Una fiesta con nombre y apellido

 

La opinión de…

 

Benito Ladrón De Guevara Ureña

Hace algunos años se descubrieron en las costas de Palestina documentos antiquísimos, suscritos nada menos que por Pontius Pilatus, en los cuales habla sobre Jesús o Cristo. Esto me llamó la atención, pues, hasta donde sé, dicho personaje no fue cristiano y al escribir sobre Cristo manifiesta una prueba clara de la existencia histórica del carpintero de Nazareth.

Pero resulta que, también, escribieron sobre Cristo, Plinio el joven, el historiador romano Suetonio, el judío Flavio Josefo y Tácito, célebre historiador romano, quien, además de definir al cristianismo como “detestable superstición”, dice “este nombre les viene de Cristo a quien, bajo el principado de Tiberio, Poncio Pilato entregó al suplicio…”. Obviamente, la misma animadversión demostrada por Tácito hacia Cristo y al cristianismo, sirve de prueba fidedigna a la existencia de Jesús.

Haber mantenido una doctrina idéntica por más de 2 mil años por parte del cristianismo es, también, prueba de que esta doctrina tuvo como punto de partida la existencia real y concreta de su fundador. La gran cantidad de escritos no bíblicos, en los que se exponen las líneas generales de esta religión, siempre basados en la vida de Jesús descrita en los evangelios, sin contradicciones importantes, indican una fuente concreta e histórica.

Aunque no se sepa exactamente el día y la hora en que nació Jesús, hay un hecho cierto: nació, y ha sido tan grande su influencia, que hay una fecha estimada de su nacimiento para celebrarlo de manera especial. Para muchos no cristianos, este hombre de Nazareth, no es Dios, pero sí es un modelo de lealtad a sus convicciones, un ejemplo de hombre, fue capaz de defender sus ideales hasta las últimas consecuencias. Bien pudo haberse salvado de la cruz, pudo negociar con Pilato, enviar su legión de ángeles, pero no… decidió continuar con su dolorosa misión. Se pone al lado de los grandes hombres y mujeres que mueren por sus ideas. Menos claudicar.

Para los que sí creemos en Cristo, como hombre y como Dios, su nacimiento fue el inicio de la redención prometida por el Padre desde los inicios de la humanidad. En este sentido qué difícil es entender el amor. Por ejemplo, el amor de una madre que se atreve a sufrir lo indecible con tal de parir a su hijo, o el amor de un padre que trabaja de sol a sol para gastar su dinero en su familia, el amor de una misionera que se va a predicar su religión a lugares inhóspitos…, pues más grande que estos amores, probados en el sacrificio, fue el amor de Jesús. En vez de venir como un titán poderoso y vencer a cuanto ejército se le enfrentara, se hizo niño, indefenso, hijo de José y María, nacido en una cueva, visitado por humildes pastores, para después ser ultrajado y asesinado en una cruz. No envió un ángel, ni a un profeta, ¡cuánto amó Dios al mundo que mandó a su propio hijo!

Muchas más cosas se podrían escribir sobre Jesús, con más autoridad y de mejor manera, pero basta con estas humildes líneas para concluir que la Navidad es una fiesta, pero no una fiesta cualquiera, el cumpleaños de quien nos liberó, no el de quien nos invita a comprar y vender; es la fiesta del amor, no la del negocio.

Por eso, los creyentes adornan sus casas con nacimientos, enalteciendo la figura del niño Dios, no otras figuras; por eso decimos: ¡Feliz Navidad! y no simplemente felices fiestas. En fin, no dejamos usurpar el sentido de la Navidad, para que haya gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres y a las mujeres de buena voluntad.

*

<> Este artículo se publicó el 31 de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Una fiesta con nombre y apellido

La opinión de…

Benito Ladrón De Guevara Ureña

Hace algunos años se descubrieron en las costas de Palestina documentos antiquísimos, suscritos nada menos que por Pontius Pilatus, en los cuales habla sobre Jesús o Cristo. Esto me llamó la atención, pues, hasta donde sé, dicho personaje no fue cristiano y al escribir sobre Cristo manifiesta una prueba clara de la existencia histórica del carpintero de Nazareth.

Pero resulta que, también, escribieron sobre Cristo, Plinio el joven, el historiador romano Suetonio, el judío Flavio Josefo y Tácito, célebre historiador romano, quien, además de definir al cristianismo como “detestable superstición”, dice “este nombre les viene de Cristo a quien, bajo el principado de Tiberio, Poncio Pilato entregó al suplicio…”. Obviamente, la misma animadversión demostrada por Tácito hacia Cristo y al cristianismo, sirve de prueba fidedigna a la existencia de Jesús.

Haber mantenido una doctrina idéntica por más de 2 mil años por parte del cristianismo es, también, prueba de que esta doctrina tuvo como punto de partida la existencia real y concreta de su fundador. La gran cantidad de escritos no bíblicos, en los que se exponen las líneas generales de esta religión, siempre basados en la vida de Jesús descrita en los evangelios, sin contradicciones importantes, indican una fuente concreta e histórica.

Aunque no se sepa exactamente el día y la hora en que nació Jesús, hay un hecho cierto: nació, y ha sido tan grande su influencia, que hay una fecha estimada de su nacimiento para celebrarlo de manera especial. Para muchos no cristianos, este hombre de Nazareth, no es Dios, pero sí es un modelo de lealtad a sus convicciones, un ejemplo de hombre, fue capaz de defender sus ideales hasta las últimas consecuencias. Bien pudo haberse salvado de la cruz, pudo negociar con Pilato, enviar su legión de ángeles, pero no… decidió continuar con su dolorosa misión. Se pone al lado de los grandes hombres y mujeres que mueren por sus ideas. Menos claudicar.

Para los que sí creemos en Cristo, como hombre y como Dios, su nacimiento fue el inicio de la redención prometida por el Padre desde los inicios de la humanidad. En este sentido qué difícil es entender el amor. Por ejemplo, el amor de una madre que se atreve a sufrir lo indecible con tal de parir a su hijo, o el amor de un padre que trabaja de sol a sol para gastar su dinero en su familia, el amor de una misionera que se va a predicar su religión a lugares inhóspitos…, pues más grande que estos amores, probados en el sacrificio, fue el amor de Jesús. En vez de venir como un titán poderoso y vencer a cuanto ejército se le enfrentara, se hizo niño, indefenso, hijo de José y María, nacido en una cueva, visitado por humildes pastores, para después ser ultrajado y asesinado en una cruz. No envió un ángel, ni a un profeta, ¡cuánto amó Dios al mundo que mandó a su propio hijo!

Muchas más cosas se podrían escribir sobre Jesús, con más autoridad y de mejor manera, pero basta con estas humildes líneas para concluir que la Navidad es una fiesta, pero no una fiesta cualquiera, el cumpleaños de quien nos liberó, no el de quien nos invita a comprar y vender; es la fiesta del amor, no la del negocio.

Por eso, los creyentes adornan sus casas con nacimientos, enalteciendo la figura del niño Dios, no otras figuras; por eso decimos: ¡Feliz Navidad! y no simplemente felices fiestas. En fin, no dejamos usurpar el sentido de la Navidad, para que haya gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres y a las mujeres de buena voluntad.

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<> Este artículo se publicó el1  de enero de 2011   en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.