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La opinión de…
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Eloy Fisher –
El amigo Paco Nadal publicó un interesante artículo [en este diario, en las páginas de Opinión] sobre la frustración que sienten muchos panameños respecto a su gobierno. S u respuesta es organizar esta rabia, a fin de producir cambios significativos a futuro. Lamentablemente, la historia demuestra que esta rabia tiende a producir efectos no deseados; vista en perspectiva, esta rabia solo profundiza la división de la sociedad y, con ello, eleva la frustración a niveles, incluso, mayores e intolerables.
Todos los panameños tenemos derecho a exigir más de nuestros gobernantes. No obstante, en otro espacio mostré mi escepticismo respecto a esa tentación del “borrón y cuenta nueva” que proponen los más ácidos análisis del quehacer nacional. Ningún gobierno es perfecto, y este no es la excepción –otros han sido más elocuentes en enumerar las deficiencias de esta administración. Y a pesar de no compartir plenamente el plan de desarrollo impuesto tras la invasión de 1989 y de reconocer que queda mucho por hacer, no podemos denigrar alegremente algunas buenas ideas surgidas en medio de estos cinco ciclos presidenciales.
Si bien esta rabia organizada propulsa movimientos reivindicativos a todo nivel, un rápido repaso indicará que los más exitosos fueron aquellos que dejaron a un lado la rabia, a fin de repellar las diferencias a través de formas más serenas y responsables. Por ejemplo, destacan el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos (EU) y los esfuerzos de reconciliación política en Chile y Argentina que castigaron a los responsables del genocidio político, sin prohijar una cacería de brujas.
Al contrario, cuando la rabia se toma el poder, atestiguamos una profunda división social que debilita aún más nuestras ya endebles instituciones. Michael Spence, premio Nobel de Economía en 2001, explicó lo anterior en una entrevista con el Financial Times, específicamente respecto al surgimiento del Tea Party en EU: “Cuando la gente pierde el optimismo, las cosas tienden a ser más volátiles.
El futuro que más temo para Estados Unidos es el de América Latina: una sociedad altamente desigual sujeta a violentas oscilaciones entre populismo y ortodoxia, algo que dificulta imaginar gobiernos responsables”. Ejemplos de esta realidad son Ecuador, Honduras y Venezuela. Solo para resaltar el caso ecuatoriano, es aleccionador conversar con los inmigrantes de ese país. Muchos dejaron su tierra en medio de la crisis tras Bucaram, y si bien hoy tienen una opinión favorable del presidente Correa, no desean regresar. Sencillamente, estas oscilaciones ahogaron el optimismo y, por tanto, no existe tracción para lograr resultados sostenibles -fenómeno que en un artículo reciente para FLACSO denominé como “el péndulo vicioso”.
Panamá necesita organizar la responsabilidad antes que la frustración, un mensaje que repite otro gran amigo, el maestro Lucho Moreno. Todavía hay mucho por lo cual pelear, pero también hay espacios para el optimismo. La democracia panameña, a pesar de las cortapisas, es vibrante y vigorosa. Poco a poco vemos el surgimiento de nuevos actores políticos, como Frenadeso y el CD, que se disputarán el futuro político, ojalá en buena lid, con el PRD y el Panameñismo.
No obstante, el tono de la política hoy amerita reflexión más que rabia; la justicia y la venganza no son dos caras de la misma moneda. Todos estos grupos tienen ideas interesantes en sus plataformas, meritorias de discusión y crítica. Pero reconocer que nadie es dueño de la verdad será lo que nos evitará la suerte de países hermanos; solo así podremos entrar, con paso firme y decidido, a un mejor futuro.
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Este artículo se publicó el 28 de enero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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