El ‘runchismo’, un ismo de nuestro Istmo.

La opinión de compositor y cantante…

PEDRO ALTAMIRANDA

Los ISMOS son tendencias innovadoras relacionadas especialmente con el mundo del arte y el pensamiento, pero también significan doctrinas o sistemas. Y así a través de los años hemos visto surgir el Surrealismo, Neoimpresionismo, Orfismo, Simbolismo, como también el Fascismo, Capitalismo, Comemierdismo, entre otros…

Pero existe un movimiento que tiene sus orígenes en el ser RUNCHO; es decir, una mezcla de tacañería, pichicumería y mal gusto, con una mayor dosis de esta última especia con que el panameño sazona su vida cotidiana. Este movimiento es el RUNCHISMO.

Posteriormente y como un anexo y sin que lo atara semánticamente al runchismo nació el llamado ser RACATACA (de ambos sexos), el sumum del runchismo, llevado éste a su máxima expresión, donde ya el bodrio adquiere proporciones gigantescas.    No es un ismo muy difícil de entender, todo lo contrario, con unos cuantos ejemplos se tiene una visión perfecta del mismo y ya el detectarlo en cualquier ser es bisté de dos vueltas.

Leo un paginón de MEDUCA, pagado, donde 4500 alumnos realizaron un verdadero Krakatoa cultural, el sunamí pasado es pupú y tachuela al lado de esta gira—evento.   Y leo que dentro del programa hubo un REGUETÓN SINFÓNICO. ¡Áyala ñecs! Esto es como si me dijeran que el famoso cuarteto de cuerdas EBÉNE, se presentó en la SALLE PLEYEL interpretando ‘vamos pa’ la playa’ y ‘pásame la botella’.  Dos violines, una viola y un violoncelo al servicio de la más pura lama.

Bueno, con saber además que la filosofía y urbanidad han sido desterradas de los cursos escolares se entiende bien el aspecto cacaseno y runcho de este sinfonicidio.

Y qué me dicen del gustazo que nos da ver a nuestros padres de la patria chueca en esa plaza de toros de tercera que se llama ¿TEMBLEQUEA o ASAMBLEA? vestir a lo modelo de GQ, camisa de cuello, amarilla, corbata amarilla de rayas lilas y el clásico tres botones, con la aberración que los mata, abotonarse el de arriba o peor aún los tres, para hacerse ver in,   sí in—capaces de vestir bien.    Y es que el ponerse Armani o Ermenegildo Zegna o zapatos Ferragamo no les servirá de nada para ocultar sus serviles decisiones y su pésimo gusto.    Y encima mostrarnos como gran vaina a nosotros los tres millones de huevasteclas su bello SALÓN AZUL,   con olor a nombre de matadero, una especie de boudoir, como quien dice para sacarle piquete al que fuera famoso hueco de materile del Señor  de las ESCLUSAS.

Pero es que el runchismo ataca no solo el lado duro y truñuño del pana, también se instala en su lenguaje chabacano y anémico, en ese destilar de bombas lacrimógenas corpóreas cuya cúspide es el ‘¿QUÉ TAL SI TE DIGO?’, cumbre de telenovela barata y cursi, que convierte en diputados y ministros a sus protagonistas, verdaderas monjas de la visitación obsoletas.

Dicen que la palabra CURSI, hermana mayor de runcho, proviene del apellido SICOUR (al ser repetido) de una familia de Cádiz del siglo XIX. En todo caso, es un producto importado de España y de la que RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA hizo todo un genial ensayo. Aquí lo cursi se conjuga runchamente y lo hemos mejorado.

¿Has visto el último icono de nuestro ‘skyline’?  ‘Y dicen que en todo lo alto tendrá una aguja metálica, una gran flecha’. Sí, un chuzo para ensartar la Ley Chorizo 30, a lo barbacoa, pero claro, ellos, los runchos, no saben quién es CALATRAVA ni cómo sus inteligentes ingenieros resolvieron el mafá de MALMO, verdadero ícono de esa ciudad. ¿Más muestras de runchismo? ¿Qué me dicen de esas encopetadas damas de COMITÉS DE AYUDA SOCIAL, que si tienen que sacar de su monedero (Chanel) $2.50, para comprar sobres y tarjetas, al rato están pidiendo que se lo reembolsen, porque le desconchinflan el presupuesto familiar?

