El olor de la cultura

La opinión de…

Nicole Fernández W.

Ya yo no sé si Bosco Vallarino es el único culpable de esta procesión que pasamos todos los panameños a diario. El manejo de la recolección de los desechos en la ciudad capital se ha convertido en un martirio para todos, y cuando digo para todos me refiero a que no solamente en las casas particulares acumulamos grandes cantidades de basura, sino en los sitios que constituyen áreas comunes de la comuna capitalina.

¡Qué triste debe ser jugar el papel de “turista” en nuestra ciudad hoy en día! Despertarse con vista al mar, o mejor dicho a los 20 tinacos gigantes ubicados afuera del hotel, a los papeles y botellas en las veredas, a los jardines que bordean las calles llenos de basura y qué decir de las alcantarillas y ríos de la ciudad, en los que navega todo tipo de línea blanca.

El problema de la basura no tiene límite.   Cuando una ciudad está llena de basura no solo se afecta el aspecto del lugar y el olor que nos toca soportar a todos, también tiene consecuencias ambientales graves que nos alcanzan a todos los niveles, por ejemplo, cuando llueve fuerte y se tapan las alcantarillas (como es el caso del barrio de San Francisco) los dueños de apartamentos temen guardar sus vehículos en los sótanos de sus edificios porque el agua podría cubrirlos.

El pasado 9 de marzo, el Consejo de Gabinete creó una comisión interinstitucional con el fin de resolver este problema que recae sobre los hombros de la Dirección Metropolitana de Aseo Urbano y Domiciliario. Esta comisión la integran tres instituciones que, a mi parecer, no son las únicas que deberían formar parte de ella, el Ministerio de Obras Publicas, Ministerio de Economía y Finanzas y el Ministerio de Salud.

Si vemos el problema de la basura desde un punto de vista amplio, no se trata solamente de tener la maquinaria del Ministerio de Obras Publicas ni la plata del Ministerio de Economía y Finanzas, se trata de educación.   Hay que educar a la población al respecto, para que pague su tasa de aseo y aprenda a depositar los desechos de una manera adecuada, no tirarlos por la ventana del carro. La educación fomenta la cultura y debemos crear una cultura de honradez y limpieza en nuestro país. Así como queremos que “Bosco” nos recoja la basura, así mismo debemos pagar nuestra tasa de aseo para entonces poder exigir un mejor servicio. Si le enseñamos a nuestros hijos que la basura no se tira por la ventana, contribuiremos a que el problema no sea de la magnitud que tiene hoy en día.

Necesitamos hacer de nuestra gente un pueblo más culto y consciente, necesitamos recolectores de basura más motivados que cuenten con herramientas suficientes para hacer de la recolección una actividad digna de admirar por parte de los países menos desarrollados que nosotros, y así acabar con este problema.

<> Este artículo se publicó el 7 de octubre  de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.