El rostro antes del 68

La opinión de la Comunicadora Social

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Maribel Cuervo de Paredes

Este 11 de octubre se escucharon más voces y se publicaron más opiniones sobre lo que ocurrió con el golpe de 1968. Todos sabemos cómo cambió el rumbo de nuestro país después de ese trágico día. Sin embargo, observo cómo cada año se intenta soslayar el debate público que aborde, con rigurosidad y transparencia histórica, las corruptas y asquerosas conductas que predominaban en la sociedad panameña antes de 1968. ¿Se huye de una autocrítica? ¿O se tiene vergüenza a mencionar que los de antes siguen siendo los de ahora? ¿Hay cobardía para admitir que por intereses personales, profesionales, económicos, sociales o políticos se ha pactado en uno u otro grado, con quienes también fueron artífices de la desgracia que hoy tenemos? ¿Juega vivo o selectiva crítica?

Pareciera que para algunos la descomposición social que hoy nos resulta insoportable e inexplicable tiene su génesis -sólo- en los hechos históricos de aquel octubre de 1968. Centrar en ese nefasto acontecimiento, la seria y compleja fractura social que hoy nos agobia, sería deshonesto y mentir en forma ruin. Pero también es deshonesto matizar, maquillar y, ¡válgame Dios!, justificar, con inexistentes bondades, los 21 años de oscurantismo, falta de libertades, represión, muerte y corrupción que, con el imborrable sello de la dictadura militar, tendrá para siempre nuestra historia republicana. Ni lo que pasó después de octubre puede enorgullecerme como panameña, ni la forma como se repartían los recursos de mi país, antes de octubre del 68 tienen mi respeto y aceptación. Por eso, aprecio las publicaciones que revelan la corruptela, el aprovechamiento, el chantaje, la manipulación del rostro nacional que existía antes de octubre del 68 y que permiten hilvanar ese pasado con el presente.

El distinguido abogado doctor Humberto E. Ricord en su libro Los clanes de la oligarquía panameña y el golpe militar de 1968 al registrar actores y circunstancias que se vivían antes de octubre del 68, nos señala que «la clase capitalista de Panamá, que es propietaria de los instrumentos de producción, incluye una alta proporción de nacionales y al mismo tiempo una fracción de extranjeros… económicamente, los capitalistas panameños se han concentrado tanto, que no resulta exagerado afirmar, porque ha sido demostrado claramente, que el poder económico es monopolizado por 20 familias… los grupos de familias que controlan la actividad económica panameña… tienen plena conciencia de lo que significa, para el ensanchamiento de sus fortunas, el usufructo del poder político. De ahí que sus contradicciones económicas internas se agudicen a propósito de la periódica sucesión presidencial, pues la Presidencia es el eje de control político. Todas las formas lícitas e ilícitas, de procurarse fabulosos ingresos, son puestas en práctica, desde las alturas de la Presidencia de la República, desde los ministerios, desde las instituciones autónomas.

Por ello, los clanes de la oligarquía organizan y dominan los partidos políticos, tejen y destejen alianzas entre ellos; porque esos partidos les sirven de instrumentos para la captura del poder. Cada cuatro años, montan el aparato de una elección nacional, como vía y método de aquella ocupación. Para alcanzarla, invierten muy fuertes sumas de dinero (propaganda, mantenimiento de cuadros electorales, sobornos, etc.) o emplean la burocracia oficial y los dineros fiscales para poner en marcha la maquinaria política… los procesos electorales panameños siempre han obedecido a los rejuegos políticos de estos grupos y subgrupos oligárquicos, todopoderosos social y económicamente. Y como el interés económico es el predominante en ellos, todo lo demás (moral, principios políticos, orden jurídico, etc.) queda subordinado por completo a sus acuerdos y desacuerdos de millonarios».

¿Cambió la mentalidad de los actores y sus herederos o siguen manejando nuestro país, en lo privado como en lo público, con los mismos parámetros de mezquindad y egoísmo? ¿Abandonaron la idea de explotar nuestros recursos y de priorizar sus intereses económicos y políticos por los del país? ¿Transformaron socialmente Panamá? Si fuese así ¿por qué tenemos casi 50% de pobreza? ¿Por qué reina la corrupción y hasta distinguen, política y socialmente, la impunidad? ¿Por qué los de antes del 68 piensan que combatir la pobreza se reduce a imitar el patético papel de Santa Claus con entregas de leche, colchones, libros, becas y zapatos o cualquier otra cosa que alivie su peso moral de fin de año? ¿O será que la oportuna acción de donar permite ocultar sus exorbitantes ganancias? ¿Por qué los de antes y los de después del 68 no han hecho un pacto nacional para eliminar todas las formas de privilegios, exoneraciones, prebendas y formas de aumentar sus riquezas y, además, tributan de la misma forma rígida que se le exige al pueblo? ¿Qué ha cambiado?

Antes y después del 68, Panamá ha sido gobernada y explotada por unos cuantos que piensan que el país es su propiedad. Ayer como hoy asfixian las oportunidades del pueblo panameño, incrementan sus riquezas y mantienen un peligroso secuestro de nuestra democracia. Usted, como yo, los conoce. ¡Atrévase! a ponerle nombre y apellido al rostro de antes del 68 cuya arrogancia y abuso de poder de hoy los induce a jugar con fuego.

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Artículo publicado el 18 de octubre de 2005 en el Diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que le corresponde.