La opinión de…
—
Miguel Ramos —
El creciente conflicto político y diplomático entre Colombia y Venezuela revela la impostergable necesidad por parte de la comunidad internacional de buscar fórmulas viables para resolver, a través de un proceso de negociaciones políticas, el conflicto interno en Colombia. Conflicto que es una verdadera guerra civil, estalló en 1948 y lleva 62 años.
En el transcurso de ese espacio histórico el mismo ha pasado por varias etapas. Pero, en cada nueva etapa el grado de violencia es superior al anterior y de hecho el mismo está afectando a los países vecinos de Colombia.
En Colombia el balance de esta guerra puede resumirse de la siguiente manera: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) después de más 40 años de insurgencia armada no han logrado, y parece que no lograrán, alcanzar el poder; el ejército colombiano, a pesar de toda la asistencia militar, logística y tecnológica que ha recibido de otros países, no puede vencer militarmente a la guerrilla.
Esto significa que en ese país hay un estado de beligerancia que, en la práctica, ha sido reconocido por el Gobierno colombiano. Durante la presidencia de Belisario Betancourt, este inició un proceso de negociación con las organizaciones alzadas en armas y alcanzó acuerdos con éstas, entre ellos el despeje militar de varias zonas. Esto se repitió durante el mandato presidencial de Misael Pastrana, en donde se acordó una tregua a nivel nacional con las FARC. Desafortunadamente la paz no se alcanzó.
Durante el mandato de Álvaro Uribe, que termina el próximo 7 de agosto, su gobierno ha respaldado, aunque de manera muy tibia y a veces con mucho disgusto, las diligencias políticas en favor de la puesta en libertad de varios prisioneros de las FARC. Esta conducta política es un reconocimiento tácito de un estado de beligerancia.
Consideramos que la comunidad internacional, particularmente los países fronterizos con Colombia, deben reconocer el estado de beligerancia en esta nación. Esta iniciativa forzaría a las partes a una negociación seria para poner fin a la guerra civil.
La Declaración Franco Mexicana sobre El Salvador de 1981, las iniciativas del Grupo de Contadora, y los acuerdos de Esquipulas de 1987 crearon las condiciones para poner fin a los conflictos armados de la región centroamericana.
La República de Panamá ha mantenido una conducta de no intromisión en el conflicto colombiano por más de 40 años. Pero lo cierto es que este conflicto afecta a nuestra frontera oriental y ya se han dado, sea cual sea la razón, varios incidentes.
A la República de Panamá como país limítrofe con Colombia le interesa por razones estratégicas que haya paz en ese país. Consideramos que Panamá en función de sus intereses nacionales debe impulsar, a través de una política de neutralidad activa, todas las iniciativas necesarias para lograr la pacificación de Colombia a través de un proceso de negociaciones políticas entre las partes involucradas.
Un proceso de negociaciones políticas respaldadas por la comunidad internacional no dejaría de ser difícil. Sesenta y dos años es demasiado tiempo y demasiada sangre ha sido derramada. Se han acumulado demasiados rencores y muertos. Por esta razón, la comunidad internacional debe actuar para lograr lo mejor para Colombia: la paz.
<>
Este artículo se publicó el 27 de julio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Filed under: Ramos Miguel | Tagged: Colombia, Guerra, Neutralidad, Panama, Paz, Relaciones internacionales, Venezuela | Leave a comment »