Lago Alajuela: de potable a agua de tamarindo

La opinión de…

Julio A. Cisneros E.

Hasta el 6 de diciembre del 2010, los capitalinos tuvimos agua potable -la mejor del mundo- sin turbiedad y con niveles que excedían su capacidad de almacenaje en la represa Madden. El 9 de diciembre todo el lago Alajuela amaneció turbio, con escombros flotando desde el norte del río San Juan de Pequení, Boquerón, y Chagres. Quedamos estupefactos de que no había agua potable cuando el Ministerio de Salud así lo declaró y ambas plantas potabilizadoras en Chilibre colapsaron. Ahora teníamos agua de tamarindo y salimos a comprar botellas de agua.

Hemos aprendido, en estos 47 días, varias cosas; entre ellas, la manera en que se procesa agua cruda para convertirla en potable, aplicándole químicos como carbón activado, sulfato de aluminio, polímero catiónico y aniónico y cloro. Sabemos que el Idaan no usa fluoruros y al final descubrimos que en ambas plantas fallaron sus dosificadores y corrimos a traer seis de ellos de Estados Unidos para instalarlos con apoyo de la Autoridad del Canal de Panamá. Los capitalinos también descubrimos que las dos plantas no producen, en condiciones normales, 250 millones de galones diarios. Esto debido a que la segunda planta potabilizadora no tiene el metro cúbico para cumplir con las proyecciones para la que fue licitada.

Finalmente, nos dice el ingeniero Rodrigo Barragán, superintendente del Idaan en Chilibre, que en tres meses cuando vuelvan las lluvias tendremos igual situación.

Las variables que tiene el agua en su medición nefelométrica sugiere que en los cerros encarnados de la cuenca hídrica del Canal de Panamá, el bosque húmedo que perseguía proteger la ley Parque Nacional Chagres en 1985, se esfumó al darse deslaves que probablemente han caído en los tributarios del lago Alajuela. Si bien la naturaleza nos ha golpeado, el hecho de que siga entrando lodo a este reservorio para el Canal de Panamá y de abastecimiento de agua potable para la Ciudad de Panamá, nos obliga exigir al Gobierno nacional acciones concretas para iniciar una vasta reforestación, enviar expedicionarios del Sinaproc a los cerros mediante apoyo aéreo a las áreas identificadas con deslaves, para despejar el lodo en ellas.

Estamos en la transición al verano y es imposible seguir pasivos ante la amenaza de que no tendremos agua potable por buen rato. El bolsillo del pueblo panameño no puede seguir comprando agua embotellada y mantener sectores sin este líquido fundamental para el diario vivir de todos. Esta tragedia requiere una mayor intensidad de acción por las autoridades. Hay que subir los ríos del lago Alajuela y contratar personal para los trabajos de limpieza de lodo en los ríos. Si no ganamos la batalla en verano, y el Gobierno nacional no frena la deforestación, al regresar las lluvias en abril, la capital será un caos nuevamente.

Con todo lo anterior, tendremos Carnaval en marzo aunque sea con agua de tamarindo.

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Este artículo se publicó el  28 de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.