Realidades y utopías

La opinión del Abogado….

 

KARLOS  EDUARDO  COLLADO
karloscollado@hotmail.com

Recuerdos,  y más que eso,  historia patria, antes del 11 de octubre de 1968 la República de Panamá era un pastel político que compartían las 13 familias más poderosas, el campo estaba completamente olvidado y las clases sociales se dividían en dos, pobres y ricos con una distancia tan grande en el centro como las esclusas del canal en su proyecto de ampliación.

A la Universidad de Panamá no podían ingresar los pobres y las escuelas publicas escaseaban logrando así mantener el pueblo ignorante, seguro por la alta devoción Católica a Santo Tomas de Aquino que decía: ‘mantén el pueblo ignorante y nunca se revelará en tu contra’.   Los acueductos, las letrinas, las vacunas, los libros, eran sueños utópicos de países primer mundistas desconocidos por la población en general.   Lo mejor a lo que la gente pobre podía llegar era a ser policía y eso significaba tener ciertos grados de estudios ya que como requisito elemental se pedía llegar por lo menos a un sexto grado de la escuela, es así cuando un grupo de policías panameños se cansan de las injusticias perpetuadas por el presidente oligarca Arnulfo Arias Madrid, perpetuándole un golpe de estado el 11 de octubre del año 1968.

Nuestro líder y mentor el General de Brigada Omar Torrijos Herrera era justo eso, un estadista rodeado de los mejores filósofos e intelectuales de la época (recordemos que la diferencia entre un político y un estadista es que un político piensa en las próximas elecciones y un estadista en las futuras generaciones) y súbitamente comienza una revolución a la que muchos escritores e historiadores llaman la ‘Revolución de Cariño’, porque fue justo eso, una Revolución (o cambio) de cariño, le llamaban dictador porque no llego al poder por votación popular directa, sino por el contrario, de facto, sin embargo nadie se atreve a llamarlo tirano.

Mi abuelo me contaba de un pintor cuyo nombre no recuerdo, el cual tenia cuadros titulados ‘antes de la revolución’, donde se veía estampado al óleo un campesino en una trocha con lodo hasta las rodillas jalando a un burro cargado en alimentos para vender al mercado y luego otros cuadros titulados ‘después de la revolución’ donde se veía al mismo campesino en una carretera pavimentada manejando un pick-up lleno de alimentos hacia el mercado, y es que eso fue en realidad el Torrijismo; microscopios en las escuelas, máquinas de escribir marca Olimpia (aún existentes en algunas escuelas), giras médicas en las serranías, medicinas, luz eléctrica, sanitarios higiénicos, posos, semillas mejoradas y sobre todo la educación, Omar creía en la educación y no en el populismo que vemos en los candidatos de la actualidad que creen que le mejoraran los problemas a las personas regalándoles dinero ¿y cuando este se acaba, que van a comer? Torrijos creó nuevas escuelas y envió a muchas personas a estudiar a las mejores universidades del extranjero sobre todo a países latinoamericanos y del bloque soviético con el cual teníamos convenios, ya que su creencia se manifestaba en que al brindarle una educación a una persona, esta con sus conocimientos podía sacar a su familia adelante y seguir educándola, mantenerla y lograr un puesto que pueda desarrollar al país.

Lamentablemente la historia da vueltas en espiral y nuestro querido paraíso fiscal actualmente aunque por muy moderno que lo veamos se encuentra en muchos aspectos nuevamente igual que los cuadros antes de la Revolución.

‘Panamá es un país que ofrece muchas facilidades a los extranjeros y muchas complicaciones a los del pueblo’, (cita propia) la educación es muy baja y la trocha entre ricos y pobres se distancia cada vez más extinguiéndose una especie humana llamada ‘la clase media’, la canasta básica sube, el productor sufre y el consumidor se desespera.

Mientras tanto las soluciones de nuestro Gobierno de turno, son campañas publicitarias tan reales como:  todas las mañanas tomo mi metro bus para ir al trabajo mientras bajan las tasas de accidentes de tránsito por los diablos rojos que ya no hay en la calle.

