La opinión de….
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Roxana Méndez —
Cuando los panameños escogimos un Presidente comprometido con un cambio, tal vez no consideramos la cuota de sacrificio que todos tendríamos que aportar para lograr ese cambio. Y es que para alcanzar un mejor equilibrio en el desarrollo económico y social, con un impacto positivo para toda la población de nuestro querido Panamá, necesariamente se requiere cambiar muchas estrategias y hacer las cosas diferentes, es decir, ¡romper paradigmas!
Seguir actuando de la misma manera, simplemente porque así se hacía, nos llevaría a más de lo mismo: pobreza, desigualdad, desempleo e inseguridad. Examinar las estrategias de dirección y tomar decisiones correctas para alcanzar los resultados esperados por todos requiere de mucha capacidad de análisis de los procesos existentes y valentía para implementar los ajustes necesarios que impacten en el bienestar de la población por encima del beneficio o interés de algunos sectores minoritarios.
Esto implicó desde el inicio la movilización de recursos entre sectores (propuesta de la reforma fiscal) y el aumento de los subsidios para educación y salud, beneficio especialmente para nuestros niños y niñas. Este sacrificio de algunos permite brindar una mayor asistencia económica a las familias más pobres, incluyendo a los abuelos, e incrementar el salario mínimo que garantice una vida más digna a aquellos que menos tienen, complementada con un agresivo programa de capacitación, empleo y oportunidades para iniciar pequeños negocios.
Este cambio estratégico y de paradigmas requirió establecer nuevos límites de actuación pública y privada restringiendo algunos derechos y privilegios de ciertos grupos, con miras a garantizarlos a la mayoría. Ejemplo, la penalización de cierres de calles, el respeto al derecho de los trabajadores no sindicalizados, de los empresarios frente a los sindicatos, restricción del uso de armas de fuego, nueva tipificación de delitos relacionados al tráfico de personas, falsificación de documentos y diversas modalidades de tráfico de drogas, hasta decisiones tan difíciles como el incremento de sanciones penales para adultos y jóvenes, una de muchas estrategias dirigidas a dar cumplimiento al principal deber del Estado, proteger los derechos humanos más sagrados: derecho a la vida, a la integridad física y la libertad de los ciudadanos.
Eliminar las barreras burocráticas injustificadas ha sido otro gran esfuerzo de cambio con sacrificio, necesario para incrementar la inversión nacional y extranjera y generar más puestos de trabajo, y para crear los recursos que requiere el Estado para alcanzar en corto plazo las grandes obras de infraestructura como el metro, saneamiento de la bahía, agua y luz para todos, absolutamente todos los panameños, sin menoscabo de nuestros recursos naturales.
Estos y otros cambios que sin duda mejoran la calidad de vida de la población y la de generaciones futuras, de alguna manera afectan el estatus existente, y si no lo vemos desde la perspectiva del bien común seguramente resultara difícil entenderlos, especialmente porque tal vez muchos queríamos un cambio pero sin sacrificar nada a cambio.
Me siento honrada de formar parte de este equipo de trabajo liderado por Ricardo Martinelli, que concentra capacidad, energía inagotable y un firme compromiso por alcanzar las metas propuestas para que un mejor Panamá llegue a todos y todas.
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Este artículo se publico el 1 de julio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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