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La opinión de…
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Azael Álvarez –
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Hace 32 años estábamos en plena dictadura, un alto porcentaje de la juventud actual no había nacido aún, cuando nosotros ganamos el Primer Concurso de Prensa, auspiciado por la asociación Panameña para el planeamiento de la Familia. Lo decimos, modestia aparte, porque parecía que entonces había un despertar en el interés por las acciones a seguir, tendientes a impulsar y desarrollar programas sobre educación sexual y familia.
Pasadas tres décadas, tal propósito no se ha logrado, lamentablemente, y observamos que actualmente no se ve un avance considerable en la lucha por hacer conciencia en las personas y en el pueblo en general sobre una educación sexual positiva, que contribuya a fortalecer y consolidar la estructura familiar, que sea núcleo de una sociedad progresista y desarrollada, integrada por hombres y mujeres con sanos principios y valores morales. La población actual ha crecido y los problemas se han multiplicado, las desigualdades lejos de desaparecer han aumentado, la brecha que separa a los ricos de los pobres es cada vez más notoria.
No nos llamemos a engaños. Panamá aún sufre los flagelos del subdesarrollo y solo en los barrios altos de las ciudades se observa un nivel de vida del primer mundo. Panamá necesita de una revolución científica y pacífica para lograr su pleno desarrollo.
Volviendo a la educación sexual y familiar, observamos que por generaciones hemos venido heredando prejuicios de todo lo que huele a sexo y en muchas familias consideran este tema como un tabú. Las acciones realizadas sobre el tema que nos ocupa han sido tímidas, abonadas por una cultura llena de mitos y prejuicios. Es hora de un nuevo enfoque y que se reconozca la importancia que tiene la educación sexual en el desarrollo humano y social.
En nuestro país es frecuente el fenómeno de desintegración familiar en forma de divorcio, madres solteras, hogares incompletos, disturbios familiares, desavenencias conyugales, etc. Todos estos problemas afectan a los menores. Las causas de todas estas dificultades que confronta la familia son consecuencias de factores como el desempleo, vivienda inadecuada, mala distribución del presupuesto familiar, maternidad y paternidad irresponsable, alcoholismo, drogadicción, etc.
Para concluir, citemos lo que en cierta ocasión manifestó el desaparecido doctor Secundino Torres Gudiño sobre la educación sexual y la familia. Al respecto nos dijo: “Lo que podemos decir sobre educación sexual y familiar es que nuestro país requiere mucha educación en este carácter. En virtud de que hay una enorme ignorancia motivada fundamentalmente por el tabuismo que se ha hecho de la educación sexual y por la mojigatería de todos los niveles de carácter social. Por esa circunstancia el sexo se ha visto con cierto temor y con cierta repugnancia. Toda persona debe tener un conocimiento adecuado de que es la vida sexual. Se tiene sexo para vivir, no se vive para el sexo y esto es uno de los complementos más elevados de la personalidad y la felicidad humana. La satisfacción sexual a la que todo ciudadano o ciudadana tiene derecho, es un derecho natural del hombre y la mujer y, por qué no decirlo, un derecho humano del individuo”.
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<> Este artículo se publicó el 18 de noviembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/alvarez-s-azael/
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