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La opinión de…
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David Méndez Dutary –
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En los últimos 20 años, casi todos los días, me ha sido necesario pasar por el puente que cruza el río Matasnillo, aquel que está localizado poco después de la intersección de Vía Brasil y la Calle 50. Mientras lo cruzo conduciendo mi automóvil, acostumbro con una mirada rápida, asegurarme de ver si las garzas blancas que allí habitan permanecen en el lugar.
Debo confesar que al verlas, un sentimiento de inseguridad me invade. Nunca me he detenido a contarlas, pero cada vez veo menos. Podrían ser unas 25 garzas blancas que con su distinguido plumaje y su elegante caminar recorren las aguas del contaminado y pestilente río. Duermen en unos cuantos árboles y arbustos que han sobrevivido en las orillas, a pesar del agresivo y peligroso ambiente.
¿Qué les hace permanecer en ese lugar? ¿El instinto animal? La costumbre de hacerlo por cientos de años, a pesar de que el agua y los animalitos que le sirven de alimentos ya representan un peligro para su sobrevivencia.
Concluyo que nuestras hermosas garzas, a pesar del peligro, permanecen pues aún consideran el lugar como su sagrado hogar. Esto me lleva a reflexionar sobre la conducta humana, con frecuencia no muy distante de la conducta animal.
Nuestro país es privilegiado por la existencia de una buena cantidad de bosques, ríos y quebradas que surcan el territorio nacional hasta llegar a nuestras hermosas y tibias playas. En la actualidad la mayoría de estos ríos y quebradas son portadoras de aguas servidas además de substancias tóxicas, arrojadas por industrias que muy poco les importa conservar saludable nuestro entorno. Basura y desechos variados que van a ser depositados en nuestras costas, tornando la bahía de Panamá en un gran tanque séptico.
Con la misma actitud de nuestras garzas, permitimos que nuestro hogar sea afectado, ante la indiferencia de las entidades responsables de garantizar la integridad del entorno y que han sido ya penetradas por el flagelo mundial de la corrupción. ¿Por qué lo permitimos en nuestro hogar?
El futuro ambiental de Panamá es incierto. Con la disposición del Gobierno de permitir la entrada de compañías mineras a nuestro territorio a explorar a cielo abierto, la situación ambiental se agravará, pronto estaremos en una situación similar a las garzas del río Matasnillo, tal vez peor.
Igual que en el Matasnillo, en el Palacio de la Presidencia también encontramos garzas de refinado plumaje y distinguido andar. Cada día son alimentadas con esmero y dedicación.
Se pasean en la ilusión de la mansión suavemente sobre granito y mármol, entre fuentes de agua cristalina, entre muebles de caoba y otras maderas ya extinguidas por la devastación de nuestros bosques. Visitadas y admiradas por embajadores de otras naciones, artistas famosos, personalidades destacadas en la sociedad global en que vivimos, algunos no muy honorables ni distinguidos, pues conviven en la oscuridad de la ambición desmedida.
Nada les importa, solo hacer dinero. Sus almas flotan en las mismas pestilentes aguas del Matasnillo, sus conciencias están más endurecidas que el blanco mármol de nuestro palacio presidencial. A ellos no les importa cuántas de nuestras garzas morirán intoxicadas el próximo año, cuántos niños malformados nacerán producto de la contaminación ambiental en las montañas coclesanas, cuántos animalitos del bosque serán aniquilados con las excavaciones mineras. Les interesa el vil metal.
Con este artículo de opinión quisiera poder llegar a nuestro Presidente, que estoy seguro tiene la mejor intención con nuestro Panamá. Las garzas no protestan, los ciudadanos conscientes sí lo hacen, por lo que quiero recordar el discurso final de Chaplin en su obra maestra El Gran Dictador.
Parafraseando, decía: “No quiero mandar ni conquistar a nadie. Quisiera ayudar a todos sin distinción. La vida puede ser libre y hermosa, pero hemos perdido el rumbo. La codicia ha envenenado nuestras almas”.
Es hora de un cambio donde valoremos nuestras vidas, en un mundo de trabajo, progreso pero en seguridad ambiental.
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<> Este artículo se publicó el 5 de noviembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/mendez-dutary-david/
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