Es hora de intentarlo, por nuestros hijos

La opinión de…..

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Gabriela Miró Navarro

 Parece mentira cómo los conflictos o crisis matrimoniales pueden afectar a los angelitos de dichas relaciones: ¡los hijos! Hemos escuchado muchas veces que la mejor solución es terminar la relación, ya sea por el bien de los padres, por el bien de los niños o por el bien de todos los que rodean ese hogar.

Pero es lamentable que la afectación sea un suceso inevitable para los hijos y, sobre todo, si son muy pequeños. No pretendo que las relaciones insostenibles tengan que continuar; sin embargo, deseo apelar a la buena fe de ambos progenitores; hacer un llamado a la conciencia de todos esos papás que sólo piensan en sus intereses personales y que dejan de lado los intereses emocionales de sus hijos, y de esta forma inician una guerra insaciable que no acaba hasta no ver al otro literalmente destruido… ¿dónde está el amor que alguna vez los unió? ¿Dónde están los sueños que alguna vez se tejieron, en donde muchas veces estuvieron de por medio estos angelitos que hoy destruyen sin darse cuenta? ¿Qué se necesita para poder comprender que si los padres están atravesando la “crisis vengativa” entre ellos, lo que conlleva mucha ansiedad, mal humor, irritabilidad y tristeza, a la vez estos sentimientos negativos se los transmiten a sus hijos, que muchas veces no lo dicen pero lo experimentan en su falta de sueño, en su falta de apetito, en sus bajas calificaciones, en su mala conducta y hasta en sus rostros tristes o enojados?

En muchos casos, los padres son capaces de comprender que sus hijos no son los culpables de sus disputas; sin embargo, esta comprensión no es tan madura cuando deciden hacerse daño el uno al otro, sin tomar en consideración que de alguna manera (de forma directa o indirecta), ellos lo sienten, y con tal magnitud que en la mayoría de los casos, con estadísticas comprobadas, repiten, al crecer, los mismos patrones de conducta en sus relaciones de pareja y hasta en sus relaciones del diario vivir.

Estuve hace algunos días por el interior de la República, en una gira caritativa, en donde se veían niños jugando, padres y madres trabajando, casi sin preocupaciones… y pensé: ¡Qué lindo sería vivir aquí!  En un mundo donde no hay lujos ni comodidades ni apariencias ni imitaciones… son personas sencillas que trabajan para subsistir y que subsisten para trabajar, y en medio de esto están sus hijos, a quienes hacen inmensamente felices por ver a sus padres unidos, trabajando por ellos, siendo y haciendo todo por ellos.

Sólo eso. Pero al volver a la ciudad, todo se vislumbra con otro color. Con el color de los lujos, de los mismos lujos que no permiten a la parejas que atraviesan por una crisis conyugal resolver sus problemas de forma sana, porque lo quieren todo para ellos, olvidándose muchas veces del amor que existió, de los frutos que produjo ese amor, lastimando de una forma irracional a la mejor cosecha que pudieron tener: ¡sus hijos! Existen muchos mecanismos para ayudar a las parejas a enfrentar y tratar de resolver sus problemas o situaciones disyuntivas, los insto a que busquen la mejor opción; la de la conciliación y el mutuo acuerdo; no sólo por la paz que generará en ustedes, sino por la paz y la inmensa tranquilidad que, no se dan cuenta, generan en sus hijos. Intentémoslo, a veces cuesta, pero realmente funciona ¡si se hace por los hijos!

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Publicado  el   25  de  enero  de 2010  en   el  Diario  La  Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.