Lo más triste en todo caso, es que este movimiento no tiene fin, por el contrario, orgullosamente se mantiene en un primer plano permanente. Pasea tu vista por las pantallas de la tele y sus realities, clorótidos video clips con olor a agua de florero de mausoleo, etc., asiste a bailongos populares, matungos y, porqué no, a bodas clubuniónicas y allí está instalado este ismo endémico, pero cubierto por esa palabra que suena a bodrio: Fashion. Fashion=In=Cursi=Bodrio=Runcho. Puedes detenerte en cualquiera de sus vocablos como si viajaras en el futuro METRO, pero irreversiblemente eres y serás runcho.

Ahora bien, hay muchas formas de ‘desruncharse’. Cultivar el intelecto es una de ellas, pero no dándose cada dos años un baño de libros (lo más triste es que con jabón CAMAY) o haciendo alardes de persona de mundo, leída, viajera, cosmopolita y culta, ‘trend setter’ de pendejoides.    Que no, que no, que desruncharse no es como la Tylenol frente al dolor de cabeza producto de un gomón. Lo runcho se deja ver, está por encima del sortijón de brillantes, del peinado popoff de salón de belleza, del pantalón tubi y esmirriado suéter con escamitas que brillan, de los nuevos ñañecos que también lucen su ‘mango chupa’o style’.

Lo runcho señores es algo más que eso, es un PROBLEMA DE ACTITUD, ante diferentes circunstancias, modas y situaciones, que el desconocimiento casi total de lo que significa buen gusto, lo convierte en algo que se le pega a la persona en cuestión, al estilo del mejor Krazy Glue, o como el salpullido inglés.

¿Se es runcho o se nace runcho o se convierte uno en runcho? Es como el ser o no ser de Hamlet. Lo que sí sé es que en cualquiera de los tres casos por ignorancia y plantillerismo, SE MUERE RUNCHO.

Ojalá que estás runchas líneas sean para ustedes, estimados lectores, parafraseando los versos del gran poeta surrealista francés ROBERT DESNOS, ‘las arborescencias que florecen sobre los desiertos de sus jardines cerebrales’.

<>Artículo publicado el 10 de septiembre de 2010  en el diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

‘Valla’ a la peste

La opinión de. ….
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Pedro Altamiranda

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‘Valla’ a la peste

La peste de las vallas. Mal endémico panamensis. Por donde vayas: “Vallas”.  O como dice el polvoriento bolero:  “doquiera que tu vayas…” “Vallas”.

Panamá es la gran Salsipuedes del anuncio que brinca en un pie. A ambos lados de la calle o avenida te reciben estas cruces visuales al mejor estilo del final de Espartaco.

Sacas la cabeza y te estrellas con una seductora guial que te ofrece una fragancia, o con una cerveza con su medallón apantallador, o con celulares de todo tipo que casi quintuplican, seguros, aviones, bancos y más bancos… en fin una verdadera currumbamba de productos que incluso pueden ilustrar tus noches de pesadilla publicitaria.

Cada 100 metros (medida de atletismo vehicular) ¡chas! te recibe un muppie o si lo prefieres, esa lápida publicitaria de “doble cara” que hace de la ciudad un gran cementerio Amador,  ah y luego te quiña el ojo una valla horizontal y más adelante una doble horizontal,  y una vertical, como quien dice para variar el paisaje, y una unipolar o ¿bipolar?   Y otra de dos caras y más allá otra como mona encaramada en lo alto de un esperpéntico edificio obra de nuestros “arquichuecos” o bien recostada sobre una de sus paredes laterales y como colofón otras sobre un paso elevado, que no paso porque de paso nadie utiliza.

