La opinión de…..
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Fernán Molinos Delaswsky
Nada tiene de extraño que en una hora como la actual la concesión del Premio Honorífico de Poesía José Lezama Lima al escritor y poeta panameño Manuel Orestes Nieto no haya tenido más eco que algún registro en medios locales.
El premio, conferido por Casa de Las Américas, que ya había otorgado a Nieto el galardón correspondiente a 1975, reconoce en el autor nacional a una de las voces mayores de la poesía hispanoamericana. Tributo similar comparten apenas Juan Gelman (Argentina), Carlos Germán Belli (Perú) y Juan Manuel Roca (Colombia), entre otros pocos. Nieto también figura en la lista breve de quienes, por sus méritos culturales, han recibido la distinción nacional chilena Medalla Gabriela Mistral.
Duro e ingrato el oficio de los poetas. Bajo los signos que rigen los tiempos presentes, la poesía aparece relegada a condición de trasto arqueológico y los poetas a la de especie que alguna vez conoció tiempos menos ingratos. Mientras la novela como empresa editorial sacrificó talento y creatividad imaginativa para dar paso a los Brown y Coelho de todo pelaje, que igual se consumen en librerías que en supermercados, la poesía se quedó sin editores.
El Honorífico de Poesía José Lezama Lima, premia trayectorias, no a un libro en especial. En el caso de Manuel Orestes Nieto abarca un desempeño que comprende cuatro décadas largas en la artesanía de la palabra, recogidas en el libro El cristal entre la luz. La recopilación contiene, entre otros títulos, los cuatro de Nieto premiados con el Ricardo Miró de Poesía (1972, 1983, 1996 y 2002).
Cuarenta años de trompearse con las palabras para hacerles decir lo que el poeta quiere, no lo que ellas simplemente significan. Pelarlas como a una cebolla; atenazarlas entre los dientes como al cuesco de un durazno; sentir como la nuez del corazón se resiste al diente de la rabia, del dolor, de la alegría. Sí, fajarse con ellas: torcerle el cuello al cisne como recuerda García Márquez para que las malditas palabras, las maravillosas palabras, calcen al fin en la horma exacta de lo que el poeta siente y necesita convertir en eso: palabras.
Eso ha hecho en este tiempo Orestes Nieto. Hizo suyo el consejo de Rogelio Sinán: “lee a los clásicos y no te permitas concesiones”. Por eso, dice Nieto, “para hacer poesía hay que escribir con un lenguaje propio que permita proponer textos con estética, belleza y recursos literarios”. Porque, al fin, “todo está dicho; la clave de la poesía está en recrearla eternamente”, dijo Cavafis.
Lo suyo en Nieto ha sido un trabajar constante de su voz poética de manera que, entre la luz que ella marque en el texto, brille el cristal de lo que el poeta busca decir:
Créeme: el mar de los sargazos existe
donde el ala de la mariposa y el girasol
al surcar el aire, fundan el rito del silencio de la esponja;
donde la rosa de los vientos tiene su epicentro de espuma y nube.
Hay una constante en la obra de Nieto que atraviesa la mayoría de los 12 libros escritos por él en estos 40 años: Panamá. Escasas son las líneas que no tengan por aliento este país nuestro de mieles y de hieles; esta nación de glorias y dolores.
A riesgo del mal gusto de acometer metáforas al reseñar la obra de un poeta, siempre he sentido que la poesía de Orestes huele a patria en sus amaneceres y duele cuando el dolor le duele a la nación. Ese sentir se hace epifanía cuando la patria canta, y es lamento huérfano cuando sus horas malas descuajaringan –así decía Vallejo– el alma.
Ocurre
que nada será imposible en lo posible
y que tú –como siempre–
vendrás por nosotros a contarnos
la dura edad de tus caminos
y el trayecto de tu vuelo de pájaro libre
en la transparente claridad del aire” .
Qué bueno que nuestros creadores literarios obtengan reconocimiento internacional. Qué bien que logren lauros y aplausos, como lo hacen nuestros atletas en escenarios mundiales. Lástima que sus triunfos tengan eco tan mudo. Y reconocimiento tan mezquino.
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Publicado el 4 de marzo de 2010 en el Diario La Prensa a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.
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