*

<> Este artículo se publicó el  13  de enero de 2011    en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Realidades y utopías

La opinión de…

Karlos Eduardo Collado

Recuerdos, y más que eso, historia patria. Antes del 11 de octubre de 1968   la República de Panamá era un pastel político que compartían las 13 familias más poderosas; el campo estaba completamente olvidado y las clases sociales se dividían en pobres y ricos, con una distancia tan grande en el centro como las esclusas del Canal en su proyecto de ampliación.

A la Universidad de Panamá no podían ingresar los pobres y las escuelas públicas escaseaban, logrando mantener al pueblo ignorante, como decía santo Tomás de Aquino: “mantén el pueblo ignorante y nunca se rebelará en tu contra”.

Los acueductos, las letrinas, las vacunas, los libros, eran sueños utópicos de países primer mundistas desconocidos por la población en general.

Lo mejor a lo que la gente pobre podía llegar era a ser policía y eso significaba tener cierto grado de estudios, ya que como requisito elemental se pedía llegar por lo menos a un sexto grado de la escuela. Es así cuando un grupo de policías panameños se cansa de las injusticias perpetuadas por el presidente oligarca Arnulfo Arias Madrid, propinándole un golpe de Estado. el 11 de octubre del año 1968.

Nuestro líder y mentor, el general de brigada Omar Torrijos Herrera era justo eso, un estadista rodeado de los mejores filósofos e intelectuales de la época (recordemos que la diferencia entre un político y un estadista es que un político piensa en las próximas elecciones y un estadista en las futuras generaciones) y súbitamente comienza una revolución a la que muchos escritores e historiadores llaman la “Revolución de Cariño”, porque fue justo eso, una revolución (o cambio) de cariño, le llamaban dictador porque no llego al poder por votación popular directa, sino por el contrario, de facto, sin embargo nadie se atreve a llamarlo tirano.

Mi abuelo me contaba de un pintor, cuyo nombre no recuerdo, quien tenía cuadros titulados “antes de la revolución” en los que se veía estampado al óleo un campesino en una trocha con lodo hasta las rodillas, jalando a un burro cargado en alimentos para vender al mercado y, luego, otros cuadros titulados “después de larevolución” en los que se veía al mismo campesino en una carretera pavimentada, manejando un pick-up lleno de alimentos hacia el mercado, y es que eso fue en realidad el torrijismo, microscopios en las escuelas, máquinas de escribir marca Olimpia (aún existentes en algunas escuelas), giras médicas en las serranías, medicinas, luz eléctrica, sanitarios higiénicos, pozos, semillas mejoradas y, sobre todo, la educación. Omar creía en la educación y no en el populismo que vemos en los candidatos de la actualidad que creen que le mejorarán los problemas a las personas, regalándoles dinero ¿y cuándo este se acaba, qué van a comer?

Torrijos creó nuevas escuelas y envió a muchas personas a estudiar a las mejores universidades del extranjero, sobre todo a países latinoamericanos y del bloque soviético con el cual teníamos convenios, ya que su creencia se manifestaba en que al brindarle educación a una persona, ésta con sus conocimientos podía sacar a su familia adelante y seguir educándola, mantenerla y lograr un puesto que pueda desarrollar al país.

Lamentablemente, la historia da vueltas en espiral y nuestro querido paraíso fiscal actualmente, aunque por muy moderno que lo veamos, se encuentra en muchos aspectos nuevamente igual que los cuadros antes de la revolución.

“Panamá es un país que ofrece muchas facilidades a los extranjeros y muchas complicaciones a los del pueblo” (cita propia), la educación es muy baja y la trocha entre ricos y pobres se distancia cada vez más extinguiéndose una especie humana llamada “la clase media”;   la canasta básica sube, el productor sufre y el consumidor se desespera. Mientras tanto, las soluciones de nuestro gobierno de turno son campañas publicitarias   tan reales como que todas las mañanas tomo mi metro bus para ir al trabajo, mientras bajan las tasas de accidentes de tránsito por los diablos rojos que ya no hay en la calle.

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<> Este artículo se publicó el 8  de noviembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.