Y de repente se cuela una pantalla de televisión gigantesca y otra, sin contar con la gran telaraña (la de el ladrón de Bagdag es niña de pecho) de cables y yucas con que nos regalan las flamantes compañías de electrificación y telefonía. Pero, qué veo, mansa creatividad, tres ciclistas arrastrando cada uno su flamante valla y camiones–vallas o vallatrocs.

¡Machín! ¡Qué quieres que te diga, pana…! Indigestión visual, que sólo se cura cuando el Gobierno (léase Alcaldía) le apriete las tuercas a los valleros y los haga recoger su chatarra disfrazada.  Pero eso, espéralo sentado.

Así, podemos afirmar con contundencia que Panamá pare más vallas que un cui, que ya es decir, ¡ahhh! … y todas, toditas con sus correspondientes permisos de colocación criminal, autenticados, refrendados, autorizados y aupados, pero es que claro, te has olvidado que vivimos en un país donde al panameño, su habitante, le encanta el plátano, y más si es funcionario público. Sí, sí, una tajadita por aquí, otra tajada por acá o tajadón y … venga la valla.

No vaya–mos muy lejos y allí está la antigua Zona del Canal. Y para muestra un botón. Tenía dos cosas maravillosas, cableado subterráneo y cero publicidad contaminante. Ah, era hermoso pasearse y disfrutar de sus predios tanto como admirar el sitio de una dama donde la espalda se le convierte en media luna. Pero vino la “vallanitis” o “vallamanía” que es meterte una valla donde ya otra no cabía para bien de la Alcaldía.

En la famosa película de don Siegel  La invasión de los usurpadores de cuerpos,  unas semillas venidas de otro mundo suplantan a los humanos que se duermen, deshumanizándolos.   Igual ocurrirá dentro de poco aquí, cuando a falta de espacio para incrustar otro de estos godzillas urbanos hagan surgir los hombres–vallas (como en los años 10), verdaderos emparedados humanos ambulantes.

Lo peor es que la noche tampoco nos da el reparador descanso a nuestras golpeadas retinas. Allí te apaña, como retortijón, el vallón.

La encementada cinta costera, desde donde el mar no se ve ni con lente de aumento todavía goza de una virginidad monasteril, pero no tardará en perderla. Cogemos apuestas.

Lo peor es que al alcalde Valla–rino se le resbala, como que tiene el gusto debajo del talón de Aquiles y al Municipio y su bonche de ineptos por igual, por lo que seguirán fluyendo los permisos.   Pero qué más da si Bern acabó con la mejor vista de la pequeña pero hermosa bahía (ya no la podemos ni Ver–n), Colamarco con el Paseo Balboa, y los cuatro jinetes del Apocalípsis (B.B.S.M.) con la zonificación de la ciudad.   Esto de las vallas, viéndolo bien, es chicha de piña.

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Publicado el 11 de septiembre de 2009 en el diario La Prensa; a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Librería

La opinión de …

Pedro Altamiranda

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Librería.   Término en desuso, obsoleto en nuestro vocabulario cotidiano. Es más, si no me equivoco y consultando el almohadón telefónico, creo que en San Miguelito no han visto un ser así llamadoDicen que la cultura de un pueblo se mide por sus librerías, bibliotecas y centros de arte. Aquí no tenemos esta clase de cinta métrica. Nosotros medimos nuestra cultura por la cantidad de guaritos (garitos de guaro), emisoras y programas de TV que destruyen nuestras células grises anticipando el mal alemán que terminará por tragarnos.

Aquí el reggae llegó para quedarse fren, y las librerías para irse. Así se llevó candanga a la Athenea, a Legend a Campus y a tantas otras, porque el cretinismo endémico del panameño así lo quiso. Es probable que en una población capitalina, incluyendo el ya mentado distrito de San Miguelito, un tarrantan de seres jamás hayan abierto un libro para su consabida lectura, manso plomo esa vaina de pasar páginas y páginas, cuando una canción podrida se la aprende uno en un abrir y cerrar de ojos. ¡Líbrame de los libros!

Y es que el placer de la lectura viene de dos fuentes, de un profesor que puede hacerte excitante el descubrirla o de unos padres que en casa tengan al menos una untadita de esta inquietud. Cero bolero, la incultura viene de ambos lados.

