Añoranzas de la infancia

La opinión de……

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Franklin Espino Herrera

Mi maestra, mi segunda “madre”, son términos en extinción, pero aún existen y hay que reconocerlos. La maestra del hogar de la infancia (kinder) y de primaria dejan huellas indelebles en nuestros corazones (y mentes) y son un factor determinante en el comportamiento y felicidad del individuo en su desarrollo, indistintamente de si uno es bien pobre o pudiente.

La sociedad fuera otra si hubiese más cariño, comprensión y amor en los niños, en el hogar, en la escuela y en la sociedad. Los padres deben darlo y esto no depende de la pobreza económica.

Soy producto de ese hogar pobre pero con valores, cariño y amor, y de mi escuela primaria que tuvo maestros excelentes, dedicados, entregados al apostolado de la enseñanza en un pueblo que en ese entonces tenía una sociedad sana donde predominaba la oportunidad para el estudio en las aulas y el deporte en cualquier potrero o estadio (mente sana en cuerpo sano).

Hago remembranza en homenaje póstumo a una de esas maestras que calaron en mi vida y a la cual nunca tendría lo suficiente para agradecer.   Me refiero a mi maestra Alicia Alemán de López (q.e.p.d.), en nuestra alma máter, la escuela Presidente Porras en la ciudad de Las Tablas.

Fue una esposa, madre, amiga, educadora ejemplar, quien se dedicó a muchos niños, hoy buenos ciudadanos gracias, entre otras cosas, al cariño y la enseñanza de la maestra Alicia.

Hace ya cerca de 11 lustros desde que compartimos con nuestra querida maestra, que se preocupaba de si teníamos para los útiles escolares, para comer y nuestros cuidados en casa.

Parece que fue ayer. La recuerdo como era, buena, dulce, cariñosa, y estoy seguro de que caló en la mente de todos los que pasaron por sus clases.

Ojalá todas las maestras fuesen como la maestra Alicia (las hay muchas en todo el territorio nacional), pero necesitamos más para que los niños reciban el cariño que no reciben ahora en casa, y esto ayudará a tener mejores niños, mejores ciudadanos y menos violencia.

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Publicado  el   22  de  enero  de 2010  en   el  Diario  La  Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.