Cuando la vida no vale nada

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La opinión de la Doctora especialista en Pediatría…..

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Elizabeth Castaño

Como pediatra, cada día en nuestros hospitales, el personal de salud lucha por salvar vidas pero hay momentos en que la impotencia nos vence, porque lamentablemente no es una enfermedad la que acaba con nuestros niños, es la violencia que crece cada día como una serpiente de mil cabezas.

Nunca pensamos que en nuestros cuartos de urgencias, tendríamos la desagradable experiencia de atender inocentes víctimas de la guerra de pandillas y de los “tumbes” de droga, flagelos que no discriminan edad, sexo, embarazo o discapacidad de las víctimas.

Sin exagerar, Panamá se queda sin futuro.  Según estudios realizados, los niños que han sido víctimas o testigos de casos de violencia pueden desarrollar dificultad para relacionarse con otras personas. La ira es un síntoma que acompaña a estos muchachos, la que se incorpora a su personalidad y les dificulta el control de su comportamiento futuro. De no recibir tratamiento oportuno, se aumenta el riesgo que ellos mismos también recurran a la violencia para dirimir problemas.

Si hablamos de años de productividad perdidos, por cada muerte de un menor de 15 años, se pierden 45–50 años de vida potencial, lo que ocasiona que el país deja de crecer por el aporte de ciudadanos en que los padres y el Estado han invertido.

Como vemos, todos perdemos. ¿Cómo respondemos a los padres cuyos hijos fallecen por encontrarse en una comunidad de alta criminalidad y que por falta de medios económicos no han podido salir de estar áreas? ¿Qué hacen los elegidos por el pueblo (diputados, representantes de corregimiento, gobierno y oposición para trabajar, de una vez por todas, en forma conjunta y así poder sacar al país de la violencia?   Tristemente, los políticos criollos solo piensan en su propio bienestar.

Recuerden señores, la violencia no discrimina por partido político. Ya es hora que dejemos las diferencias y construyamos un Panamá basado en respeto, seguridad y confianza para garantizar un futuro promisorio para todos.

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Publicado el  18 de diciembre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien  damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.