¿Feria de qué? ¡Mami, mami llévame a ver un libro!, como si fueran para el zoo de Summit Garden. Y eso es lo que yo llamo cada dos años un “Baño de libros”.

Colas y colas de gente y alumnos de escuelas, escuelitas y escuelones a quienes llevan en masa a ver a estos seres en vías de extinción. Y por supuesto, que muchos salen llevando bajo el brazo los mismos malos novelones de malos autores latinoamericanos y españoles (¿solamente?) que encabezan los García Márquez, de quien Pasolini dijo que su mayor mérito había sido el saber engañar a los críticos, Allende, Zoe Valdés, Ramírez, Mastretta, Coelho, Restrepo, Puértolas, Serrano, Montero, Etxebarria… verdaderas momias desletradas. Y si a esto le añadimos que nuestro Gene Kelly alcalde (que lo único que ha leído en su vida son las especificaciones de su pasaporte de nacionalidad gringoide y que mamita no encuentra, y los del Tribunal Electoral tampoco) quería por su parte plancharla, ¡qué más podemos esperar!   Bueno, ahora como está de moda el samaritanismo con lo de:  70 tumba 100, a lo mejor les cae algo, porque para ñamerías estamos a la orden del día.

Pero hagamos un repaso por estos espacios cuya dirección solo conocen unos cuantos. Hombre de la Mancha, ha regado como mancha unas cuantas librerías, donde el escoger se convierte en encoger por no haber qué escoger, pero al fin y al cabo hacen su esfuerzo; Argosy, dulce recuerdo, sitio de encuentro del verdadero lector, ávido de lo mejor de la literatura mundial, hoy enferma de ese mal que acaba con las librerías, mantener el equilibrio entre lo actual (por desgracia muy malo) y lo clásico.

Excedra, una amplia superficie fría, al estilo americano, pero ajena a la literatura vigente en los diferentes países del orbe. Menéndez, en estado terminal, después de recorrer por años espacios donde mejor ambientarse, sin darse cuenta que la cura estaba en lo que vendían y no en el sitio. Y finalmente la Cultural Panameña, con viejo aroma de avenidas Central y Perú, más técnica, que literaria, pero todavía con ese sabor de lo que el francés ha dado en llamar bouquiner, siempre hay sorpresas escondidas en sus anaqueles.

Arrocha, Sanborns y Gran Morrison, no se vistan que no van, ustedes de librerías ni jai, eso sí, con buco pocotón de libros de autoestima o de cómo me desahue… y soy feliz.   El balance final es de una pobreza decepcionante, más cuando que los Amazon, FNAC, Abebooks y Alibris terminarán por restarle los pocos lectores serios que se aventuran a incursionar en sus locales.

Ahora bien, si al pasar despacio por Dolega rumbo al turistificado Boquete miras a tu izquierda, pues encontrarás una blanca casita, no como la que vieran Hansel y Gretel, pero sí con un letrero sugestivo The Book Mark. Detente y sumérgete al entrar en miles de libros de bolsillo en inglés, usados, así como ediciones encuadernadas originales y de todo tipo de disciplinas. De sus abarrotadas paredes, seguramente sacarás un par de ellos bajo el brazo. Algo insólito, pero bueno de eso está lleno el Ripley’s.

¿Que los libros están muy caros? ¡Cierto!, pero también el guaro, el blanco y las entradas para ver artistas rascapailas y pagas por ellos.

¿Y dónde dejamos a las mamás de las librerías, las bibliotecas? En este país quintomundista y lamoso, deben considerarse como de pobreza extrema, pero bueno, a jod… tocan, si ni tan siquiera en los planes de gobierno a proponer se las menciona. ¿Que soy pesimista? Por supuesto, y a mucha honra hasta que los políticos apantalladores y circenses, educadores y padres de familia indolentes de este país, me demuestren que la cultura está por encima de la rebusca.

En fin, todos (dizque) a leer, que una vez al año… no hace daño.

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Publicado el 21 de agosto de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde