se convierten en una pesadilla para poder transitar de un tramo a otro?
El verdadero desarrollo de un pueblo se mide por su cultura, por la forma de pensar y accionar de ese pueblo, del desarrollo y aprovechamiento de su recurso más valioso que es el ser humano per se. Y sobre este tema se habla mucho de la fuga de cerebros de nuestras sociedades o culturas y las mismas no se dan porque este recurso quiere emigrar o le gusta hacerlo. Se ven forzados en vista de que su talento, pericias y formación académica no se les valora o no son bien aprovechados en nuestros aún pueblos subdesarrollados.
Todavía en nuestros pueblos la selección de un personal calificado se basa en amiguismos, conexiones políticas, vínculos familiares y otros favores que hacen que la persona seleccionada no sea la indicada. Y en este punto muchas empresas, sobre todo del sector público o semi-público, porque el sector privado se cuida de invertir bien su dinero, incurren en pérdidas millonarias porque a los programas no se les da el seguimiento adecuado, ya que en cada cambio de gobierno, cada maestro viene con su librito.
Muchas veces las personas seleccionadas ocupan un cargo de dirección, de ejecución, de implementación de proyectos y las mismas no cuentan con la capacidad de ejecutarlos y se dan los gastos innecesarios de recursos, los alargamientos innecesarios de proyectos que a la larga ya necesitan una revaluación o replantamiento de los mismos, porque el tiempo invertido ha sido exagerado.
El egoísmo desmesurado, las ansias de figurar, la envidia son otros de los ingredientes que se añaden a nuestra cultura para situarnos en un no envidiable puesto de países en vías de desarrollo.
Y podríamos aprender de los errores, experiencias cometidos por los pueblos más desarrollados en la implementación de programas, de políticas de Estado, de desarrollo urbano, de ejecuciones y seguimiento de programas, de reformas a los organismos de seguridad, de justicia, pero nuestra miopía todavía es grande y nuestra idiosincrasia todavía no nos lo permite.
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<> Este artículo se publicó el 31 de octubre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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