Miedo al progreso

La opinión del Fotógrafo profesional…..

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ARISTIDES H. BRAVO

Una innumerable cantidad de amigos me dicen que vengo de un mundo desaparecido, por no decir antediluviano, y que no encuentro espacio en la era actual. Reconozco parte de sus razonamientos admitiendo mi confusión frente a los continuos avances técnicos, tales como los ordenadores, los correos electrónicos, los celulares y tantas cosas de la maravillosa e increíble vida contemporánea.

Extraño las pesadas y ruidosas máquinas de escribir, las incesantes llamadas telefónicas y tantas otras cosas del pretérito necesarias para elaborar una buena información. Estos antiguos elementos me ayudaban en mi lejano trabajo de reportero gráfico, columnista y asesor de principiantes del apasionante ámbito de la difusión informativa. Desde hace poco tiempo, hasta donde mi talento lo consiente, incursiono en el sorprendente universo del desarrollo con resultados más o menos aceptables.

La práctica y el tesón me han brindado la oportunidad de codearme de tú a tú con los actuales orientadores de la opinión pública, algunos carentes del dominio del idioma que nos une sin distingo de religión o raza. Estos autodenominados redactores del futuro destrozan sin piedad el legado de los conquistadores españoles: La lengua del manco de Lepanto. Es lamentable leer y escuchar frecuentemente noticias faltas de sintaxis y repletas de yerros que demuestran la mala calidad de las enseñanzas impartidas por los profesores y maestros de las escuelas primarias, secundarias y universidades. No se puede culpar a los alumnos del mal estado de la educación, cuando los verdaderos responsables son quienes sin una plataforma sólida aparecen como conductores de la niñez y juventud panameña.

Todavía estamos a tiempo de mejorar el desenvolvimiento de los nuevos periodistas y otros profesionales, además de quienes redactan artículos en los diferentes medios de comunicación a diario.

Como este servidor hay muchísimas personas carentes de la base que les permita enfrentar con éxito los constantes avances tecnológicos. Por tal razón aplaudo la modernización de la enseñanza que permitirá, en breve plazo, una mejor preparación de nuestros estudiantes. Así terminarán las múltiples deserciones escolares, además del penoso rechazo a la hora de ingresar a cualquier plantel de instrucción superior. Aquí, sin temor a equivocarme, manifiesto que los docentes que abrazaron su profesión cuando imperaban la tinta, el lápiz y el papel tienen pánico al progreso. Lastimosamente, no toman en cuenta que desde la aparición del hombre sobre la faz de la Tierra las nuevas ideas son las que han facilitado llegar hasta la cómoda vida de hoy.

La historia está repleta de infinidad de protestas ante los inventos que han ayudado al refinamiento de la humanidad. Cuando se construyó el primer automóvil los dueños de coches y diligencias gritaron como locos viendo peligrar sus negocios de transporte.  Igual ocurrió al surcar los cielos, el aeroplano que terminó con la hegemonía de las rutas acuáticas.  Y qué decir del bolígrafo y la computadora, ésta echó a un lado la máquina de escribir, y aquel sepultó las plumas estilográficas. Podría seguir mencionando un sinfín de casos parecidos, para disuadir a quienes tratan de permanecer en el pasado sin dejar a la mayoría transitar por los senderos de la prosperidad educativa.


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Este artículo se publicó el 15 de abril de 2010 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Carta al Niño Dios

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La opinión de fotógrafo y escritor….
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ARISTIDES HERRERA BRAVO

Cuando era un niño de corta edad y se aproximaba la Navidad, como aún no sabía escribir, le solicitaba a mi hermano mayor o a mi mamá que me hicieran una carta para el Niño Dios pidiéndole juguetes y muchas cosas más.

En la mañana del 25 de diciembre saltaba de alegría viendo lo requerido al pie de mi cama o al lado del nacimiento alumbrado por velas votivas, porque las extensiones eléctricas de foquitos multicolores eran muy costosas.

Nuestro humilde cuarto semejaba cosa de otro mundo ante mis maravillados ojos. Además aparecían otros regalos para el resto de los integrantes del hogar. Al instante, sin asearme, salía al patio del caserón de piezas de alquiler donde residíamos, para encontrar a otros pequeños retozando con los aguinaldos de aquella ocasión inolvidable.

Pelotas, soldaditos de plomo, sogas para saltar, patines de hierro, trenes y carritos de cuerda eran parte de los presentes para los chiquillos que durante el año habíamos guardado buena conducta.

A medida que iba creciendo, ciertos amiguitos mayores se burlaban de mis creencias diciéndome que era mi madre quien compraba los obsequios dejados junto al pesebre navideño. Al comienzo, enojado por las palabras en contra de los principios cristianos enseñados por la gestora de mi vida, hasta llegué a pelear con aquellos muchachos, a quienes consideraba profanadores de la conmemoración de la llegada al mundo del hijo de El Señor. La costumbre de la mencionada misiva se ha ido perdiendo, y ahora los padres de familia le inculcan a sus retoños que es Santa Claus quien trae los presentes de Nochebuena.

Asimismo los comerciantes, en su gran mayoría judíos, desde las postrimerías del mes de octubre engalanan sus comercios con enormes figuras del barbudo gordito vestido de rojo y sonora carcajada. También lo encaraman en trineos tirados por descomunales renos animados No se ve por ninguna parte la Sagrada Familia en el establo de Belén. No podemos dejar de reconocer que el agringado Papá Noel es un excelente promovedor de las ventas de fin de año. Ahora, siendo un septuagenario redacto mi cartita para el recordado hijo de María y José, nacido entre pajas y rodeado de animales. Si vieran mis antiguos compañeritos, algunos en el más allá, que la tinta utilizada son lágrimas de tristeza y añoranza por mi lejana infancia donde el bien, la honradez, la sabiduría y otras virtudes humanas imperaban en Panamá.

Asimismo, estoy orando de rodillas para que termine la delincuencia juvenil, la drogadicción, los asesinatos, el maltrato a niños y mujeres, etcétera. También clamo por el amor a la justicia divina y terrenal. En pocas palabras, para que alumbre las mentes panameñas y regrese para siempre la imprescindible paz social.

Sé que no depende de quien me trajo mis juguetes en aquellas lejanas navidades de la época de la Segunda Guerra Mundial, porque si la mayoría no aporta su granito de arena en la consecución de lo reclamado al Niño de Belén mis súplicas serán en vano.

Por eso recurro a esta misiva con la finalidad de que llegue a los corazones de la totalidad de mis conciudadanos. Todavía estamos a tiempo de volver a nuestro bello pasado.

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Publicado en 25 de diciembre de 2009 en el diario La Estrella de Panamá a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.