De Metro a Metro

 

La opinión de…

 

Juan Courville Platañiotys

Hace pocos días estuve por Italia y me involucré en investigar cómo funcionaba el sistema del pago del peaje de los usuarios en los autobuses y las líneas de trenes. Muy interesante, fácil y sencillo es el sistema que tienen, el cual está subsidiado por el Gobierno.

Me imagino que algo similar piensa instalar el Gobierno Nacional. El sistema funciona de la siguiente manera: el pasajero compra un boleto mensual que le cuesta una cantidad equis de dinero y ese pasajero, una vez al día, lointroduce en una máquina electrónica que está ubicada en el autobús, ésta lo registra y ya.

No hay nadie pidiéndole el boleto, el sistema confía en el ciudadano, no importa cuántas veces al día se suba a un autobús. Lo importante es que pase el boleto por la maquinita, porque si en un momento llega el boletero y usted no tiene boleto o no tiene la marca que indique que ya lo pasó, y cree que puede ahorrarse el dinero, entonces se lo lleva la Tulivieja.

Igual pasa en los estacionamientos públicos. Se cobra por todas partes, pero no hay policías vigilando ni molestando. No existen los “bien cuidado” ni los limpia parabrisas ni los chicheros, trancando las esquinas de las calles –como ocurre en Marbella y otras áreas de la capital– ni ayudando a crear basura. Usted, como ciudadano, introduce su moneda en la maquinilla que, automáticamente, le entrega el boleto, luego coloca parte de él debajo del parabrisas, a la vista del chequeador, y ya. Usted se va a hacer sus mandados o se va para donde quiera.

Ojo, si no pagó y se hizo el vivo –como hacemos aquí– le aseguro que cuando vuelva no encontrará su vehículo y tendrá que explicarle a un juez cómo era el cuento suyo. Pero seguro, seguro, tiene que pagar la multa.

Esto, señores, se llama “educación” del pueblo y del gobierno. Allá, como en otros países, los gobiernos locales trabajan para el pueblo y el pueblo respeta la ley.

Algo que se me pasaba comentar, yo notaba que había algo muy extraño en los paisajes de las calles y carreteras italianas. De repente me quedé callado de la sorpresa, descubrí que no había contaminación visual. Las vallas publicitarias, las pancartas, letreros y boberías que aquí abundan en exceso, por todas partes, no existen allá.

Usted puede apreciar el panorama directamente, no tiene que tener visión de rayos X, como Supermán ni ser Mandrake para observar el paisaje o admirar la naturaleza, que es ocultada por la porquería visual que tenemos a lo largo y ancho de nuestro país.

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<> Este artículo se publicó el 21  de noviembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.